Oriunda de San Ignacio de Velasco. Tiene 21 años. Identifica sus fortalezas y debilidades. Cree que puede ganar el Miss Universo. Habla sobre su familia, su relación con Dios y de esos temas algo incómodos

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7 de julio de 2019, 4:00 AM
7 de julio de 2019, 4:00 AM

La niña

Andaba trastabillando. Sus pies diminutos no llenaban esos zapatos con taco aguja. Pero era lo menos que importaba. Ella se erguía, juntaba los dedos de la mano derecha y saludaba. “¡Soy la miss Bolivia!”, decía. Más allá, su abuela respondía: “Sí, mi’jita, lo es”. Y en ese momento Fabiana Hurtado se imaginaba que la canción del concurso la envolvía en su magia: “...Miss Bolivia, Miss Bolivia... es belleza y amistad...”. Era apenas una niña. Nadie le había dicho que no podía soñar. Y nadie tampoco le predijo que, a sus 21 años, se convertiría en la mujer más bella entre 11 millones de personas.

Nació en San Ignacio de Velasco, esa localidad chiquitana alejada de Santa Cruz de la Sierra por 476 kilómetros. Se crio a pocas cuadras de la plaza central. Sus pies se empolvaron con esa tierra rojiza, sus ojos contemplaron la paz de la represa Guapomó y la catedral jesuítica que data de 1748.

Blanca Esther Tarrazona no la vio crecer, porque tuvo que emigrar al viejo continente para trabajar. Desde España siguió sus pasos. Ella tenía apenas tres años cuando su mamá se marchó. Y también cuando Martín Hurtado -su papá- se alejó. Ambos se separaron y Fabiana quedó en manos de sus abuelos.

La nueva vida

Un amigo le decía: “Te invito a la iglesia”. Y ella iba. Pero no todo el tiempo era así. A veces se escondía de él. Y se escondía de su destino. Eso, en la secundaria. Cuando se trasladó a la ciudad de los anillos dejó de congregarse y entró a la universidad para estudiar Ingeniería Química. Hace dos años canjeó los metales por el mundo fascinante de la Comunicación Social. Eso, lo hizo a escondidas de su familia.

Un día Promociones Gloria la invitó a participar del Miss Bolivia. Ella aceptó y “entregó todo”. Aprendió a levantarse temprano, a maquillarse todos los días, a caminar con tacos (aunque a veces se resbalaba como cuando era niña) y a sonreír sin importar el cansancio. Dejó de comer hamburguesas, chocolates y pollo a la broaster. Perdió 17 kilos. Se volvió más responsable y encontró en el mundo de los reinados una nueva vida. Eso gracias a Dios.

La comunión

Esa noche Fabiana y la miss Chuquisaca se unieron con las manos. La ignaciana le dijo que depositaba toda su fe en Dios. Venía de ayunar tres días. Estaba débil. Su amiga también había dejado de comer horas antes. De pronto se escuchó el resultado. Fabiana se convertía en la miss Bolivia y le antecedía otra chiquitana, Joyce Prado. Al otro día llovió.

Esas gotas -para Fabiana- fueron una bendición. Bien temprano se fue a la iglesia y le agradeció a Dios, porque le “había hecho el milagro”. “Dios me dio la corona y el único límite que tengo es el cielo”, asegura. Vio cómo esa imagen en la que ella aparece con los ojos cerrados, orando y con el pastor a su lado se expandió por las redes sociales. Pidió que dejen de compartirla. No quería que por ser cristiana la gente se burlara y llegara a hablar de más.

Hace un año volvió a encontrarse con Dios. No se bautizó, porque cree que todavía no está preparada del todo, pero dejó de bolichear y consumir bebidas alcohólicas. La finalista del Miss Universo Desirée Durán se convirtió en su amiga en la iglesia. Ella le aconsejó: “No dejés que las cosas malas te afecten”. Y Fabiana asintió. Pero quiso sentirse más segura. Le preguntó a su pastor si era incorrecto ser cristiana y a la vez reina de belleza. Este le respondió que no lo era, pero que una miss significaba más que una cara bonita. Tenía que transmitir algo y “tocar a las personas”.

La ayuda

Ha venido ayudando a los más necesitados. Lleva ropa a la gente de la calle y colabora con los hogares de niños. Ese quiere que sea su sello, su luz propia. Cuando vaya al Miss Universo (aún no hay ni fecha ni lugar) le contará al planeta lo que hace y buscará ser la sucesora de Catriona Gray.

Tiene todo para eso. Cree que sus fortalezas son su pasarela, su figura -“aunque falta tonificar”, agrega-, su sonrisa y su historia de vida. “Muchos en el Miss Santa Cruz y en el Miss Bolivia no creían en mí. Y aquí estoy”, añade. Reconoce que su mayor debilidad es hablar en público. Trabajará en ello hasta perfeccionarlo.

De frente

Fabiana aceptó responder de todo con EL DEBER. Dijo que se retocó la nariz y se quitó un lunar. Dejó claro que no se aumentará los pechos ni los glúteos. “¿Más? Si tengo harto”, completa.

Apoya al movimiento LGBT+ y cree que la adopción de hijos entre personas del mismo género no tiene nada de malo. No está de acuerdo con el aborto, pero si el embarazo es producto de una violación no sabe qué responder. Dice que debe haber protección contra el sida y no apoya la prostitución. “La gente tiene manos y pies para trabajar en otra cosa, no en eso”, delinea. Y va más allá. Encierra esa idea con un “jamás vendería mi cuerpo por dinero”.

No apoya la legalización de las drogas en Bolivia. Y paradójicamente siendo cristiana cree en los signos del Zodiaco. Es acuariana. Por eso es “noble”, pero... como su signo es agua... así como baja, también puede subir, advierte.

Quiere ser una gran presentadora de TV como Desirée Durán, Anabel Angus o Ximena Zalzer. También le gustaría ceñir la corona de reina del Carnaval. Sí, mira Netflix. Se divirtió con La casa de las flores y se devoró todos los episodios de Lucifer. Revela que le gustan los dibujos animados y las comedias. Le encanta mirar Cantinflas y su actriz favorita es Jennifer Aniston. No le gustan las pelis de terror. Escucha a Ricardo Arjona y sigue mirandoBarbie. La historia que más le encanta es la de La bella y la bestia. Ella, obviamente es la bella y la bestia es...

Su cortejo es Víctor Vásquez. Enamoran hace dos años. Es un yacuibeño que le robó el corazón. Cree en el amor. No pertenece a ningún color político: “No soy fanática de la política, pero apoyo la democracia”.

Niega tener un lado oscuro como Darth Vader. No habla inglés, pero lo aprenderá para defenderse en la competencia universal. “No me engordaré, no iré a pasear (al Miss Universo), iré a ganar”. Eso es lo que dice y su voz hace eco entre las paredes. Quiere seguir soñando despierta.