Juan Tomás Martín estuvo en Rusia 2018 y promete revolucionar este Mundial.

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27 de octubre de 2022, 10:20 AM
27 de octubre de 2022, 10:20 AM

La primera vez que le preguntaron si era pariente de Lionel Messi no sabía quién era Messi.

Cuando en 2005 Juan Tomás Martín, alias "Juanto", caminaba por Rosario (Argenitna) no faltaba una mano en el hombro que lo detenía al grito de "¿sos el primo?".

Según relata El Clarín, era vendedor callejero de perfumes de imitación, un día se miró al espejo y dejó de verse. Tal vez fue la curva de su nariz o el contorno de su boca, o el afán por parecerse. Desde entonces empezó a convivir con "el otro", con el entonces potencial mejor jugador del mundo, un coterráneo al que Hernán Casciari llama "un hombre perro" que siempre quiere llevarse "la esponja a la cucha".

Juan no se resistió y jugó a ser Lionel, una, dos, cinco veces. Del otro lado hubo aceptación, llegó entonces una oferta publicitaria para trabajar unos días en Río de Janeiro, otra para filmar en Barcelona y no existieron más dudas: el emprendimiento generaba un efecto hipnótico. Así se transformó en su imitador. "No me gusta que digan doble", aclara.

Desde hace una década sostiene su "clonación". Gracias a ella viajará a Qatar en lo que será su segundo Mundial, después de haber visitado Rusia en 2018. No tiene manager ni ataduras. Está dispuesto a trabajar a las órdenes del Paris Saint-Germain, de la AFA o de cualquier empresa que requiera de su ilusión óptica.

También santafesino, 42 años, "Juanto" se crió en Villa Constitución y a los 14 se mudó a Rosario. Comerciante con local propio de velas y sahumerios, no vive solamente de la parodia: es un obrero que puede poner el lomo para transportar cajas de mercadería, llamar a los proveedores, pelear precios, limpiar, vender y a la vez manejarse los contratos del oficio paralelo. 

El lanzamiento del personaje ocurrió tímidamente en 2013. Mientras su imitado se estrenaba como capitán de Barcelona en un partido de Liga, él se enteró de un concurso colombiano de dobles de Lío y mandó un video. Ganó, rechazó el premio por la imposibilidad de hacer uso de él (una entrada para el partido Messi y sus Amigos en Medellín), pero terminó con las vacilaciones. Su vida como "mellizo perdido" era posible.

"Como estaba embalado, seguí buscando y encontré un casting de una empresa de telefonía celular. Me presenté, quedé y grabé un comercial en la Avenida Cabildo", detalla. Las estaciones siguientes fueron apariciones en Animales sueltos y en comerciales internacionales de gaseosa, snack y líneas aéreas. "Esto es un ingreso extra. Lo que entra lo pongo en mi negocio, no lo veo como una empresa paralela".

El hombre que encarna al mismísimo templo humano del fútbol, ignora ese mundo redondo y pasional, vive abstraído, como en una burbuja. Es simpatizante de River Plate, pero no llora el adiós de Marcelo Gallardo ni conoce la actualidad minuciosa de la Selección. Tal vez el secreto del arte de la falsificación funcione mejor cuanto menos se contamine.

Nació el 7 de marzo 1980, siete años (o 2.573 días) antes que su imitado. Tercer hijo de un administrador de empresas y una docente y psicóloga, la comedia no era una opción familiar, más bien era un universo lejanísimo y extraño al que no imaginaba asomarse.

Antes que las fragancias y los inciensos estuvo el fútbol. Peloteaba como diestro en el Club Cosmos de Villa Constitución, pero el fuego sagrado no se encendía. "Era 10, usaba la 10", avisa como emparejando su historia con la del "monstruo". "También era 8 y 5, armaba el juego, tenía buen dominio de pelota". 

"Jugué hasta los 10 y después retomé a los 12 porque me buscaban de otros clubes. Los entrenadores me venían a buscar a mi casa y yo salía corriendo porque no quería. Jugaba en la vereda y cuando los veía llegar disparaba a la esquina. A mí me gustaba en realidad el atletismo".

A los 14 retomó en Renato Cesarini, pero el intento se hacía "cuesta arriba, eran dos colectivos para llegar a entrenar". El paso siguiente fue probarse en Rosario Central junto a 500 chicos. No quedó, pero algo volvería unirlo de manera periférica a la redonda.

Juan Tomás Marín