La boliviana integra el grupo uruguayo de cumbia pop Rombai. Trabajó de mesera en EEUU. Steven Spielberg la invitó para que sea protagonista de una cinta musical

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17 de junio de 2019, 6:00 AM
17 de junio de 2019, 6:00 AM

Una cama. Una sábana de seda. Un cuerpo recostado de espaldas. Su cabellera rubia alborotada. Un body oscuro resalta su figura. La sensualidad a mil salta al plano picado. Ella provoca, mueve sus manos lentamente y sus gestos disparan los latidos del corazón. Su boca repite: “Tú me gustas tanto, a mí poco me importa...”. Y cambia la escena. Sucede en 2 pa’ 2, uno de los más recientes temas de Rombai, la popular banda uruguaya a la que pertenece la boliviana Megumi Bowles. Ella, en exclusiva, charla con EL DEBER.

Una desconocida

2013. Megumi llegaba a Seattle, la ciudad más grande del estado de Washington. Todo era nuevo para ella. A su lado iba su madre. Y ambas llevaban unas ansias de comerse el mundo. Antes. Megumi vivía en su natal Riberalta, al norte beniano. Canjeó la tierra colorada por la ciudad de los anillos. Comenzó a cantar gracias a su papá. Demostraba su talento en los cumpleaños y muchas veces -en la intimidad de su hogar- se sentaba sobre las piernas de su progenitor y dejaba fluir su voz al ritmo de la guitarra. Quizá siempre tuvo un talento escondido para la música, pero lo descubriría mucho tiempo después en Estados Unidos.

En una noche gris el papá de Megumi sufrió un asalto y el ladrón le arrebató la vida. Lo dejó en el suelo y huyó. Ese tenebroso momento lo vivió a sus 11 y se lo contó a Laura Pausini, Wisin y Mario Domm. El trío de ‘grandes’ era el jurado de La banda. Eso en 2016. Esa vez cantó Recuérdame. Y contó que trabajaba de mesera y en una escuela para niños especiales. Su historia estremeció la televisión estadounidense y su voz le entregó un pase directo al reality show.

No clasificó para la conformación de la agrupación final, pero aprendió que las cosas llegan a su debido momento. Desapareció de las pantallas. Y volvió a la palestra como integrante del grupo juvenil de cumbia pop Rombai, después de aprobar el casting. Esa selección le permitiría otra vez soñar.

Una ‘chica normal’

Se mezcló entre la gente. Paseó su figura curvilínea y pasó desapercibida en el Ventura Mall. Niega tener pose de diva. Niega que se le hayan subido los humos. La sencillez fue algo que le inculcó su mamá Carla Rivas, el pilar fundamental de su vida. Consiguió todo gracias a ella. Luce ‘normal’ cuando va por la calle y en una sesión fotográfica pide no mostrar demasiada piel. Sin embargo, cuando se pone al frente de una cámara o en un escenario, es otra. Sale de ella una sensualidad infinita. Canta. Embruja. Y tiene hipnotizados a más de un millón de fans en la cuenta oficial de Rombai en Instagram.

No habla ni de política ni del colectivo LGBT ni de aborto ni de sida ni de drogas. Tiene su opinión sobre todas esas cosas y le gusta ver cómo la sociedad está avanzando, respeta los puntos de vista, pero mantiene su pensamiento en privado.

No se considera una estrella ni mucho menos una diva como Jennifer López o Rihanna. “Soy una mujer que ama la música y vive para ella. Me llena y es lo que amo hacer. Me hace feliz”. Y enlaza: “¿Alzada? ¡Jamás! Siempre hay que ser humilde, así me lo enseñó mi mamá”.

La fama -para ella- es pasajera y cree que hay que ser constante y disciplinada en una carrera musical para llegar bien lejos. Se aumentó el busto. Se animó después de que vio a una amiga hacerlo. No se operará nada más. ¿Sexi? Sí. “...pero es algo de tu personalidad, ya nacés con ello”, añade. Tampoco es una mujer que busque estar a la moda. Está de acuerdo con el movimiento #MeToo y no cree que se deba usar el poder femenino para obtener cosas. “Tenés que usar la inteligencia, antes que el poder”, dice. No sería una superheroína, pero le gustaría ayudar a los más necesitados. Su inspiración es la madre Teresa de Calcuta.

Una estrella

Tuvo que mudarse a Miami. Lleva una vida normal, a pesar de estar siempre ajetreada por sus shows. Se despierta muy temprano, a las 5:00. Corre dos horas descalza en la playa y a las 9:00 comienzan sus labores. Estudia música. La locura de sus fans gritando y todo ese mundo mediático no la han cambiado, pero maduró bastante.

Esa chiquilla que jugaba en las calles de Riberalta desapareció para siempre, hoy respira una joven, de 23 años. “No cambié como persona. Cambió mi vida. Yo soy la Megumi de siempre. Más responsable, que trabaja mucho”, asegura.

Vive sola. Está soltera. Por el único hombre que ha llorado en su vida fue por su papá “aunque suene cursi”. Ama Bolivia, el país donde pasó una “infancia bella”. Ama EEUU, porque le permitió cumplir sus sueños. Nunca se sintió discriminada. Vive su momento.

No piensa ni en boda ni en ser mamá. En un futuro adoptará hijos, pero por el momento seguirá cantando en una banda que causa furor en las fiestas juveniles de Latinoamérica.

Cree en Dios y en la Biblia. Admira a J Balvin. Le encanta el majao de charque. Su perfume favorito es Miss Dior.

Con un grande

En exclusiva la mánager de Megumi le reveló al Diario Mayor que la boliviana ha sido invitada por el laureado director de cine Steven Spielberg para que sea la protagonista de una película musical. Ese se convertiría en su próximo gran proyecto.

No le gusta el modelaje. No se considera una chica de marcas. Está de gira por Bolivia. Cantará este jueves en Santa Cruz. Antes aprovechó para arreglar su pasaporte, porque en EEUU se llama Megamy y en Bolivia, Megumi (Bendición en japonés). Ella prefiere el segundo.

Está en Rombai desde 2018. Son solo ella y el uruguayo Fernando Vázquez (Valeria Henríquez ya se retiró). La banda es manejada por Walter Kolm y lleva el sello de Sony Music Latin. Ella sacudirá su pelo y, con su voz, detendrá el mundo.

SERGIO CHUQUIMIA. FOTO PRINCIPAL - VESTUARIO: DOLCE BOUTIQUE/ARREGLO PERSONAL: INGRID BALDIVIESO