La modelo rompe el silencio con EL DEBER. Dice que lo que hablan en las redes sociales y en WhatsApp es ‘harina de otro costal’. Revela que quiere ser madre

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13 de enero de 2019, 4:00 AM
13 de enero de 2019, 4:00 AM

Gemía. Se agitaba. Pateaba. Puñeteaba. Unas manos mezquinas ‘encarcelaban’ su cuello y le cortaban la respiración. Quería zafarse de ese monstruo que la tenía en sus garras y que la poseía horrorosamente. Este ser le había quitado la ropa, se estrujaba sobre ella y la grababa en el celular. Le escupía que destruiría su vida y que la hundiría para siempre en el infierno. Eso hizo añicos su dignidad.

Ese fue el episodio más espantoso que vivió la exreina de belleza Romina Rocamonje. De eso y mucho más es lo que habla en esta exclusiva con EL DEBER.

La tormenta

Sí. Fue presa de su excortejo. La jaló de su cabellera y la golpeó en muchas ocasiones. Pero esa vez quería matarla. Se lo dijo con esos ojos rojos y ese aspecto endemoniado que ya la rubia había visto antes. No durmió. Y en un momento quiso tomar el teléfono y huir de su propia casa, pero él se abalanzó de nuevo sobre su cuerpo y volvió a capturarla. Por la mañana la exmiss Bolivia lo convenció para que salieran de la casa, porque llegaría la mujer de servicio. En el auto siguió golpeándola y cuando la estrelló sobre el volante, se disparó la bocina y la gente corrió a auxiliarla. Un hombre la jaló por la ventanilla. Él huyó.

Y el horror desapareció. Romina creyó en él siempre. Sus seres queridos le habían advertido sobre la extraña forma de ser del hombre, pero ella hizo oí- dos sordos. Hoy, después de dos años, está arrepentida. La primera vez que la golpeó, él le pidió perdón y ella lo aceptó. La segunda, también. Y la tercera. Después vino una escala de violencia infinita.

“Debí haberlo detenido, no en la tercera, sino en la segunda. Una mujer no debe permitir que la toquen”, se lamenta. La maniquí pensaba que llegaría el día en que él cambiaría. Pero nunca llegó. “Él recurrió a ayuda profesional. Pero iba un tiempo y luego la dejaba”, relata. “Siempre aparecía con los ojos rojos y exaltado. Creo que consumía sustancias ilícitas”, sigue. Eso de que era adicto y distribuía droga, no le consta, pero al parecer lo del consumo sí era cierto. “Una vez, en Cancún, él protagonizó un escándalo y lo deportaron. No tiene pisada en México”, revela.

La verdad

Calló porque no quería el mediatismo de su drama, inclusive su madre le pidió que no hiciera nada. Pero, ante la violencia, acudió a un abogado y realizó un documento que hablaba del caso. Una semana antes de Expocruz 2018 sucedió esa fatídica noche. Limpió sus lágrimas y cumplió con su contrato de modelo como si nada hubiera pasado. En esos días se topó con su agresor en un boliche fuera de la feria y él, al verla, la tironeó del cabello y le lanzó una ironía. Ella huyó. Al mirar su caso en la TV, se dio cuenta de que jamás debió haber callado. “Cuando me vi, me odié y lo odié a él; ahora le pido a Dios que me quite el odio.

Soy cristiana. Desde niña iba a la escuela dominical, aunque mi madre era católica. Leo la Biblia. Creo en Dios”, señala. Después comenzó otro calvario, la justicia. Tenía seis días de impedimento. Las marcas de mordidas en su cuerpo y su cuello morado ya se perdieron. Una sargento llevó su caso y entregó la citación en la casa del hombre.

No lo encontró. Pero -según Romina- él estaba dando vueltas con su auto en el barrio. “Yo me pregunto: ¿Por qué no lo atraparon en ese momento? Al otro día cambiaron de policía”, asegura. Y continúa: “La justicia en Bolivia es corrupta. Ahora me doy cuenta porqué hay tanta gente que sufre en sus casos. Si hubiera pagado, ya lo hubieran atrapado hace tiempo. Su madre dijo que querían negociar conmigo, pero que borre la demanda. ¡Qué atrevimiento!”. Él está prófugo. Romina no lo tiene oculto, como dicen las malas lenguas. No han hablado ni por inbox ni por WhatsApp ni por llamada. No sabe nada de él. Si en estos días no se presenta ante las autoridades, lo declararán ‘rebelde’. Y si apareciera, la finalista del Miss Supranational 2017 lo enfrentará en un juicio.

Calma interna

La ‘Barbie amazónica’ quiere seguir con su vida. No cerrará su spa y se preparará para defender su tesis en Veterinaria y Zootecnia; el año pasado venció todas las materias. Seguirá siendo modelo. Su contrato con Promociones Gloria terminará en mayo y no hará la renovación. Sus relaciones con la agencia son muy buenas, pero tomará vuelo sola. En estos días una imagen, que

 

circuló en WhatsApp, espantó a muchos y a ella misma. Sobrevolaba el país cuando vibró su celular. Era ella y otras personas en un supuesto clan de la droga. “Eso es mentira. Eso es harina de otro costal”, dice al respecto. Solo “buscan dañar su imagen”, pero peleará como una leona contra eso. Va directo: “No soy traficante de droga y tampoco la he consumido. Solo sé que mi ‘ex’ formaba parte de una conocida comparsa integrada por jó- venes de la alta sociedad”.

Mucho se habla en las redes sociales y en Beni sobre la reputación de la modelo. Ella no mira mucho ni Facebook ni la tele. No tiene tiempo. Por primera vez responde: “Jamás vendí mi cuerpo por dinero. No hay ninguna prueba”.

Y niega que sus relaciones con empresarios conocidos hayan sido parte de un ‘acuerdo’ sustentado por billetes verdes. Viene de una familia acomodada. Su padre se dedica a la ganadería, la construcción y la comercialización de la castaña. Nunca le ha faltado nada. Seguirá yendo al gimnasio. Tiene la combinación perfecta 90-60-90. Debe sudar más para no perderla.

Solo se intervino la nariz y el busto. Nada más. “Mis amigas me tocan la cola para constatar si me aumenté”, dice. Y se ríe. Volvió a creer en el amor.

Hace un mes está arreglada con el propietario de la clínica Kamiya, Aky Kamiya. Él la apoya. Cuando se sienta preparada, se casará y tendrá uno o dos hijos. Ser madre es un anhelo. Por el momento irá por la calle, elevará su frente, botará su cabellera hacia atrás y dirá: “Me llamo Romina Rocamonje. Esta soy yo. No tenga nada que ocultar”.