Es la única especie de oso sudamericano que habita a lo largo de los Andes y en Bolivia se lo encuentra desde La Paz hasta Tarija. Los incendios, la caza y la deforestación están acabando con él. Dentro del ecosistema tiene un papel vital

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14 de marzo de 2022, 7:29 AM
14 de marzo de 2022, 7:29 AM


En septiembre del año pasado, investigadores y gente preocupada por el cuidado de la biodiversidad presenciaba con dolor como un incendio destruía un importante hábitat del oso jucumari. Aquel sitio se encontraba en el cerro El Palmarcito, que forma parte del Área Natural del Manejo Integrado El Palmar, perteneciente al municipio de Presto (Chuquisaca). El peligro residía en que, al alejarse del fuego hacia otras zonas para resguardarse, estos animales se exponían a los cazadores furtivos o a los comunarios de la zona que al verlos podían asustarse y matarlos. Los incendios forestales son uno de los tantos problemas a los que se enfrentan esta especie.

El oso jucumari -también llamado oso andino, oso de anteojos o simplemente Ucumari- es la única especie de oso sudamericano que habita a lo largo de los Andes, desde Venezuela hasta el sur de Bolivia. Luego del tapir, es el mayor mamífero terrestre de la región: el jucumari macho puede llegar a superar los dos metros de longitud y pesar alrededor de 200 kilos; las hembras, por lo general, son más pequeñas. 

En Bolivia, este oso habita los bosques y pastizales de toda la vertiente oriental de los Andes tropicales, desde La Paz hasta Tarija. Existen diferentes proyectos y programas en el país para su protección, la mayoría a cargo de investigadores o instituciones privadas o independientes. EXTRA conversó con algunos expertos en esta especie para saber su situación actual.

Protección
En Cochabamba, desde hace un par de años la Fundación Gaia Pacha inició el Proyecto Jucumari para ayudar en el cuidado de este animal. Andrea Fuentes es la coordinadora del proyecto, y menciona que la idea de enfocarse en este oso llevaba tiempo incubando. “Lo decidimos con esta especie puntual porque es una especie ‘paraguas’, eso quiere decir que si nos centramos en conservar esta especie también ayudaremos a conservar a las otras que viven en su hábitat”, explicó Fuentes, que también comentó que espera que este programa en un futuro se extienda a esas otras especies.

Fuentes explicó que la estrategia de su programa no solo apunta a trabajar en la protección del oso jucumari, sino también a dialogar con la gente. “Hay varias dimensiones al momento de cuidar una especie, nosotros trabajamos con la dimensión humana, en la relación que existe entre la especie animal y el ser humano con el lugar donde vive”, señaló Fuentes.

La dimensión humana se ha vuelto una de las más importantes, indicó Fuentes, porque la amenaza directa más importante del oso termina siendo las personas que a veces lo cazan. “Una de las razones de la caza es que el oso se come su ganado. Entender esa interacción para nosotros es muy importante, por eso nuestra estrategia se llama Conservación Comunitaria”.

A través de esta estrategia el Proyecto Jucumari también se preocupa por el punto de vista y el bienestar de las personas que se interrelacionan con el jucumari y buscan tejer lazos de confianza con ellas. 

La conservación comunitaria consiste en apoyar una iniciativa sostenible que ayude a las comunidades a crear menos dependencia del ganado (así hay menos posibilidades de que un jucumari ataque el ganado y un comunitario lo mate para proteger ese ganado). “En la estrategia nosotros propusimos al inicio el turismo comunitario pero no fue bien visto por la gente del lugar, pese a que es una estrategia que funciona en temas de conservación”, mencionó Fuentes. 

Por el momento están trabajando con dos comunidades del norte de Tiquipaya, que al comienzo tuvieron mucho recelo con la presencia de la gente del proyecto. “Después enfocamos nuestro grupo meta sobre las mujeres y les propusimos alternativas sobre tejidos artesanales y cómo podríamos ayudarles nosotros estas artes tradicionales que se van perdiendo y enlazarlo con el tema de la conservación con una iniciativa sostenible”, dijo Fuentes, ingeniera ambiental. 

