Le invitamos a adentrarse en la piel de un comunicador del Plan Tres Mil convertido en mano derecha de un diputado chileno, un cuidador del Zoológico, un minibusero, el portero de una universidad y un peluquero que se actualiza con YouTube

1 de mayo de 2024, 7:00 AM
1 de mayo de 2024, 7:00 AM

Son cinco historias que conmueven. La calle está cada vez más dura, pero cada uno de ellos se ha abierto camino y ha sorteado la adversidad con su esfuerzo y sacrificio. Son relatos que inspiran a propósito del Día del Trabajador.

Un vecino del Plan Tres Mil es el protagonista de una historia inspiradora. Hijo de dos panaderos que apenas podían leer y escribir, puso todo su esfuerzo y con una beca auspiciada por la Iglesia pudo estudiar en la Universidad Católica. Migró hace una década, trabajó en un medio chileno y ahora se ha convertido en el asesor en comunicación y mano derecha de un diputado de ese país.  

También conocerá a un cuidador de animales en el zoológico cruceño que relata las dificultades y cuidados que requiere el trabajo que presta. Al igual que el guardia que se ocupa de la seguridad de una universidad cruceña y arriesga su vida en una urbe en la que la delincuencia se ha incrementado.

No falta un personaje imprescindible, un minibusero paceño que defiende su trabajo, muestra lo sacrificado que es y llega a decir que es uno de los más estresantes a los que alguien puede dedicarse. Mientras que un peluquero cuenta que los días en los que la mayoría de las personas descansan, son los que él más trabajo tiene.

Elías Vaca emergió del Plan Tres Mil y ahora es la mano derecha de un diputado chileno


Elías Vaca
Elías Vaca


Viene de una familia de ocho hermanos. Vivió en el Plan Tres Mil de Santa Cruz desde que tenía un mes de vida, y allá pasó su niñez y adolescencia. Luego de ser recomendado por el sacerdote de su barrio y ganar una beca en la Universidad Católica Boliviana se graduó en la carrera de comunicación audiovisual y tras trabajar un tiempo en el país migró a Chile, estuvo en medios, hasta que trabajó con un político que primero postuló a la Alcaldía de Antofagasta y perdió, pero luego ganó un curul en la Cámara de Diputados. Hoy es su asesor y mano derecha.

Su padre no sabía ni leer ni escribir. Su madre un poco más. “Se ganaron la vida como panaderos. Nunca tuvimos un peso para el recreo. Comíamos en un comedor popular del barrio que tenía un costo mínimo”. Su historia definitivamente tuvo mucho esfuerzo y enorme voluntad para tener una vida mejor.

Estudió en el colegio América Fe y Alegría, dentro del Plan. “Ahí estudié desde kínder hasta la promoción. Después ingresé a la Universidad Católica Boliviana. Como asistía a la Iglesia, el sacerdote de mi barrio envió una carta a ese centro de estudios, Diakonia específicamente, y pidió una beca, pero con la condición de tener una nota por encima de 80. De esa manera estudié comunicación audiovisual”.

Su rutina era muy exigente. De 8:00 de la mañana hasta las 13:00 asistía a la universidad. Desde las 15:00 hasta las 19:00 atendía la biblioteca de la UCB como parte de la beca y por la noche trabajaba en la biblioteca de la Iglesia, como parte del servicio que prestaba”. Rodeado de libros, y con el ambiente de estudio, aunque fue duro, eso le ayudó a alcanzar notas de excelencia.
Trabajó en Activa Tv, en Santa Cruz. “Estuve al menos cinco años. Un amigo que trabajaba conmigo migró a Chile y luego de un tiempo llegó a Antofagasta Tv. La jefa de prensa le pidió a una persona como él, y con orgullo le digo que los bolivianos tenemos reputación de muy trabajadores en este país. Este amigo me contactó porque yo le enseñé a editar y hace más de diez años es que decidí migrar”.

Primero se fue a Calama, donde pasó tres meses hasta completar sus papeles para trabajar y luego empezó su ciclo en la televisora chilena. Estuve allí desde 2014 y renuncié hace tres años”.

Su salto a la política la define como “muy natural. El actual diputado Sebastián Videla tenía un programa en Antofagasta Tv, era un espacio social de llamadas directas por teléfono, de quejas que dejaba la gente. Ahí él me solicitó ayuda en el campo de la edición, lo colaboré como tres años en su programa. Luego vino el estallido social en Chile, y las personas comenzaron a conocernos más por las transmisiones en vivo que hacíamos, éramos como un equipo”.

