Incansable. La embajadora de los barrios no solo es un seudónimo para ella, es una tarea que se toma muy enserio, además de reportar las necesidades de la gente intenta entregar su vida para ayudar. La maternidad ha sido esquiva con ella pero no se rinde, tiene mucho amor para dar

El Deber logo
21 de mayo de 2017, 4:00 AM
21 de mayo de 2017, 4:00 AM

Si llamás a Guill Maby para proponerle hacer una entrevista para Sociales&Escenas es posible que no te conteste inmediatamente porque está en Palmasola realizando algunas notas para El Mañanero (Red Uno), si te devuelve la llamada es probable que lo haga saliendo de una enfermería donde acaba de colocarse vitaminas, cuando coordinés con ella una sesión fotográfica quizás la programe para después de atender casos solidarios en los que se involucra a diario y finalmente, te atenderá al regresar de un barrio de Montero, con botas de goma, paraguas, una agenda repleta, un corazón gigante y un espíritu inagotable.


La embajadora de los barrios, como la bautizó en vivo su compañero Jorge Áñez, asume esta distinción con seriedad y compromiso. Y es que su cercanía con la audiencia está forjada con pasión, empatía, solidaridad y auténtico interés por las necesidades de los menos favorecidos. La montereña, de 37 años, es de las pocas presentadoras de televisión que entrega sin reparos su número telefónico (en la hora y 15 minutos que duró esta entrevista recibió cerca de 1.000 mensajes de WhatsApp, en los que le pedían ayuda para encontrar hogar a animales desamparados y hasta financiar el trasplante de riñón de un niño de siete años).  


Es una de las figuras más representativas del canal naranja desde hace 11 años, pero antes de ser la dueña de las unidades móviles en el matinal, trabajó como locutora, sonidista, DJ en una discoteca, directora de radio, reportera, voz en off y productora. “Y si hay que barrer, barro sin ningún problema”, asegura. 


En un ambiente donde el aspecto físico es prioridad para aparecer en pantalla ella se ha ganado un lugar a base de talento, profesionalismo y tenacidad. “No he sentido discriminación en la televisión o un trato diferente por no ser modelo o por venir de una cuna humilde, al contrario, creo que me da un plus porque entiendo a la gente y los vecinos se reflejan en mí”, añade.

Y es que Guill Maby no ha tenido una vida fácil. Sus padres, Ciro Díaz y Lucy Pérez, se separaron cuando ella tenía cuatro años y al cumplir 16 su progenitora fijó su residencia en Argentina. Tuvo que cuidar de sus cuatro hermanos menores. Entre los episodios más tristes que ha experimentado en su carrera está la ‘mechoneada’ que protagonizó junto a una colega de otro medio en una conferencia de prensa. “Ese incidente me persigue hasta hoy. Pero ya nos hemos reconciliado, aunque tuvieron que pasar años para que suceda, ahora está todo bien”, explica la periodista.

También recuerda la vez en fue acusada de agredir a una persona en un forcejeo en plena cobertura periodística. “Ella me agarró de los pelos cuando intentaba hacer una nota sobre una denuncia a una clínica estética y yo por tratar de defenderme la golpé accidentalmente con el micrófono, le hice una cortadura en la cara con el aparato y me demandó por intento de homicidio. Llegamos a juicio y la justicia determinó mi inocencia. Pero pasé momentos de zozobra porque temí llegar a la cárcel. Fue terrible. Menos mal que todo estaba grabado”. 


Pero los episodios más duros fueron de la vida real, en el hospital, con la interrupción de tres embarazos. La primera fue al mes de gestación, la segunda cuando la criatura tenía dos meses y la última, cuando Nicolás llevaba siete meses en su vientre. “No puedo entender cómo hay gente que está a favor del aborto mientras otras mujeres nos morimos por ser madres. El aborto te deja secuelas, no solo en el cuerpo sino también en la mente. Es un trauma estar en un quirófano y que hagan cosas en tus partes íntimas. Y la vida está en riesgo, no solo por una mala praxis sino que debés estar bien de salud para soportar todo. Además, hay cosas que me parten el alma, como encontrar niños recién nacidos en un basurero o madres borrachas con sus hijos en los brazos”. 


El dolor de Guill Maby recorre sus mejillas y no la deja respirar. Dice que todo hubiera sido diferente si la Caja Petrolera hubiera tenido un ecógrafo para ver el estado de su hijo. Ante la falta de esta máquina la doctora tuvo que palpar el útero y aceleró la dilatación. “No quería, estaba asustada y como era ignorante sobre el tema decidimos con mi esposo que se realice ese procedimiento”. A pesar de que incluso la pusieron de cabeza para costurar el cuello uterino el bebé no resistió. “Por eso lucho por mejoras en el sistema de salud. Porque yo estuve en el lugar de esas madres que lloran de dolor en los pasillos de los hospitales”, dice. 


Durante 25 días estuvo internada tratando de aliviar su cuerpo y de recuperar el alma. Sus grandes aliados fueron Dios y su esposo. Con Luis Carlos Paniagua está unida desde hace cinco años. “Es el amor de mi vida y aunque somos diferentes nos complementamos muy bien. Es mi cómplice en todo lo que hago”, señala. Un ejemplo de esta complicidad es que llevó a trabajar a su hogar a una señora que apareció en el canal y que necesitaba ayuda. “Su hijo necesita tres diálisis cada semana”. Mientras que su relación con los cielos se remonta a su niñez en un hogar católico. “Ahora soy bautizada por la iglesia evangélica y antes estudié la palabra de Dios con testigos de Jehová”, acota.  


Sobre su primer matrimonio evita hablar, solo dice: “Fue un error que me hubiera gustado no cometer”. Y no son muchas las cosas de las que se arrepiente. “Estoy aprendiendo a no estresarme por no saber cómo solucionar los problemas de los demás. Siempre será la gotita en el mar”. Admite que su exigencia por buscar la perfección a veces provoca fricciones entre sus colegas y que hay gente que no le tiene estima por este motivo. “Puedo parecer renegona”.  También acepta que le molesta la indiferencia con el dolor de las personas. “No puedo creer que no haya sensibilidad por el prójimo”. 
Con su metro y 57 centímetros de altura batalla por conseguir sus sueños, como la maternidad. “Ahora estoy pensando con seriedad adoptar un niño que necesite amor”.


Se sometió a una mamoplastía, a un rapaje de tabique y descarta involucrarse en política. Y así como llega, se va, como un torbellino de simpatía que a su paso alivia dolores, lleva esperanza y canaliza acciones. Guill Maby es una mujer interminable, gracias a Dios.