Sociales
ENTREVISTA
Mariam Andrea Zambrana Nazrala: “Siempre te afectará cuando hablen mal de tu mamá”
Mariam Andrea Zambrana Nazrala.Es una de las herederas del emporio Nazrala. En algún momento sufrió de bullying por su progenitora, pero ya lo superó
Siempre jugó en Carnaval. Tenía 14 años cuando lanzaba los globos con agua y pringaba con pintura a sus amigos. Ahora tiene 25 y lo sigue haciendo. Quizá nació para el Carnaval o el Carnaval nació para ella. Y “el universo” quiso que sea así, porque vino a la Tierra un sábado 28 de febrero, cuando Santa Cruz enloquecía en el corso. Exactamente a las 20:00. Era un año bisiesto. Casi fue un 29.
Eso, lo de la fecha, no fue coincidencia. Para Mariam Zambrana ya estaba escrito. Y cuando investigó sobre si había “algo extraño” sobre su nacimiento, se encontró a sí misma: una jovencita pisciana sociable, soñadora, sentimental... un ‘mix’ de sus padres. Pero en su sonrisa risueña, en sus ojos encendidos y en su cabellera vive Mariam Nazrala. Eso la enorgullece, la emociona, la hace sentir que no “podía haber otra persona que su madre para enseñarle de qué se trataba este mundo”.
Algunos saben que ella es la hija de la conocida comunicadora, pero otros lo dudan y se lo preguntan. Ella juega con la respuesta. “¿Usted es la hija de Mariam?”, la interrogan. Y responde con un guiño picarón: “¿Usted cree?”. No lo oculta. Le encanta serlo y jamás canjearía su nombre. Ella siempre será Mariam, aunque en su carné de identidad se lee: Mariam Andrea. “Ambos nombres me gustan”, afirma. Pero, en esta sociedad no todo es una taza de leche.
Un precio que pagar
Mariam y Gretta (20) siempre fueron las niñas de los ojos de Mariam Nazrala. Nacieron y crecieron en el mundo de los medios. Ricardo Zambrana, su padre, también es comunicador, pero es más perfil bajo que su esposa.
Para Mariam ellos son su tesoro. Y su madre es su heroína, su todo, algo sagrado. Es por eso que cuando alguien habla mal de ella, eso la hiere. “Siempre te afectará cuando hablen mal de tu mamá”, señala (y tiene razón). De pronto su mirada se pierde y viaja. Cuando tenía 15 años salía de una fiesta y una voz salió disparada de la muchedumbre para azuzarla. “¡Mariam Nazrala, Mariam Nazrala!”... se escuchó en el aire. Ella no volcó. Siguió su camino. Y así sucedió muchas veces. Retorna.
El bullying le llegó en una etapa muy temprana de su vida. No sabía defenderse. Era emocional, inmadura, frágil. Vivió con eso y cree que fue como un precio que pagar por ser la hija de Mariam Nazrala, una figura pública. Jamás la molestaron en el aula (es del colegio Alemán). “Mis profesores y mis compañeros sabían quién era yo y respetaban a mi madre”, agrega. Y el tiempo pasó. Lo superó.
Alguna vez dirá lo que piensa. Lo hará para la opinión pública. O tal vez nunca lo haga. Pero desea dejar bien en claro que su madre “es un ser humano que también se equivoca, como cualquier otro”. Y a eso le añade: “A mí me consta que es una luchadora desde que se levanta hasta que se acuesta. Ayuda, colabora, se arriesga, siempre está haciendo cosas. Me sorprende todos los días. Es un ser noble al que admiro demasiado. Dicen que tengo algo de ella, pero yo también poseo un estilo. Soy más seria, ella más vivaz”.
Pudiera estar hablando de su mamá un día entero. Y le encontraría millones de cosas buenas. Y quiso darle un fundamento a todo aquello no palpable. Antes de graduarse de Comunicación, decidió investigarla y saber cuál era la realidad. Su tesis se llamó: El impacto de los ‘infocomerciales’ de Mariam Nazrala ante la audiencia, la competencia y los clientes en Santa Cruz de la Sierra.
Su madre le advirtió: “No lo hagás hijita, por ahí encontrás algo malo”. Esta vez ella no la escuchó. Durante un año se sometió al estudio. Y la gente le dijo de todo. Jamás les contó que ella era la hija. Así obtuvo su objetivo. El resultado fue increíble: el 70% que mira a Mariam Nazrala en la televisión compra el producto que se está promocionando. Eso también sorprendió a la madre y fue una grata noticia para las dos.
Mariam, la mujer
No se la cree que haya cambiado. Cuando sus amigos se juntan con ella, no falta quién le diga: “¡Qué te pasó! ¡Qué te hicieron!, vos no eras así”. Antes la embargaba la timidez y no podía pararse al frente de un auditorio de 20 personas. Ahora rompió el cristal. Ni bien habla, nadie la detiene. Cuando el momento lo pide, es un torbellino. Eso vieron en ella los Flojonazos y la nombraron reina.
Jamás soñó con una corona, ni de soberana ni de miss. Eso de certámenes de belleza o de convertirse en un modelo no iba con ella cuando era niña. Ahora, con el título que le dio la comparsa, es un reto grande que debe afrontar y salir victoriosa. Quiere ayudar a que sus súbditos lleguen a ser coronadores del Carnaval 2019.
Solo quiere aquello. Sobre lo de ser reina de la fiesta grande de los cruceños, todavía no tiene una respuesta. No dice sí ni no. Quiere primero ver si logra pasar esta prueba inicial. Y tiene las herramientas para hacerlo. Lo otro vendrá después (o no lo hará).
Saltará con los Flojonazos y, por ahora, no estará con los Envidiados, esa comparsa que integra desde hace 11 años. Y cuando terminen esos días, seguirá con su proyecto M&M on line que realiza con su madre. Hay mucho que hacer para “seguir creciendo”.
En su momento quiso apegarse más a la pintura y al dibujo, pero la Comunicación la atrapó. También estudió Gastronomía y la cocina es su otra pasión. Sabe hacerlo. Como sabe relacionarse con la gente del trabajo, todo eso es herencia de los Nazrala. Su progenitora hizo de su nombre una marca y levantó un emporio. Las herederas son Mariam y Gretta. El peso es grande, lo sabe.
No está soltera. Su corazón le pertenece a un tal Lorgio Uequín. No se acuerda desde hace cuánto (o no lo quiere decir). “Deben ser unos cinco años”, apunta. O por ahí más. El joven tiene un año más que ella y estudió Agropecuaria y Zootecnia. Es un hombre de campo. La respeta, la apoya, acude con ella a los eventos carnavaleros, pero prefiere mantenerse alejado de las cámaras y los flashes.
¿Subir al altar? Todavía no. Falta mucho por hacer, repite. ¿Hijos? Una niña “en su momento”. ¿Se llamará Mariam también? “Quizá”. Lo único que quiere es seguir rodeada de la gente que adora, su madre, su padre, su hermana, su cortejo y sus inquietos perritos Lola, Balín y Moly. Ese es su mundo. A él pertenecerá siempre.
Su mamá le enseñó que cualquier trabajo es digno. Le inculcó que hay que pelear por lo suyo, que nada le caerá del cielo. Y a aquello agrega que nadie tiene por qué lastimar a otro ser humano. No tiene derecho de hacerlo. “La gente hablará mal, pero pasará”.