Luego vino la pandemia. La gente los llamaba desesperada, porque no podía salir a trabajar. Mientras otras personas llamaban al mismo programa para donar alimentos y vituallas “que nosotros recogíamos y luego entregábamos", recordó.

Sebastián Videla lo invitó a acompañarlo en la campaña a la Alcaldía. Fue un paso en falso porque perdió y como había renunciado al canal de Antofagasta, quedó sin trabajo y regresó a Bolivia. El destino le dio la oportunidad de acompañar a su padre en sus últimos días de vida, “falleció al tiempo que regresé, estuve con él y con mi familia en esos días”, recuerda.

Pero luego, Videla volvió a contactarlo, esta vez para su campaña para ser electo diputado. Esta vez ganó. “Otra vez aposté por él y trabajo a su lado desde entonces. Soy su asesor en comunicación. Estoy encargado de lo audiovisual, pero también del relacionamiento con los medios ahora que el periodista que estaba encargado de ese área renunció”. Ahora su vida está algunas semanas en Antofagasta, y otras en Valparaíso, la sede del Congreso.

No es casado, no tiene hijos, y prefiere no hablar de eso. “Te puedo decir que tengo decenas de ahijados. Calculo que son como 30. A varios niños a quienes les gusta el fútbol les colaboro con equipo deportivo y mensualidades. De hecho, hay uno que está en Real Santa Cruz, otros en equipos de divisiones inferiores. Son como cinco o seis, y de otros fui padrino de bautizo, y también los colaboro”.

Limbert, el minibusero que dice que su trabajo está “entre los más estresantes del mundo”


Israel Limbert QuispeIsrael Limbert Quispe


Israel Limbert Quispe es un transportista de pasajeros, quien confiesa y trata de demostrar con argumentos que su trabajo “debe ser uno de los más estresantes que hay”. Sacó un préstamo que aún está pagando para adquirir su minibús, y todos los días se pone al mando de ese motorizado guindo para ganarse el pan diario en la línea 543, que realiza el recorrido que conecta la Periférica, Miraflores, al norte; con Achumani, en el sur de la ciudad.

“Los minibuseros no tenemos buena fama, porque perdemos la paciencia fácilmente, admito que muchas veces somos intolerantes con otros conductores cuando estamos manejando, pero voy a aprovechar esta entrevista que usted me hace, para explicarle algo, le puedo asegurar que mi trabajo debe ser uno de los más estresantes que hay”, asegura y se acomoda en el asiento de su vehículo para exponer sus argumentos.

En primer lugar, con el objetivo de lograr un sitio de salida, que les permita hacer su recorrido en los horarios claves, cuando los pasajeros salen de sus casas rumbo al trabajo, “debemos estar en la parada de la línea a las 5:30 de la madrugada y hacer fila. Si llegas tarde pues subirás o bajarás vacío. Así que el stress y la competencia con los mismos compañeros comienza muy temprano”.

Si es que uno no “pilla” la hora pico, está predestinado “a subir con no más de 5 pasajeros”. Segundo, en el recorrido, si se toma en cuenta que La Paz está plagada de líneas de minibuses, “tienes que competir en cada esquina con otros choferes, en una especie de carrera para llenar todos tus asientos. Te cruzan, se meten, hay que estar muy concentrado porque además tienes la responsabilidad de llevar seguros a tus pasajeros. Un accidente, un choque, puede complicarte".

Recalca que no es asalariado. “El trabajo es muy complicado, trabajo de sol a sol. La Paz es una ciudad muy caótica, la trancadera y los bloqueos te complican demasiado. Vivimos al día, si recaudas comes. Trabajamos desde muy temprano y terminamos a las 23:00. Así que ¿cómo nos van a pedir que manejemos tranquilos si se tiene tremenda presión encima?”

A eso se suma que el minibusero tiene también presión de los pasajeros. “Cuando te encuentras con un bloqueo, la misma gente te exige que salgas por algún lado. Al final se bajan y no te pagan, todos andamos estresados”.

Por algún motivo, antes de la pandemia la renta era más alta. “Los usuarios correteaban tras de la movilidad, ahora somos nosotros los que correteamos a la gente. Además, tengo la sensación de que La Paz se está vaciando, creo que la gente se fue”.

