Agustín Belforte lleva 11 años como actor de telenovelas y conductor de reality shows. Es el fichaje para Yingo, de la Red Uno

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3 de febrero de 2018, 20:27 PM
3 de febrero de 2018, 20:27 PM

Vio la luz en Chañar Ladeado.  De eso hace 39 años. Nació, creció y cumplió 17 años en ese pueblo a 90 minutos de Rosario. Y siempre vuelve ahí. Le gusta caminar las únicas 12 cuadras que tiene esa tierra de apenas 6.000 habitantes. Le gusta comer asado, tomar vino y dejarse envolver por el olor a campo argentino. 

 


Estudió Ingeniería de Sistemas, pero jamás la ejerció. La puso en pausa. Dice él. Pudo más el teatro y la magia de la ‘caja boba’. Se fue de ese poblao a Rosario y después a la monstruosa Buenos Aires. Fue a buscar su destino, su espacio en este mundo. Y la vida lo atrapó, lo hizo aparecer en Colombia y Ecuador. Y ahora en Bolivia.

El productor chileno Hans Cáceres puso su ojo en Agustín y este firmó para conducir Yingo, el nuevo programa de competencias que se estrenará en la segunda semana de marzo en la Red Uno (de lunes a domingo).   

Siempre de viaje 
Despierta. Y no sabe dónde está. Le pasa seguido. Para viajando. Eso no lo aturde ni lo cambia. Se mira al espejo y sigue siendo el mismo. Quizá un poco más maduro, nada más. Tampoco le preocupa. Se ríe de sí mismo. Alguna vez lloró por el rompimiento de una relación amorosa o por la pérdida de un familiar, pero eso no lo desinfló. Nunca. 

Hace 11 años comenzó su aventura televisiva en Gran Hermano de Argentina, después condujo el mismo formato, pero en Colombia, donde también presentó un programa de fútbol y actuó en cinco telenovelas. Llegó a Quito (Ecuador) y ahí hizo Yingo, Factor X Kids, otra novela (Cuatro cuartos), Hoy cocino por ti y Guerra de los sueños. Todo eso hasta diciembre de 2017.

De pronto lo llamaron de Bolivia. Aceptó conducir Yingo y pronto compartirá el set con Wendy Flores, Mario del Alcázar, Jéssica Suárez y Sandra Alcázar. Ya grabó los avances. Ayer volvió a su país y regresará en marzo. Así se convierte en el nuevo rostro del ‘canal naranja’.

 Él y solo él  
Niega ser guapo (aunque lo es). Mide 1,82 m y es dueño de un rostro tierno que combina a la perfección con su barba, sus ojos claros y su sonrisa perfecta. “En la TV te lanzan piropos, te dicen de todo, pero no me la creo. El que está en la tele y se cree lindo, es un boludo”, añade. Y ríe. 

No le gusta decir que es modelo, porque legítimamente no lo es. Sí protagonizó campañas de moda y sí realizó fotografías como un maniquí, pero no por un gusto, sino por trabajo. Jamás se dedicaría plenamente a las pasarelas. “Que me disculpen, pero decir que soy modelo se oye muy vacío...”, aclara. Pero, si le propusieran hacer un desnudo profesional, lo aceptaría. 

No juega ni tenis ni fútbol. Sí trota y levanta pesas. Una vez tenía abdominales. Pronto los recuperará. “Dame un mes”, pide. Le gusta verse bien. Y no esconde nada. Si le piden mostrar las cicatrices en su cuerpo, producto de un vuelco de un auto, lo hace. Se quebró el fémur y la pelvis en dos partes, y le pusieron una placa de acero con 14 tornillos en la pierna. Aquí hace una revelación:  “Esto no lo sabe nadie, pero me falta un pedazo de dedo”. Y lo muestra.

Continúa: “Lo tengo en un frasco”.  Pareciera que vivía en el quirófano. Se sacó 12 lunares, se operó las glándulas adenoides y los cornetes de la nariz. No descarta una cirugía estética, quizá para ponerse trasero o bótox. Quizá.


Por el momento es feliz así. Cree que los reality shows no son “malos” para una sociedad. Cree que la TV no debe educar, solo informar y entretener. “Para eso está el colegio o la universidad”. Hace terapia sicológica por videollamada. Y no porque esté loco, sino por necesidad. “Todos deberíamos hacerla”, invita.

El 21 de abril llegará al número redondo: 40 años. Y no se desespera por casarse. No anda con una libreta buscando una novia. Si llega alguna, que llegue, dice. Se enamoró solo cuatro veces. No descarta hacerlo de una boliviana, porque su corazoncito, según él, está disponible.