Balance. Los casi siete meses de agenda festiva, los eventos principales y los protagonistas están en la mira

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15 de febrero de 2018, 4:00 AM
15 de febrero de 2018, 4:00 AM

No solo es la fiesta más grande de Santa Cruz, también la más larga, porque ya desde hace varios años dura casi siete meses (más de la mitad del calendario); según los protagonistas, en el ‘off the record’, la agenda fue modificada por las exigencias de los grandes auspiciadores, que buscan un mayor tiempo de exposición por la magnitud de la inversión.


Solo en una noche de corso, una comparsa con espíritu competitivo llega a gastar casi 100.000 dólares, cifra que puede ser duplicada en otra noche de coronación, por las dimensiones del cambódromo, demandante escenario principal de los más destacados eventos de las carnestolendas.


El condimento 2018
Este año, la gran festividad tuvo un condimento por demás de decisivo, que involucró nueva temática y debutantes protagonistas. Las luchas por la democracia obligaron a la Asociación Cruceña de Comparsas Carnavaleras (ACCC), organizadora de las precas y del corso, a incluir a las plataformas ciudadanas y a los médicos en las distintas actividades a su cargo; y las comparsas de siempre no se mantuvieron al margen, en sus carros, alegorías o a gritos, el No a la repostulación presidencial fue el plato fuerte de las citas más contundentes. 


La transmisión en vivo
Con la experiencia del año pasado, de que la coronación fuera despreciada por los medios televisivos por no generar rentabilidad debido al Decreto Supremo 412, que elimina la exclusividad de las transmisiones en vivo, los comparseros ya estaban preparados. Se aseguraron la cobertura de Canal 11 Televisión Universitaria, para la coronación y el corso, además de la transmisión del Diario Mayor desde sus plataformas digitales. Con mucho por mejorar, es un primer gran paso para un corso que, en 2013, fue declarado patrimonio cultural del país, según Ley 340, promulgada por el presidente Evo Morales. Y, sin embargo, la ausencia de autoridades nacionales se repite desde el año pasado.


Los desafíos
Si antes la mayor preocupación carnavalera tenía que ver con los cambios que acarrean los nuevos tiempos y el pasado violento de la fiesta cruceña, dejando como resultado el aislamiento en garajes, sin música de banda y con el ‘perreo’ en su máxima expresión, este 2018 resultó por demás desafiante.


Lo que normalmente era tildado por los grinch del Carnaval como  ‘borrachera colectiva’, terminó convirtiéndose en la vitrina de las protestas en favor del 21-F. 


El Carnaval se acopló a la lucha por la democracia, temática política que marcó por completo la agenda comparsera, desde los carros y las alegorías hasta las casacas y los temas musicales. Una buena parte de la juventud volvió a las arterias del centro de la ciudad, al corso y a las precas,  jurando y perjurando que será de forma definitiva, y con la música cruceña acompañándolos en su recorrido callejero.


La sensación de seguridad mejoró con los dobles cordones de control, con la primera reunión verdaderamente interinstitucional para desarrollar el Plan Maestro de los tres días de mojazón, pero algunas comparsas no ayudaron, como las de la Cruz Carnavalera, que obstaculizaron el trabajo de la prensa al impedir el ingreso, incluyendo la labor de EL DEBER.


Y a pesar de los esfuerzos, sigue quedando un flanco descubierto, el de las enormes inversiones que demandan sólidos auspiciadores con muchas condiciones, en la era de cero exclusividad. Las paradojas carnavaleras que fragilizan la fiesta, y que sacan a relucir a veces, últimamente más seguido, la altanería comparsera de quienes pueden darse el lujo de aspirar a coronar. 


Seis conocedores del tema carnavalero y comparsero hacen un resumido balance de la fiesta más grande y más larga de Santa Cruz, con su caos y sus retos.

 

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