Entonces la consigna es trabajar hasta más tarde. “Pero ahí está la inseguridad. Es vacío y entonces corremos más riesgo de ser asaltados, cogoteados”, asegura. Antes de 2020 se sacaba al menos Bs 300 por día. “Al menos este año estamos sacando Bs 200 como mucho y matándonos, Bs 150 si no te rajas tanto”, confiesa.

Por mes, don Israel advierte que debe apartar la cuota del banco “que no perdona”, y hay que apartar al menos Bs 1000, para el mantenimiento del motorizado. Las pastillas de freno han subido, cuestan Bs 150, se deben ajustar una vez en 30 días. El aceite se cambia cada tres semanas y es caro, unos Bs 400. Eso entre otros gastos”, aseguró.

Grover Márquez, es peluquero y se actualiza con tutoriales de YouTube


Grover Márquez

Grover Márquez


Ama su trabajo,. Grover Márquez es un coiffeur que trabaja en una peluquería masculina de la zona sur de La Paz. El domingo es para él un día indefectiblemente laboral, porque es cuando más clientes hay, así que descansa un día, de lunes a viernes, y trabaja los otros seis. Ante el desafío de hacer cortes de artistas y futbolistas, que le piden principalmente los más jóvenes, confiesa que recurre a tutoriales en Youtube y luego, si es muy complicado, se pone a practicar con algún sobrino.

“De viernes a domingo son los días que más trabajo hay, así que hay que estar. Es cansador porque estás de pie todo el día, pero al menos trabajamos bajo techo. Este oficio te da para vivir, pero depende mucho de la experiencia que tengas y de la calidad en el arte del corte. Te haces clientela”, asegura. Además, sus jornadas comienzan a las 8:30 y pueden terminar más allá de las 21:00, así que son más de 12 horas.

Hay casos, como el inicio de clases, cuando la fila se alarga y se trabaja 'por tiempo y materia' hasta que el último estudiante de la fila pueda regresar a casa con el cabello recortado para empezar el lunes con todo. 

No pasa lo mismo con las peluquerías femeninas. “Las damas acuden viernes y sábado, cuando tuenen acontecimientos sociales. El domingo sus peluquerías cierran porque no hay clientela y no tiene sentido atender”.

Trabaja y se actualiza según lo que impone la moda, “que para los más jóvenes está marcada por lo que imponen los actores, los cantantes y los futbolistas, más que todo. Se denominan cortes desvanecidos. Peladito a los costados, otros no tanto, pero te piden unas rayas que incluyen incluso al menos una de las cejas, y debe ser simétrico. Se hacen figuras”, se explaya explicando.

¿Cómo aprende?, se le pregunta. “Mirando a los famosos. Además, la tecnología se ha convertido en una gran aliada. Yo personalmente me actualizo mirando tutoriales en YouTube. Si es que tienes la técnica, es simplemente aplicar. Cuando es complicado, entonces es aconsejable, y es lo que yo hago, practicar con algún familiar, un sobrino”, advierte.

No faltan los clientes insatisfechos, “siempre te encuentras con personas que no salen contentas. Una vez vino un joven que tenía en cabello largo, y me pidió que le corte solo un centímetro. Cuando terminé se molestó porque me dijo que me había excedido. Creo que no volverá, lamentable, porque le aseguro que yo cumplí lo que me pedió al pie de la letra”.

Tiene la destreza de hacer figuras geométricas en la cabeza, como rayos, estrellas, flores. “Son como tatuajes. Demoras, pero al final queda muy bonito. La peluquería es un ámbito muy amplio”, explica como quien está enamorado de lo que hace.

Mira a sus compañeros. Explica que todos tienen un trato personal con el dueño de la peluquería. El corte tiene un costo de Bs 30, “vamos a mitades. Según el día puedes atender de 15 a 25 clientes como máximo”. Eso quiere decir, aunque él no lo especifica, que puede sacar de Bs 225 a 375 por día.

Pero quien trabaja al lado es un competidor, así que admite que no es raro que muchas veces se genere una rivalidad que considera sana, aunque puede ser incómoda. “Eso obliga a que te esmeres para hacer un mejor trabajo. Además, el ser sociable y conversador, luego de tu capacidad, ayuda a hacerse de clientela”, confiesa. Él es bolivarista, y el fútbol, como la política, el clima, son temas que siempre salen a relucir en la conversación. “Uno tiene que estar bien informado, para tener temas de conversación”, asegura.

