Técnicos del Observatorio Astronómico pasan sus noches en busca de objetos que puedan significar una amenaza para la Tierra: restos de satélites o asteroides. Es una herencia de la Unión Soviética

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9 de abril de 2017, 4:00 AM
9 de abril de 2017, 4:00 AM

Cuando el cielo está despejado, en el silencio y la oscuridad de Santa Ana (Tarija), el ingeniero Rodolfo Zalles y los miembros del Observatorio Astronómico Nacional, pasan sus noches mirando el espacio en busca de objetos cercanos y peligrosos.  

Zalles, director del centro, toma hasta mil fotografías cada noche. Luego esas imágenes son estudiadas para detectar asteroides que podrían impactar con el planeta o basura espacial que también puede caer a la Tierra o chocarse con satélites que la orbitan.

El programa, que es parte de una red internacional y que cuenta con dos telescopios modernos, funciona desde 2010 y ha encontrado entre cuatro y cinco restos de satélites por año. Por ahora, ni un asteroide. 

El trabajo del equipo que custodia el Hemisferio Sur, consiste en buscar amenazas potenciales. “La basura espacial son pedazos de satélites artificiales que están fuera de servicio, que se han roto y que ya no se pueden controlar”, explica Zalles y asegura que el riesgo de estas piezas, y de los asteroides, es que se estrellen contra satélites activos, y los dañen, o que caigan a la Tierra.

Un mirador del sur

En los 33 años de servicio que cumple esta semana, el Observatorio Astronómico realizó numerosas investigaciones y elaboró varios catálogos estelares.

Reconocido como un centro científico por la comunidad astronómica internacional, diseñó el catálogo estelar para las naves soviéticas VEHA, que iban al encuentro del cometa Halley en 1986, y el catálogo Fobos para la nave espacial que fue en busca de Fobos, una de las dos lunas que tiene Marte; entre otros.

Desde el 2010, el observatorio forma parte de la Red International Scientific Optical Network (ISON), un proyecto de varios países abocado a la búsqueda y seguimiento de cuerpos cercanos y peligrosos para la Tierra.

Odisea virtual al espacio 

En una sala grande como un cine, con una pantalla cupular en la que se presentan espectáculos astronómicos, se recrea el cielo nocturno de cualquier lugar y momento: puede mostrar, por ejemplo, el primer cielo que vio Cristóbal Colón en América o el que verán nuestros tataranietos desde cualquier confín del mundo, si la iluminación de las ciudades del futuro se los permite.

El Planetario Goto opera desde 2009 gracias al apoyo del Gobierno de Japón y las cifras demuestran que ayuda a promover el interés por la astronomía: al mes reciben 800 visitantes que quieren ver los instrumentos astronómicos, las fotografías del universo y mirar con sus propios ojos el cielo, a través de uno de los cinco telescopios con los que cuenta el centro, “siempre y cuando se tengan las condiciones meteorológicas apropiadas”, subraya Zalles.

Contaminación lumínica

Cuando se instaló el observatorio, en 1982, la iluminación de Tarija casi no interfería la visibilidad del cosmos. Sin embargo, con el paso del tiempo, las luces de la modernidad se encendieron y su reflejo naranja sobre el cielo nocturno afecta la visión del espacio desde Santa Ana.

“El desarrollo de una ciudad no se determina por cuan iluminada está sino por cómo se distribuyen y orientan las luces” explica Zalles a tiempo de aclarar que su intención no es oponerse a la iluminación de zonas rurales, sino exigir que la planificación urbana tome en cuenta “la orientación y el tipo de luz” para que las investigaciones del observatorio puedan seguir siendo útiles para la comunidad astronómica mundial 

Un legado de la URSS que perdura

Cuando terminó  la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión de las Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) buscaban expandir su influencia a escala global y lograr una hegemonía en los campos político e ideológico. En ese proceso, que duró hasta 1991 y que fue conocido como la Guerra Fría, ambas potencias impulsaron la carrera espacial y  los soviéticos pusieron su marca en Tarija.

“La Academia de Ciencias de Moscú acordó con la Academia de Ciencias de Bolivia establecer un observatorio astronómico”, explica a EL DEBER el historiador Eduardo Trigo O’Connor d’Arlach, luego de haber salido de El Roble (Chile) por disposición de la dictadura que presidía Augusto Pinochet. Los soviéticos tampoco pudieron instalarse en Argentina, porque allí imperaba otro gobierno militar anticomunista, el de Jorge Videla. 

En 1982, cuando Bolivia estaba gobernada por Hernán Siles Zuazo, la Academia de las Ciencias de la URSS organizó una expedición científica y destacó las condiciones geográficas y meteorológicas de Tarija para instalar un observatorio. El centro fue inaugurado el 14 de abril de 1984, con el nombre de Observatorio Astronómico Boliviano - Soviético, explica Trigo.

Siete años más tarde, como consecuencia de la desintegración de la URSS, la Academia de Ciencias de Moscú transfirió a su par de Bolivia todos los bienes del observatorio, y esta, en 2009, cedió el centro a la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho.