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14 de noviembre de 2017, 7:10 AM
14 de noviembre de 2017, 7:10 AM

No es el eslogan de una cadena de supermercados, es una verdad comprobada. En una década de vida, la Camerata del Oriente no ha parado de conceder al público la dicha de conocer un espectáculo fresco, novedoso y excepcional en cada temporada. Y 102 años de rock no fue la excepción.

La Camerata es un proyecto que adquiere diversas formas de acuerdo con lo que se esboza y se concibe en cada propuesta.  
El fin de semana fuimos testigos de esta realidad en el teatro Don Bosco, donde se presentó la tercera versión de este homenaje al rock y sus ramas afines. Tal como anticipó Claudio Arduz, los muchachos no se guardaron nada. Chicas y chicos, nietos, padres y abuelos recibieron su descarga de adrenalina sonora. 

El programa fue una montaña rusa que puso énfasis en lo más noventero del género (RHCP, Cranberries, Green Day, Rage Against The Machine) matizado con acertadas versiones roqueras de joyas de la música clásica (La marcha turca, de Mozart y La sinfonía del nuevo mundo, de Dvorak). También hubo espacio para el humor, a través de los diversos personajes que presentaban los temas en la pantalla gigante (Yoda, el Dalai Lama, Putin, Eric Cartman, Bonny Lovy), como también para un segmento ochentero (como lo definió ‘la Flower’) en el que sobresalió Eye of the tiger, Jump y Final countdown.

La guitarra de Everton Vidal fue protagonista en varios momentos del show; asimismo, las voces de Rubén Alviri  y Emanuel Méndez (Give it away les salió tremendo). Mención especial para Dorian Méndez por poner el bajo, la voz y el corazón a la banda (además de algunas ocurrencias) y para Samuel Vargas por la fuerza escénica y una soberbia interpretación de One, de Metallica.

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