Se dijo que todos podrían circular sin problemas, excepto las turbas sospechosas de delinquir. No fue así, EL DEBER lo corroboró.

La Cruz, El Caballito, la T y otras denominaciones que reciben los espacios públicos ocupados por los comparseros fueron excelentes lugares para compartir sin miedo a robos y violencia, pero lamentablemente, estuvieron cerrados al ciudadano común que no tiene el honor o la posibilidad de vestir una casaca. 

Las calles aledañas a esas rutas estuvieron expeditas para todos, pero los visitantes no gozaron de la misma seguridad