Él. Oriundo de Huacaraje. Su humildad sigue intacta. Quito Velasco le enseñó el oficio y aprendió bien. Hoy se abre espacio como decorador de interiores

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22 de mayo de 2019, 4:00 AM
22 de mayo de 2019, 4:00 AM

Una casa humilde. Una calle de tierra. Una realidad diferente a la de Santa Cruz. En esa atmósfera nació y creció. Denny Mendoza y Carlos Mercado lo bautizaron como Francisco Sebastián. Nació un 25 de diciembre, cuando sintió que podía hacerle frente a la vida.

Toma 1

Era un niño cuando le decían que el Duende trenzaría su cabello y se lo llevaría a un matorral. Pero él nunca le tuvo miedo. Más temor sentía por la oscuridad. En Huacaraje nunca supo de juguetes en fechas especiales, como la Navidad y su cumpleaños (ambas caen en el mismo ambiente).

Nunca tuvo un camioncito Tonka o un Wolverine. Simplemente porque ningún objeto de entretenimiento se vendía en su pueblo. Al menos no recuerda haber visto alguno.

Le obsequiaban ropa, “lo poco que llegaba al lugar”. Y se divertía con sus amigos en las vías de arena. Para ese entonces “lanzar la tierra al cuerpo y bajar mangas del árbol eran una forma de divertirse”.

Salió del 13 de abril, la única escuela secundaria en dicha localidad de la provincia Iténez de Beni. Y pasó la primaria en el Fabián Mercado (el nombre de su tío abuelo), que junto al colegio Juan A. Orellana son los dos de ese nivel en Huacaraje. Después giró su mirada a Santa Cruz de la Sierra. Tenía 18.

Toma 2

Solo. Así llegó a la urbe cruceña. Y todo lo que vio le parecía ajeno a su realidad. Y sí lo era. Se acomodó en la casa de un familiar y pronto comenzó a explorar. Su papá le había dicho que estudiara Mecánica Dental, pero su pasión por la decoración pudo más.

Su tío, el fotógrafo Guillermo Vila (también beniano), le ayudó para que ingresara a la empresa de Quito Velasco. Él no conocía como era su mundo, pero su maestro se lo enseñó y le dio todas las claves que encerraba el Diseño de Interiores. Francisco puso su empeño y mostró mucho interés. Una fractura en el pie derecho lo detuvo. Tenía 21.

Toma 3

Mucho antes. Cuando vivía en su pueblo se encargaba de armar el pesebre de la iglesia de San José de Huacaraje. Todos admiraban su arte. En otro momento armó un carro alegórico para la reina de su pueblo. Construyó un huevo de lagarto y lo sazonó con su talento. También tuvo elogios.

Después. La lesión de su pie lo encapsuló cinco meses en su cuarto y no le permitió salir de la cama. Ya cuando quiso volver a sus funciones con Quito había pasado demasiado tiempo y decidió montar su propio negocio. Le puso su nombre. Armó un equipo y comenzó a desparramar su magia. Eso en 2014. Ya tenía 21.

Toma 4

Costó. Tuvo que aprender a vestirse adecuadamente para una reunión de trabajo. Y a desenvolverse socialmente en una ciudad que no era la suya. Varias fueron las veces en que sintió las miradas sobre él, como un rayo X que atravesaba su cuerpo de arriba hacia abajo. La gente no creía que Francisco era el hombre de los escenarios fabulosos y hasta llegaban a pensar que era solo un ayudante. Todos se quedaban con la boca abierta cuando veían de lo que era capaz. Hoy tiene 26.

Toma 5

Su papá tiró el grito al cielo cuando supo que uno de los cinco retoños que engendró se había metido en el mundo de las flores, los jarrones gigantes, los candelabros y las lámparas brillantes. Eso no se lo iba a permitir. Con el tiempo cambió de parecer. Una vez que vio el trabajo de su hijo, quedó embrujado.

Toma 6

Se ha ido abriendo espacio. Y ya es muy solicitado para grandes acontecimientos. Ha armado bodas, quinceaños, cumpleaños y promos. Revela que un evento, con todas sus luces, puede llegar a costar hasta 20.000 dólares. Es un mundo competitivo. Lo sabe. Pero está dispuesto a continuar remando para darle prestigio a su marca. Llegó a oír que el trabajo de la decoración era solo para mujeres y afeminados. A él no le importaron nunca los prejuicios. Siempre le gustó dibujar y hacer casitas con palitos de picolé. Eso -lo del Diseño de Interiores- lo lleva en la sangre. Es innato.

Le gusta el tatú asado, el tujuré y el masaco de plátano, como un buen huacarajeño. Ese tacto que posee para combinar las cosas en un salón de fiestas, esas manos que tiene para crear mundos espectaculares, esa mente infinita... lo hacen grande. Bien grande.

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