Hasta la fecha esta segunda opción ha empezado a calar dentro de esas comunidades y hay resultados positivos. “Ahora tenemos buenas relaciones con esas comunidades, nos sentimos bien albergados, ellos nos han dado incluso un espacio en el que nosotros podemos quedarnos y trabajar con las señoras para hacer nuestras actividades”, manifestó Fuentes.

El oso en La Paz​

Viviana Albarracín es una ingeniera ambiental que lleva más de diez años investigando al oso andino. Ella lleva adelante el programa ​Jukumari: Conservando al oso andino boliviano. Albarracín explica que ve la situación de este plantígrado un poco crítica.

 “En un solo mes hemos reportado dos crías de oso sacadas de su hábitat, las mismas que no tienen más de dos meses. Si bien el jucumari está catalogado como vulnerable en el libro rojo de vertebrados de Bolivia y también a nivel de Sudamérica, yo creo que estamos a un paso de que entre en peligro de extinción”, menciona Albarracín. 

Una de las principales causas de este problema en la actualidad es la deforestación, la quema de bosques. También está el mascotismo y el tráfico de esta especie para sacarle las manos y las pieles. “El tema del cambio climático es otro de los temas que afecta al oso andino, eso dificulta que encuentre alimentos en su hábitat y busque sembradíos y ataque al ganado, lo que conlleva a su muerte”, expone Albarracín.

Resulta muy difícil convencer a las autoridades departamentales de la importancia de la conservación de esta especie, señala Albarracín. En 2020 se creó un plan de acción a nivel nacional entre los investigadores para su protección que se ha venido difundiendo desde entonces.

Según estudios, se ha establecido que la población de osos jucumaris en el país es de aproximadamente 3.000 individuos. “El número está bajando, porque entre Perú y Bolivia se dice que tenía la mayor cantidad de población; sin embargo, la pérdida de hábitat está haciendo que estos números también se reduzcan. Ha disminuido más o menos en un 20% a 27%”, dice Albarracín.

La investigadora, que tiene su área de trabajo en las zonas de Apolobamba e Inquisivi, comenta que los conflictos entre la gente y los osos andinos se dan tanto en las áreas protegidas como en las que no lo son. “Fuera de las áreas protegidas se incrementa este peligro hacia los osos porque no hay un ente que regule eso, que le indique a las comunidades que está prohibido cazarlos o que no entren tanto al bosque para cultivar y destruyan el hábitat de tantas especies. Los municipios tendrían que estar regulando eso porque es parte de su tuición como lo indica la Constitución Política del Estado y la ley 1333 que vela los temas de medio ambiente, conservación y biodiversidad”, explica Albarracín.

Dentro del ecosistema, el oso andino funciona como un jardinero del bosque, indica Albarracín, porque él va regando semillas de los frutos que consume y le da espacio a nuevas plantas, nuevos frutos y arbustos. “Él va sembrando vida”, puntualiza Albarracín.



Resolver conflictos

Ximena Velez Liendo es una de las más prestigiosas investigadoras de los osos andinos en Sudamérica. Nació en Oruro pero tiene su base de trabajo en Tarija. En 2017 ganó el premio Whitley 2017 otorgado por Whitley Fund for Nature (WFN), por su trabajo de investigación sobre la coexistencia de los osos andinos con los humanos. 

Después de ese premio la situación del oso andino y las zonas donde trabajamos se hicieron más públicas. Por un lado eso fue un aspecto positivo, por todo el apoyo de la prensa y la visibilidad sobre el tema, en particular para zonas que no son tan conocidas para el hábitat del oso como son Tarija y Chuquisaca”, resalta Velez.

A nivel nacional no se pudo consolidar ningún proyecto de apoyo a esta iniciativa, aunque sí a nivel departamental, señala Velez, ya que en 2018 la Gobernación de Tarija declaró al oso andino como patrimonio natural. “En términos de financiamiento de parte del Gobierno, el apoyo es nulo, no tenemos ningún tipo de fondo. Yo trabajo con fondos de una institución del Reino Unido (la WFN) y así hemos podido continuar nuestras investigaciones”, expresa Velez.

