A 33 años de trayectoria, Alenir Echeverría realiza confesiones picantes. Habla de su peso, de su nueva vida y de su deseo por hallar el amor verdadero

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28 de octubre de 2017, 10:05 AM
28 de octubre de 2017, 10:05 AM

Puñeteaba. Pero sus golpes no le provocaban daño a su ‘víctima’. Gritaba. Pero nadie la oía. Su madre yacía inerte y su padre estaba subyugado por su peso liviano... ese que puede tener una niña de apenas siete años. De pronto elevó la voz al firmamento y lo que salió de su boca quedó sellado para siempre: “¡No voy a casarme nuncaaaaa...!”. Ahí despertó. 


Alenir Echeverría es otra. Se mira al espejo y este se lo dice. Se encuentra con sus amigos y estos también lo notan. Y ella está feliz (o siempre lo estuvo). Hace dos años un remolino ingresó a su ser, la cambió y no la quiere soltar. “Fue el espíritu santo”.


En el ropero quedó encerrada esa Alenir que hacía lo que le daba la gana y que, con copas de más, se convertía en la ‘señora de la noche’ sin importar las consecuencias de sus actos. “Siempre tuve lo que quise. Hice muchas barbaridades en mi vida. Ahora soy otra. Dios me limpió y me sanó. Le pedí perdón a él y a mis amigas por lo que hice...”, revela. Y sigue: “Cuando pedís perdón es porque vos ya estás perdonado”.


Un día convocó a todas las cantantes que pudo a su casa. Y cuando se sintió preparada, respiró hondo y les pidió perdón. Les dijo que lo hacía por todas esas cosas que alguna vez ella habló a sus espaldas y también por todas esas cosas que dijeron que ella había dicho, pero eran mentiras. 


Así poco a poco, Alenir se fue liberando de sus ataduras que la lastimaban y de todo lo que la llevaba a la perdición. “Podés tener todos los aplausos que querrás o cantar en todos los escenarios que podás, pero cuando llegás a casa, estás solo. Dios nos hizo con ese vacío para llenarlo con él, pero nosotros le echamos alcohol, droga, hombres, mujeres, prostitución, lo que podás imaginar...”.

“Gordita era feliz”
La talla cambió. Sus pantalones ya se le caen. En dos años, Alenir bajó 40 kilos. Le costó. Aún le cuesta. Ahora con su hijo y con su nuera está haciendo dieta, pero no se priva de nada. No quiere confesar su peso actual y cambia la respuesta: “Cuando fui gordita, era una mujer feliz, yo asumí que así, en esa carne, era feliz”.


Su nueva etapa (de cristiana) vino con todo. Perdió kilitos y cambió su aspecto. A lo largo de su vida estuvo rapada, tatuada en la cabeza y hasta pintó su cabello de ocho colores (¡Guau!). Ahora se decoloró el cabello, se lo cortó casi a lo mínimo y se tiñó de rubio platinado. ¡Hasta se lo rapó! Pero ya creció de nuevo. Quiere dejarlo crecer para que forme una melena y seguirá cuidándolo para que mantenga el color. “Esto (lo de su cabello) fue una sugerencia de mi mánager (su hijo)”.

Sobre su hijo y su embarazo
Su retoño, Omar Cajib Zarzar (25), fue “un milagro de Dios”. A los 17 años le quitaron un quiste de los ovarios que tenía la posibilidad de convertirse en un cáncer. Y el médico le reveló que nunca iba a poder embarazarse. Fue duro.


Durante cinco años hizo un tratamiento muy doloroso. Le practicaron la histerosalpingografía y sufrió mucho porque la intervinieron sin anestesia. Así lo demandaba la técnica. Esa vez enamoraba con un hombre, con el que intentó ‘mil veces’ llegar al embarazo. Se cansó de tomar medicamentos todos los días. Lo dejó. A los 10 meses tuvo relaciones sexuales con él y ahí sintió que quedó en cinta. Era cierto. 


Una vez un periodista le preguntó: ¿Por qué nunca se casó? Y ella se quedó helada. “Dicen que el Señor responde a través de su palabra. Llegué a mi casa, abrí la Biblia, leí un capítulo y me dormí. Tuve un sueño. Le estaba pegando a mi padre, porque había golpeado a mi madre... Cuando terminé de ‘masacrarlo’, juré que nunca me casaría. Y así fue. Yo me condené”, confesó. 


Cuatro veces le pidieron matrimonio con anillo en el dedo. Pero nunca más volvió a ver a sus pretendientes. Se los comió la tierra. Ahora está soltera, en busca del nuevo amor. 

¿Cristiana? ¡No es de recién!
Nació y creció en una familia cristiana. A sus 13 años iba a la iglesia evangélica, pero su rebeldía la alejó. Hace cinco años su papá se enfermó y ahí Dios “la llamó”. Se arrodilló y le pidió perdón. Explica: “El hecho de ser cristiana no significa que no vaya a las fiestas, porque no tengo por qué no ir, pero ya no participo de la misma manera. Comparto un vino, ya no hablo huevadas o hago chistes indebidos, tampoco canto esos temas que te inciten a que hagás cosas malas o te emborrachés, escojo mi repertorio. Me cansé de tener una vida desordenada, de ir a un boliche, embriagarme y hacer de todo. El Señor quitó de mí el deseo de la carne”.


Ahora, la mujer de Pa’ qué, pa’ qué volvió a bautizarse en la comunidad cristiana y dice que el Señor está puliendo su personalidad. “Tenía un carácter... ¡ayayái! mamita”, recuerda.


Este 12 de diciembre cumplirá 50 años y cree que nunca es demasiado tarde para arrepentirse de las cosas. “No todos tenemos el privilegio de envejecer y hacerlo con dignidad. Aunque la gente crea que tenga más, soy orgullosa de decir que tengo 50”, encara. 


Está armando la logística para su aniversario en noviembre. Y celebrará, con todas sus luces, esos 33 años de trayectoria que la han llevado a ser una de las cantantes más reconocidas. Lanzará un nuevo CD, con colaboraciones y nuevos temas. Esas tres noches mostrará quién es esa Alenir, la nueva.