Los comparseros posaron sus esfuerzos en lo que era simplemente para mojar

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27 de enero de 2018, 4:00 AM
27 de enero de 2018, 4:00 AM

La explosión de color, la sofisticación y el backup cultural sostienen una nueva tendencia: convertir las casacas carnavaleras en verdaderas obras de arte.


Ya hace varios años que esta prenda superó el abandono de la atención comparsera. 


Hoy, diseñadores gráficos, de modas y artistas plásticos meten mano y dan como resultado piezas que son colirio para los ojos. Los chispazos de creatividad trascendieron los lienzos, las pasarelas y el papel couché; ahora pisan los más grandes eventos, el cambódromo, la calle y se tiñen con la alegría de la gente.


Pero más que nunca, la fiesta grande del poblao alborotó, además de la sofisticación en el gusto, la incursión en política y una búsqueda intensa de fortalecimiento de lo cruceño.


Hechos y personajes históricos de la tierra camba, leyendas, la picardía de su gente, la comida, las tradiciones de antaño como los bailes de mascaritas y las casas de espera, además de búsquedas y luchas regionales, del 21-F y otras coyunturas, han atrapado la atención general. Este 2018, más que nunca, el Carnaval pone un ojo en la fiesta y otro en su entorno. 


Ejti Stih es una de las artistas que ha trasladado su arte a las casacas, este año para ocho comparsas, y su hija, Inés Fernández de Córdova, le sigue los pasos. Carlos Cirbián también está en la línea, ya el año pasado tuvo a su cargo el vestuario de los coronadores Chabacos, y este 2018 sigue con ellos, pero también con los Cachafaces fundadores, que celebran 40 años de amistad, y que presentarán su prenda en los primeros días de febrero (mientras tanto la guardan bajo siete llaves). 


La diseñadora María Luisina,  los creativos Marco Arzabe y Ariel Canido (Plastilinna) se suman a este ejército servidor de la reciente exquisitez comparsera.

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