Ella. Es Jéssica Gutiérrez. Su talento se refleja en su ropa. La historia de una joven empresaria

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6 de diciembre de 2018, 4:00 AM
6 de diciembre de 2018, 4:00 AM

Frunció las cejas. La agarró del cabello rubio y la dejó botada en el piso. Odiaba a la Barbie. Solo quería sus agujas, sus telas y sus moldes. Nadie pudo cambiarla. Siempre soñó con ser una gran diseñadora. Quería vestir a otra mujer como ella con un traje de baño sensual que brillara en una piscina o en una playa.

Sus padres ya la habían observado. Y no estaban de acuerdo. Cuando Jéssica Gutiérrez creció, se fue contra ellos y el mundo para hacer prevalecer sus ideales. “Mis padres decían que tenía que estudiar una carrera que me diera plata. No eso”, cuenta.

Una vez, en cuestión de horas, su vida cambió. Un avión la llevó al otro lado de la Tierra y la dejó por 10 años en Yokohama, la segunda ciudad más poblada en Japón. Era otra cultura, otra realidad. Tuvo que adaptarse. Pero siempre trabajó y fue autodidacta. Ese sueño de niña que parecía superfluo, jamás lo fue. Nunca se desconectó de lo que quería. Iba a las tiendas, leía las revistas, miraba desfiles... Esa era ella.

Ya en Santa Cruz estudió Marketing y Publicidad, pero se sentía encapsulada y a los dos años de la carrera se metió a estudiar Diseño de Modas. No la terminó, porque llegó a un punto donde creyó que ya tenía la base teórica y era el momento de actuar.

La hiperactividad es como su sombra. En Japón estudió Diseño Gráfico y en Bolivia pasó por Infocal y por las enseñanzas de Danner Luna. Y no se quedó quieta. Respiró en Argentina, Brasil y Perú, y en todos esos lugares se preparó como diseñadora. “Esto de costurar, crear... se lo debo a mi abuela. Ella me pasó su pasión”, relata. Y ahora su maestra ha podido ver cómo su nieta se transformó en una referencia dentro del mundo de la moda.

Diseñadora, no modelo

Eso de estar sumergida en el taller entre miles de retazos de telas y moldes va con ella. Eso de pararse frente a un lente fotográfico o una cámara de TV, no. Pero Lauren Wille y Alfredo Solares la convencieron y por primera vez posó como maniquí con su creación. Quizá no lo vuelva a hacer.

En 2012 comenzó a diseñar uniformes bajo el sello de Banzai. Un año después lanzó Puppy Love, que son trajes para las mascotas. En 2015 creó Kawaii Swimwear, trajes de baño para mujeres y ahora para hombres; en 2019 lanzará una línea deportiva fitness. Ya lleva cuatro ediciones del Bolivia Moda y en la Expotextil de Perú cosechó aplausos. Apunta a seguir creciendo.

Nada de todo eso fue fácil. Una vez se fue a Lima para adquirir una máquina de sublimación textil, pero se la retuvieron en la Aduana durante ocho meses. Cuando ya la tuvo en Bolivia comenzó a plasmar sus creaciones en diminutos biquinis.

Sus amigas son sus grandes clientes, pero la marca ya se vende sola en redes sociales. Dice que la mujer boliviana es coqueta y le gusta ser sensual. Ella igual. Y por eso está para vestirla.

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