Ella. Tania Fernández siempre supo que lo suyo era la asesoría de imagen y luchó para lograrlo. No fue fácil

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27 de marzo de 2019, 4:00 AM
27 de marzo de 2019, 4:00 AM

La duda

Una vez se interrogó. Lo hizo frente al espejo. ¿Por qué esto (la ropa) me queda distinto que a mis amigas? Fue la pregunta que asaltó su cabeza y buscó respuestas hasta por debajo de las piedras. Eso la llevó a explorar el mundo de la asesoría de imagen y llegó más allá, porque se descubrió a sí misma. Tania Gabriela Fernández Melgar nació para eso. Costó estructurarlo.

La construcción

Una vez Tania enfrentó a la tormenta. Tenía dos añitos cuando su padre se quedó sin trabajo por culpa de un mal caprichoso que abordó su cerebro. Eso la derrumbó. Tenía 10 cuando el diagnóstico médico arrojó que su progenitora sufría de lupus. Eso otra vez la sacudió. Ella y su hermano Óscar supieron remarla y acompañar a sus padres en esos días grises. Su mamá instaló un taller de costura y Tania era su gran apoyo. Aprendió a poner botones y a cortar moldes, pero sobre todo a costurar su futuro.

Los caminos

Una vez Tania llegó a la mayoría de edad, se graduó de La Salle. Quería estudiar Arquitectura, pero por ser una carrera costosa, no pudo hacerlo. Así que entró a Diseño Gráfico. Y la vida otra vez se ensañó con ella. Lastimosamente no aprobó para la beca. Terminó en Marketing y -con sus ahorros- logró vencerla.

Durante su vida universitaria sudó la gota gorda. Trabajaba y se desvelaba para hacer sus tareas. Y en ese trajín nunca descuidó su aspecto. Siempre se maquilló, se vistió adecuadamente (o al menos como ella pensaba que debía hacerlo) y cuidó su postura; en sus empleos la ponían de ejemplo como funcionaria. Eso hasta que la interrogante la visitó.

La preparación

Hace dos años comenzó a explorar una palabra: imagen. Estudió en la Maison Aubele de Buenos Aires y en un curso especial de la prestigiosa revista Elle de España. Luego ingresó a un coaching que le dará las herramientas para asesorar también a los varones. Con eso será una maestra completa. Lo que queda pendiente es la oratoria, porque le cuesta hablar en público. Así encontró no solo una, sino muchas respuestas.

Comprendió que “todas las personas son bellas y que se debe aprender a vivir con las virtudes y las imperfecciones físicas”. Pero eso no trabaja solo. También importa la parte interna, la “espiritual”, como la llama Tania. “Todos somos alma y tenemos que aprender a aceptarnos y amarnos así como vinimos al mundo. Con nuestro color de piel, ojos, cejas, labios... así somos perfectos”. Es esto lo que le transmite a sus chicas de asesoría de imagen.

Se convirtió en facilitadora y le está “yendo bien”. Cuando termine la especialización lanzará un curso para varones. Ese es un mundo ‘delicioso’ para ella, porque posee otros conceptos semiológicos y obviamente es totalmente distinto al de las damas.

La respuesta

Por fin se pudo responder. Se encontró con que la ropa no es superficial y con que nadie tiene que sentirse incómodo con lo que viste. “No deberíamos ser esclavos de las prendas. La ropa es una extensión de la personalidad. Es una forma de expresión. Refleja lo que llevamos dentro”, dice.

Entendió que antes de usar algo, los seres humanos primero deben conocer y entender a su cuerpo. La moda -según ella- muchas veces “nos empuja” a probar cosas que al final “no nos gustan”. Eso no debería ser así. “La moda es un aporte a lo que realmente somos”, completa.

La maestra de la imagen tiene dos nombres: Tania Gabriela. Le gusta más el primero, pero irónicamente todos la llaman por el segundo. Tiene 38 años. Está casada con Alejandro Crespo. Es una ‘mamá gato’, los adora. Estudia portugués, pronto inglés, pero su lenguaje proviene de otro lugar: la imagen.

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