La ex-Bigote cuenta por qué deja todo en Bolivia para irse a EEUU. Revela que se enamoró de Bernardo Peña por WhatsApp. Usará dos vestidos en su boda

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28 de agosto de 2018, 4:00 AM
28 de agosto de 2018, 4:00 AM

Oriana Arredondo dirá adiós. Hoy, a las 8:40, subirá a un avión que hará escala en Miami y después la dejará en Los Ángeles. Allí, su amor, Bernardo Peña, la esperará y en 2019 ambos se unirán en un solo espíritu.

Para sus seguidores, la noticia de que la ‘pequeña saltamontes’ se iba del país fue como un baldazo de agua fría. Y aún muchos siguen en shock. Ella los consuela y les dice que “siempre los llevará en el corazón”. Ya lloró. Y mucho. Pero la decisión está tomada.

El por qué

Quizá jamás hubiera querido irse de su tierra de crianza. Quizá se quedaría acá y echaría raíces, pero esto de volar a otra parte no es nada nuevo. Por primera vez le cuenta a un medio que en 2015 aprobó un programa estadounidense para irse a un hogar en el país de Donald Trump. Estaba todo listo, pero de pronto la Red Uno le ofreció un combo: conducir Bigote, con Carlos Marquina, y salir en Bailando por un Sueño. Ella decidió quedarse en casa.

No estar quieta es parte de su identidad y no tiene nada que ver con un capricho: “No tengo el sueño americano, solo busco salir de mi zona de confort”, dice. Y alguna vez miró a Colombia o a Argentina, pero al final fue Estados Unidos. En Bolivia lo obtuvo todo y ahora tocó ‘volar’.

El amor

En 2013 conoció a Bernardo Peña. Fue en La Paz durante un taller de actuación. Después lo volvió a ver en la premier de Olvidados en Santa Cruz. Pero ella tenía esto en su mente: jamás saldría con un hombre divorciado y con hijos. Eso era Bernardo.

De pronto el cochabambino rompió ese prejuicio. El chat de Instagram se pasó al WhatsApp y derivó en el envío de videos y llamadas. Un día él la invitó a la meca del cine. Ella dijo que sí. Y allí Bernardo enlazó: “Me gustaría verte, porque me gustás”. ‘Ori’ quedó congelada.

Cuando la ex-Bigote viajó a México, Bernardo fue a verla. Y ese encuentro sirvió para ponerle el sello final a su amor digital. El inicio de la magia comenzó un 3 de diciembre de 2017. En enero la pequeña Cenicienta viajó a LA y se quedó tres semanas para comenzar a armar la boda. Decidió irse con mucho tiempo de anticipación para ultimar los detalles.

Lo que tampoco dijo

Oriana reveló que su personalidad “chiflada y alocada” le ha generado problemas. Muchas veces tuvo que terminar con un cortejo, porque eso chocaba. Y pasaba de todas las formas: si ambos eran muy explosivos, había líos y si el otro era demasiado serio, también. No podía encontrar la fórmula perfecta para el amor, hasta que llegó Bernardo.

Él tiene 43 y ella, 29. La edad es lo que menos importa. Él es divorciado y tiene tres hijos. Eso ¿qué? Él tiene una vida en EEUU y ella abandona su castillo de cristal para reinventarse, comenzar de cero y llegar a ser una actriz.

“Bernardo es mi cable a tierra. Yo puedo seguir saltando, cuando él ya se pone serio y me dice que hablemos sobre alguna cosa. Es gracioso, cuando debe serlo. Es maduro y paciente. Eso hace que nos complementemos”, dice.

Y sigue: “Yo también soy fosforito y tengo mi momento en el que digo: ‘Nadie me entiende, nadie me comprende’. Hablo mucho con mi yo interno para preguntarme si estoy haciendo bien las cosas”.

La familia, la boda

No se cansa de agradecer a su familia por todo lo que le han dado. Y dice que siempre ha contado con el apoyo de sus padres. Pero cree que esta vez debe tomar el camino sola. Quiere forjarse de nuevo como mujer, esposa, actriz y madre. Eso es evolucionar.

El 18 o el 19 de enero de 2019 se casará sobre un jardín y usará dos trajes, uno para la boda civil y otra para la recepción social. Uno de ellos será transparente y no necesariamente serán blancos.

A ese gran día irán unas 70 personas, entre ellas los integrantes de Bigote. Le gustaría que Gabriela Zegarra la maquille y que todos sus amigos estén allí en una ambientación campestre o vintage, donde las alitas de pollo abunden en las mesas. Después se irá a Maui (Hawái) y a Las Vegas, para su luna de miel. Y cuando llegué el momento tendrá hijos: dos mujercitas y un niño. Una se llamará Alma.

El futuro, el Carnaval

Ha pensado en todos los riesgos que implica irse a otro país. Y eso incluye en que su matrimonio no llegara a funcionar como ella lo desea. Si eso sucediera -aunque no quiere atraer malas energías-, “igual se quedaría en EEUU”. “No porque me vaya mal a la primera me volvería. Así fuera que vaya a dormir en un sillón, me quedaría para seguir construyendo mi futuro”, asegura.

El tema Carnaval ya está cerrado. Cuando fue la soberana de los Piltrafas se sintió como la reina de toda la fiesta grande de los cruceños y en ese momento no importó si no llevaba el título y la corona: los comparseros la hicieron sentir así. Y con eso basta.

¿Qué les dice a sus detractores que le siguen diciendo que es una niña? Eso de niña no dejará de serlo nunca, porque “lo de niño lo llevamos todos”. “Les digo que gracias a ellos he crecido”, señala. Y, contra viento y marea, ha tomado la decisión más madura de su vida: ser otra Oriana.

Ella. Su imagen aún seguirá en las campañas.
Bigote. Gabriela Zegarra, Ezequiel Bazán, Eliana González, Ian Vega y Carlos Marquina son sus amigos eternos