La sustentabilidad, ¿avanzamos o retrocedemos?
En las sociedades preindustriales y en muchas culturas indígenas se practicaba una forma de vida sostenible basada en el equilibrio con la naturaleza. En estas comunidades nada se desechaba; todo se utilizaba y se transformaba para ser reutilizado
La sustentabilidad tiene sus raíces en varias tradiciones filosóficas y prácticas de siglos pasados. En las sociedades preindustriales y en muchas culturas indígenas se practicaba una forma de vida sostenible basada en el equilibrio con la naturaleza. En estas comunidades nada se desechaba; todo se utilizaba y se transformaba para ser reutilizado.
El consumismo comenzó a ganar fuerza en el periodo de la postguerra en las décadas de 1950 y 1960, especialmente en Estados Unidos y Europa Occidental. Pasada la Segunda Guerra Mundial, las economías de varios países comenzaron a crecer vertiginosamente y se popularizó la idea de que el consumo masivo generaba bienestar social y estatus. Los gobiernos y las empresas promovieron la compra de productos como un símbolo de prosperidad, surgiendo la cultura del consumo, sin preocuparse del destino final de los productos consumidos una vez terminada su vida útil, ahí empezaron a surgir algunos efectos ambientales negativos debido a estas malas prácticas.
En respuesta a este problema, en los años 50 surgieron movimientos conservacionistas y se fundaron organizaciones que buscaban proteger a la naturaleza, dentro de las cuales destaca como pionera la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, creada en 1948.
Posteriormente, en el año 1987, Gro Harlem Brundtland, política y diplomática noruega, publicó el Informe Brundtland, titulado: “Nuestro futuro común”, informe elaborado con el apoyo de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas. En este informe se definió el Desarrollo Sustentable como: “aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades”; definición que resaltaba la necesidad de equilibrar el crecimiento económico, la equidad social y la protección del medio ambiente. A partir de ese año, debido al informe Brundtland, el concepto de sustentabilidad se fue integrando a las agendas políticas, sociales y empresariales a nivel global.
Luego de 5 años, en 1992, se realizó “La cumbre de la tierra” en Río de Janeiro, consolidando la importancia de la sustentabilidad en la agenda de todos los países, generando marcos de acción plasmados en la Agenda 21. Hasta el año 2000 se fue ampliando el uso del concepto de las tres dimensiones de la sustentabilidad: económica, social y ambiental.
En el año 2015, Naciones Unidas estableció y adoptó los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que consisten en un conjunto de 17 metas globales que se definieron para abordar desafíos como la pobreza, la desigualdad, el cambio climático y la degradación ambiental entre los principales, todos dentro de un marco de desarrollo sostenible.
Como consecuencia de los ODS y el pacto a nivel mundial para lograrlos, el proceso de sustentabilidad a nivel mundial experimentó avances significativos, entre los cuales se puede indicar lo siguiente:
- Los ODS se convierten en una referencia clave para que gobiernos, empresas y sociedad civil alinearan sus políticas y prácticas de sostenibilidad, incorporando a los ODS en sus planes de desarrollo, buscando la transición a una economía sostenible e inclusiva.
- Se lograron alianzas público-privadas y con apoyo de la cooperación internacional se movilizaron recursos y conocimiento para abordar temas como educación, salud, energía limpia, medio ambiente y economía.
- Se realizaron avances en temas ambientales con el compromiso de varios países para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.
- Se logró un cambio en la conciencia social y ambiental de gran parte de la población, generando mayor presión hacia las empresas e instituciones para adoptar prácticas sostenibles.
En el año 2020, la humanidad se vio afectada por un evento inusual y devastador, la pandemia del SARS COV 2, más conocido como el Coronavirus, que obliga a la población mundial a entrar en una cuarentena rígida, frenando el desarrollo económico y dando un giro total a las actividades en todo nuestro planeta.
Durante la pandemia, los avances hacia los ODS se vieron gravemente afectados, experimentando retrocesos en objetivos sociales con el aumento de la pobreza, el desempleo y la desigualdad; afectó severamente a los sistemas de salud que se vieron desbordados y la educación fue afectada con el cierre de escuelas, limitando el acceso equitativo a la educación, afectando a estudiantes de entornos vulnerables.
Analizando los impactos en el medio ambiente que la pandemia generó, en la primera fase hubo una disminución considerable de los gases de efecto invernadero, debido a las restricciones de actividades económicas y los desplazamientos; sin embargo, esta reducción fue momentánea y se volvieron a los niveles anteriores.
La pandemia de alguna manera produjo un retorno de la economía circular a la economía lineal, es decir, al consumismo; sobre todo, con el uso de los productos desechables de un solo uso como los barbijos, guantes, equipos de protección personal, envases de plástico en toda la industria alimenticia y en otros sectores, afectando negativamente al medio ambiente. En su momento, estos elementos fueron vitales para reducir el riesgo de contagio, pero incrementaron significativamente los residuos plásticos y otros desechos, generando altos niveles de contaminación.
Actualmente, la humanidad parece haber perdido de vista la importancia de la economía circular y la protección del medio ambiente. El auge del consumismo no solo incrementa la contaminación, sino que también exacerba la presión sobre la producción de alimentos, la cual demanda vastas extensiones de tierras productivas. Esto afecta gravemente las reservas naturales y los bosques, como quedó demostrado en la reciente ola de incendios forestales en nuestro país. Estos incendios devastaron la vida de miles de animales y árboles, generando un desequilibrio ambiental de magnitud alarmante.
Es imprescindible recuperar la conciencia ambiental y convertir el cuidado del medio ambiente en una prioridad colectiva. Promover y adoptar prácticas de economía circular no es sólo una opción, sino una necesidad urgente para garantizar una convivencia respetuosa y equilibrada con la naturaleza. Debemos actuar con determinación y responsabilidad, entendiendo que cada decisión que tomamos hoy impacta el legado que dejamos a las futuras generaciones. Ellas merecen heredar un planeta saludable, vibrante y sostenible, donde la vida en todas sus formas pueda prosperar.
En UTEPSA preparamos a nuestros estudiantes para liderar el cambio hacia un mundo más sustentable. A través de proyectos innovadores, prácticas responsables y el compromiso con la economía circular; impulsamos soluciones reales que protegen el medio ambiente, promueven la salud pública y garantizan un uso eficiente de los recursos. Trabajamos para entregar a las próximas generaciones un planeta limpio, seguro y lleno de posibilidades.