La investigadora habló sobre el trabajo que realizan con las comunidades para resolver el conflicto que se tiene con especies como el oso jucumari: “Primero evaluamos cuál es el nivel de conflicto que tienen. Si ya es un conflicto que ha escalado a un punto en el que el odio por la especie es ya irreparable o estamos en un nivel en el cual con medidas específicas y tratando puntos que son clave para poder cambiar actitudes y aumentar tolerancia a la presencia del oso andino se pueden arreglar”, indica Velez.

En las comunidades con las que trabajan ese conflicto está en nivel intermedio. Sí había una alta cacería de osos pero todavía la tolerancia a la presencia de esa especie podría ser manejable. 

“El principal problema de estas comunidades era el ataque al ganado. En el bosque seco, por el terreno, la ganadería es mucho más complicada de sobrellevar, así que la pérdida del ganado en estas zonas se daba más por causa del manejo que por ataques del oso andino. Pero como ese ganado muere y su carroña es aprovechada por los osos y otras especies, se cree que fue atacado. Entonces, era muy importante empezar a trabajar con la gente y buscarles alguna alternativa amigable con la naturaleza con las que puedan beneficiarse. Así fue como les propusimos la apicultura y ahora trabajamos con cinco comunidades en la producción de miel”, indica Velez. 

El oso jucumari ataca muy poco al ganado, dice Velez, pero cualquier ataque da paso a que esa acción genere temor y violencia hacia ellos. Además de la miel trabajan con frutas, como los cítricos, y venden esos productos bajo el nombre de Valle de Osos, cuenta Velez.

La investigadora espera que alguna vez cambie la figura en el país y el Gobierno invierta en investigaciones científicas. Aunque también exhorta a quienes quieran seguir trabajando con las ciencias que busquen ayuda fuera de Bolivia, con las becas y fondos que siempre se están ofreciendo.





Otros proyectos
El Centro de Custodia de Fauna Silvestre Senda Verde es un refugio de animales en el departamento de La Paz que tiene más de 800 animales rescatados de 64 especies diferentes. Una de esas especies es el oso jucumari. Fue creado por Vicky Ossio y Marcelo Levy en 2003. El año pasado con la ayuda de la Embajada de los Estados Unidos, produjeron el documental El llamado de Ajayu, sobre un oso jucumari llamado Ajayu que fue rescatado en Cochabamba en 2016 luego de ser apedreado por algunos pobladores, lo que ocasionó que pierda el ojo izquierdo. 

Son cuatro osos que se encuentran en Senda Verde. A través de ellos hacen campañas para su preservación. En 2016, un videojuego llamado Jucumari ganó en esta categoría en los Premios Eduardo Abaroa. Al finalizar el juego el participante tenía una opción para hacer un donativo a Senda Verde. 

Los desarrolladores de este videojuego fueron Enrique Oropeza y Ruth García, gracias al apoyo de la Alianza de Vreality S.R.L. y Untamed Fox. El juego se inicia cuando Tarkus (nombre de uno de los osos de Senda Verde) tiene que vencer diferentes obstáculos.




En la cultura boliviana
El oso jucumari juega un papel importante en la cultura y el imaginario boliviano, un ejemplo de ellos es que es una pieza principal en la diablada, la danza que simboliza la lucha del bien contra el mal. Aquí, el jucumari es el mediador de la pelea entre los ángeles y los diablos, tomándose la libertad de realizar travesuras de todo tipo y alegrar a la gente. El oso andino representa la fertilidad y es quien abre paso a los bailarines entre la multitud, invitando a los espectadores a bailar.

En un artículo publicado en el medio Verdad Con Tinta, Ximena Vélez explicaba que la presencia del oso en la danza de la diablada tiene origen en la fuerte representación andina de la misma. A su vez, la presencia del animal se relaciona con el Ukupacha, también conocido como Alax Pacha en aimara, ya que el jucumari sale del inframundo, de la profundidad de las minas, para hacer sus travesuras durante los días de la fiesta.




Pero también, en Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, está el mito muy fuerte de que el oso roba a hombres y mujeres para llevarlos a su cueva con el fin de tener hijos con ellos.

El jucumari, al igual que otras especies en Bolivia, debe protegerse a toda costa.