Ella. La joven quedó huérfana a sus seis años. Se crio con sus abuelos. Con el futbolista ‘Pony’ Araúz aprendió a amar. Coquetea con el modelaje

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10 de septiembre de 2019, 4:00 AM
10 de septiembre de 2019, 4:00 AM

El daño

Sus diminutos dedos no volvieron a sentir esas manos ásperas y de su boca nunca más salió la palabra “papá”. No sintió el calor ni de él ni de su madre. A uno el destino lo arrancó de la Tierra y no se lo devolvió. A Lorena Vargas un avión se la llevó a Londres para mejores días. Sus abuelos la abrazaron bien fuerte, pero su consuelo no encontró cobijo. Ahora Jeniffer Alexandra solo lleva el apellido de su madre. Cuando la vida la abofeteó sin piedad tenía apenas seis años. Era una niña.

La sobrevivencia

Alexandra nunca dejó de llorar por sus padres. Y de vez en cuando escapaba de sus miedos cuando compartía con sus tres hermanas. Eran las cuatro solas ante el mundo y supieron darse la mano. Todos nacieron con dos nombres. Esa vez Shara Tamara tenía ocho, seguida de Jeniffer (6), Melvy Arlette (3) y Nayara Pamela (1).

Para las travesuras Tamara era la cabecilla, Arlette siempre fue la ‘calmada’, Nayara la ‘chismosa’ y Jeniffer, una mezcla de las tres. Ninguna se olvida de las miles de veces que tocaban el timbre de las casas solo por molestar hasta que un día, unos desconocidos las persiguieron con palos. Jeniffer siempre fue la mejor estudiante y, quizá, la más rebelde.

La vida la sacudió de nuevo. Una mezquina diabetes se ensañó con su abuela y le quitó el aliento. Otra vez lloró y gritó, pero nadie la escuchó. Aprendió a realizar todas las labores de la casa y a valerse por sí sola. Tenía 18 años cuando entró como ejecutiva de ventas a una empresa. Ahí le presentaron a la prima del conocido futbolista ‘Pony’ Araúz, pero también conoció a un nuevo integrante de su vida: el amor en su estado más puro.

El giro

Su abuelo no aprobaba esa relación. Decía que Jeniffer no era una mujer para ‘Pony’ y que, además, él le llevaba 17 años de diferencia.

Para Alexandra ‘eso’ no le importó. Y se rebeló; cumplió 19 y se escapó con él. Solo llevó dos cosas, en una mano la maleta de ropa y en la otra, la esperanza de encontrar una nueva vida.

El amor le secó las lágrimas. Y en ‘Pony’ encontró esa figura masculina que la vida le negó. A los pocos meses Dios la bendijo. Le pidió a su hermana Arlette que la acompañara a hacerse la prueba de embarazo. Se apretaba muy fuerte las manos por los nervios. Y cuando supo que tenía cinco semanas de gestación, lloró. Otra vez se sintió sola y esa sombra tenebrosa que convivió con ella desde pequeña volvió a visitarla.

Corrió a contárselo a su suegra. Y esta la apoyó. Después, ‘Pony’ se enteró. El amor divino lo hizo de nuevo: la arropó. Su pedacito de cielo recibió el nombre de Adriana y hoy tiene un año y dos meses. “Mi pequeña no es un error. Es mi fortaleza, mi prioridad”, detalla.

El círculo social

Alexandra escuchó de todo mientras crecía. Hoy, a sus 22 años, sigue soportándolo. Sus amigas le decían que no se embarace y cuando se enteraron de la noticia la criticaron. Ella aprendió a sacudirse de las habladurías.

Tiene pocas amistades. Y reconoce que le dificulta depositar su confianza en “alguien”. La criaron así o más bien la vida la encerró en una burbuja y le mostró su rostro más horrible. Ella logró huir. Cuando le toca hablar de su amado los adjetivos son infinitos.Es su “superhéroe”. Es “el hombre más atento, cariñoso, solidario, honesto y respetuoso que haya conocido”.

Sus amigas le insistieron en que se case con él. Ella no las escuchó. Irán al altar cuando sea el momento. No hay apuro. “Quiero que (‘Pony’) se case por amor, no por obligación”, subraya.

El modelaje

Nunca se vio como una maniquí. Nunca pensó que posaría ante una cámara fotográfica. Pero lo hizo y para EL DEBER. Sabe que el modelaje publicitario toca a su puerta. Ella no sabe si lo dejará entrar. Hubiera querido quedarse niña; extraña cuando estaban juntas las cuatro chicas. Tamara se fue a Chile y no volvió a saber de ella. Arlette tuvo hijos y Nayara está en el colegio. Alexandra aún pelea por su felicidad.

“No soy más que nadie ni menos que nadie”, apunta. Su fortaleza interior es admirable.

Versátil ante la cámara. Hermosa, como una maniquí de revista, así posó para el Diario Mayor
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