El noveno invitado del sector Contra la pared nombra sus logros y sus desamores con la 'aldea' que lo vio nacer. No teme decir lo que cree

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11 de octubre de 2017, 9:16 AM
11 de octubre de 2017, 9:16 AM

Si hay una práctica consuetudinaria en la vida de Julio Ernesto González Sánchez (36), es el ‘sincericidio’, palabra inventada por quienes no entienden su necesidad de decir lo que piensa sin usar barniz, hábito a veces catalogado como cruel dentro de lo que él denomina ‘la aldea’. Sus posts en las redes sociales son como dardos para algunos gustos.

Es que no puede con su genio, es su forma de sentirse libre, igual que cuando abandonó su trabajo como arquitecto ni bien sintió que empezaba a ser esclavo de la rutina. No se ata ni al futuro ni al pasado, no es amigo de las estructuras, y saborea un modo de vida fluctuante. Su mayor grillete, su trabajo como fotógrafo.

¿Qué te daba más plata? La arquitectura.

¿No te mueve la plata? No, por suerte no me va mal, y eso que pasé por un proceso larguísimo de darme a conocer en un mercado muy consolidado en el que estaban Pablo Manzoni, Leonardo Ville y Enrique Menacho. Nunca fui a colgarme de ellos, quise hacer mi camino.

¿Falta de humildad? No, yo sentía que tenía otras cosas que mostrar, que ellos habían ganado un mercado, sabían cobrar, pero estéticamente yo sentía que podía hacer nuevas cosas. Entonces experimenté otro estilo, maquillajes, etc, no era falta de humildad, sino que no me sentía identificado con lo que proponían ellos.

¿Sentiste egoísmo cuando eras un junior? Puede ser, pero nunca me lo manifestaron, sí escuchaba comentarios de personas que cuestionaban que eso artístico que yo hacía no me traería plata, ese era el comentario de las esferas de sabelotodos. Y la verdad es que tenían algo de razón, pero no completamente, porque el mercado ya estaba como entrenado y ahí fue donde pude crear un paralelismo con otra opción estética de fotografía. Me costó como cinco años.

¿De qué viviste esa época? De trabajitos que salían, hice diseño gráfico para varias empresas. Uno siempre vive demostrando, siempre digo que el fotógrafo muere por su foto.

¿Está saturado el mercado? Saturadísimo. A pesar de eso, has logrado cosas. Soy parte de tres libros importantes, uno editado en Alemania sobre arte y diseño; otro de fotografía boliviana de Sandra Boulanger; otro que es una coautoría entre Bolivia y Chile. En lo artístico, expuse en EEUU, Argentina, Chile, Inglaterra, Polonia...siento que el currículo que tengo nadie lo tiene. La marca Carolina Herrera me invitó a ser anfitrión a un cóctel en mi honor en Miami, pero se ha pospuesto por el huracán Irma; fue gracias a que alguien de esa firma vio mi trabajo en Instagram. En noviembre tendré una exposición fotográfica por un mes en el Museo de Arte, como parte del evento Diseño de Autores Bolivianos (DAB), al que viene un editor de Vogue para Latinoamérica.

¿No te iría mejor afuera? Uno siempre siente la inseguridad porque no tiene parámetros que indican si estás al nivel o no de afuera, solo hay ciertos síntomas; uno es el reconocimiento de Carolina Herrera. Lo que siempre me da parámetro es cuando gente importante me da like en Instagram, es que los niveles son otros afuera.

¿Vos querés irte? Sí (dudoso). Son otros estándares, hay empresas que están bien consolidadas, pero me atrae al nivel de trabajar con otros diseñadores, modelos, maquilladores. Me gustaría hacerle fotos a Naomi Campbell vestida de Dior, por ejemplo.

¿Te asusta la idea? Me da miedo. Por ejemplo, ahora que fui a Nueva York hice dos sesiones de fotos que no esperaba hacer, una de ellas era a un artista y la otra al estilista de las Kardashian. Yo acá llamo a la tienda y pido cosas y funciona, allá no tenía nada, son otros niveles, sentía que no tenía equipo. Apuntar a economías más altas implica mayor ahorro para sostenerse.

¿Por qué renegás contra la aldea en tus posts? Le puse la aldea comunitaria porque todos piensan parecido. ¿O fingen pensar así? Hay personas que piensan distinto, pero pocas lo demuestran. Muchas veces me criticaron por ejercer el ‘sincericidio’. Mis amigos saben cómo soy y siguen siendo mis amigos, porque la sinceridad no es para cualquiera. El mediocre quiere que le mientan y que le digan lo que quiere escuchar; la persona inteligente valora la sinceridad porque a uno lo soban y lo aplauden, pero es invaluable que te digan lo que piensan y sienten, sea malo o bueno, porque gastan sus pensamientos y su tiempo en decirte algo.

¿Cuesta caro eso? Todavía no me ha costado nada, es que si pierdo algo por haber sido así, agradezco haberlo perdido. Las cosas se van acomodando, si no era por eso, era por otra cosa que se iban. Entonces creo un filtro de personas que no son para mí. Quizás no siempre tengás la razón. Por ejemplo, no es que critique a los bloggers, pero no hay propuesta intelectual, sino lo que me gusta o molesta, no hay fundamentos. No es falta de humildad, he gastado mucha vida aprendiendo y leyendo cosas para fundamentar. Los fundamentalismos no son los que propongo, sino las cosas que fundamentando te permiten crear un camino.

¿Por qué atacás a los defensores de la familia natural? Los detesto, doy palo a quienes creen que tienen la única verdad y a la gente que habla sobre moral… ahí me deschaveto. Es terapeútico, a veces estoy atorado y estalla, solo que a veces no lo hago tan sutil. Como dice Moria Casán, si hay m... adentro, hay que echarla porque se convierte en problema para uno. Me molesta que los put...íos no sean frontales, el qué dirán, somos tan chicos que encima nos enteramos de todo. El aeropuerto es el lugar de los grandes put...íos, porque los más grandes viajan. Llega un nivel tan irracional y surrealista que viaja la familia natural y la amante; me molesta que una mujer no deje a su marido y rehaga su vida. Son pocas las personas de 50 solteras que tienen la posibilidad de empezar, la gente tiene miedo. Aquí uno se viste para los demás, todo es en función de los otros y la gente no es feliz y se da cuenta tarde. Hasta fingen tener una familia. Dicen que te creés divo. Si nadie te cuida, tenés que cuidarte solo. Hay que saber dónde hacerse el divo y dónde no. Por hacer la foto, si toca barrer, barro, y eso solo lo sabe el que trabaja conmigo; me hago el divo cuando tengo que exigir cosas para que funcionen.

¿Hijo de mamá sola? Se divorció cuando yo era chico. Tengo una estructura familiar, por decir así, de gente conocida, pero detesto colgarme de la familiaridad, nunca he buscado las influencias, siempre he usado las armas que tengo, y esa es mi paz.

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