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Una noche de contrastes y de espacio para todos los géneros
Grammy Latinos 2017. Dentro del vendaval tropical y urbano, la canción Despacito confirma que es el producto del año de la música latina y Residente hace alarde de su estatus de cantautor indómito
La ceremonia de los XVIII Grammy Latinos, que se llevó a cabo el jueves en el MGM Grand Arena de Las Vegas, será memorable por varias cosas. Una de las principales tiene que ver con la canción que en 2017 ha sonado hasta debajo de las piedras. Despacito, la creación de Luis Fonsi, interpretada junto con Daddy Yankee, se alzó con cuatro gramófonos y confirmó que es el fenómeno musical del año.
“¡Que viva la música en español!”, fue el grito del puertorriqueño, que coronó una gran noche con el premio a la canción del año para Despacito y que, curiosamente, había prometido "una versión increíble" de la pieza para dar por concluida la gala. Sin embargo, la actuación, que estuvo acompañada por Víctor Manuelle, Bomba Estéreo y Diplo, no estuvo muy afinada y los arreglos terminaron jugándole en contra.
Una noche excepcional
Actuaciones memorables, raros peinados nuevos y una atmósfera de quebranto por los últimos acontecimientos luctuosos ocurridos en el continente fueron algunas de las particularidades que se vivieron en la ceremonia.
Desde el tributo a Puerto Rico de Residente con Hijos del cañaveral y una espectacular puesta en escena hasta la soberbia interpretación de Amárrame, de la chilena Mon Laferte, el escenario tuvo actuaciones de lujo. Destacable también el show de J Balvin, que luciendo su cabello amarillo, hizo levantar al público con Si tu novio te deja sola y Mi gente, acompañado de Bad Bunny, French Montana y Steve Aoki.
Para el olvido queda la presencia de Maluma y su versión de Felices los 4, con un ensamble cercano a una propuesta acústica con violines y chelos que nadie entendió para qué estaban ahí.
Un premio que es como un homenaje a una gran carrera fue el Grammy al disco del año a Salsa big band, del panameño Rubén Blades. Su amigo René Pérez (Residente), fiel a su verborrea perturbadora, hizo una crítica de la cultura de lo viral y no se guardó nada: “Me parece obsceno que alguien que tiene un millón de seguidores porque enseñó las bolas es más relevante que alguien con 5.000 seguidores que está diciendo cosas importantes”.
A pesar del vendaval tropical y urbano, hubo lugar para el rock (La noche, de Calamaro) y propuestas pop innovadoras, como Mis planes son amarte, de Juanes.