Su esposa trabaja en un spa, y aunque en alguna medida son colegas, no se conocieron en del ambiente, “fue en una fiesta con amigos. Ya llevamos más de 15 años casados".

Don Pepe se levanta a las 03:30 y siendo el portero de una universidad dice que su recompensa es ver a los estudiantes profesionalizarse y tener éxito 


José Luis Rodríguez
José Luis Rodríguez


Entre el trajín de estudiantes, y el ir y venir de docentes, en la universidad Nur un hombre se destaca por su presencia constante y su espíritu servicial. José Luis Rodríguez, conocido cariñosamente como ´’Don Pepe’, es mucho más que un portero de las instalaciones; es un pilar en esta comunidad universitaria y un amigo para muchos estudiantes. Durante 18 años, ha entregado su dedicación a dicha casa de estudio, donde su historia se entreteje con respeto, cariño y una notable predisposición.

Don Pepe es un hombre de familia y de principios arraigados, en mayo cumplirá 54 años. Criado por su abuelita en Lagunilla, capital de la provincia de Cordillera, en el departamento de Santa Cruz​, ha aprendido el valor del trabajo desde una edad temprana. A pesar de las dificultades, se enorgullece de haber criado a su hijo con dignidad y de haberle brindado la oportunidad de una educación universitaria.

A los siete años, comenzó a llenar bolsas con chala de maíz para vender, una tarea que lo llevaba a interactuar con adultos, siendo uno de los pocos jóvenes en realizarla. Don Pepe rememoró una anécdota de aquellos tiempos: un anciano solía menospreciarlo, sin embargo, un día, mientras Pepe trabajaba, el anciano se encontraba con otros jóvenes de su edad y les dijo: "como aquel chango, no hay otro", destacando el esfuerzo de Pepe en comparación con los demás. "Después de haberme menospreciado tanto, un amigo me contó que les dijo eso. Al final, ese anciano me admiraba", recordó.

Con el paso del tiempo, adquirió experiencia trabajando con un ganadero durante varios años. En su etapa adulta, residió en Camiri por un tiempo y también desempeñó labores como guardia de seguridad en la Caja Nacional. Finalmente, en 2006, ingresó a la Universidad Nur como guardia de seguridad, buscando nuevas oportunidades. A pesar de sus temores iniciales de ser maltratado, se encontró con un ambiente desconocido, pero acogedor, en la comunidad universitaria.

Su jornada laboral comienza desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde, en donde él se encarga de que las instalaciones estén bien equipadas para los estudiantes y de recibir a todos con su cariño habitual. “A mí me gusta llegar temprano para atender a los estudiantes: que los baños tengan papel higiénico, que haya rollos de secamanos, que los bidones de agua estén llenos…me gusta que tengan todo listo”, expresó con cariño.

Su día a día comienza desde las 03:30 de la madrugada, cuando se despierta para alistar su ropa para el trabajo y llegar a las seis de la mañana a la universidad. “Me gusta recibirlos bien, esa es una de mis motivaciones para no llegar tarde”, compartió don Pepe. Desde su llegada, él recibe a cientos de alumnos que lo saludan.

En la Universidad Nur es una presencia constante en la puerta del edificio central, ubicado en la avenida Cristo Redentor. Don Pepe no solo se encarga de cuidar los cascos de los jóvenes, sino que también coordina llamadas telefónicas que implican tareas urgentes que debe llevar a cabo de inmediato para el confort y la comodidad de la comunidad universitaria.

Para él, la universidad es mucho más que un lugar de trabajo; es su familia. Aunque muchos podrían pensar que su labor es monótona o agotadora, para don Pepe cada día es una oportunidad para hacer la diferencia en la vida de los demás. Su apego a la universidad y su cariño por la comunidad estudiantil se reflejan en el afecto y el reconocimiento que recibe.

Aunque nunca estudió formalmente, su sabiduría y su dedicación lo han convertido en un referente dentro de la institución. Incluso más allá de las generaciones actuales, su nombre resuena con cariño y gratitud. “Mi deseo es verlos crecer, salir adelante, que sean personas exitosas y de bien, como siempre lo han demostrado aquí”, expresó. Para don Pepe, el verdadero valor del trabajo radica en el servicio a los demás y en el impacto positivo que puede generar en la vida de quienes lo rodean.

Javier López, cuida los animales en el Zoológico 24/7 y eso le da paz 


Javier López Javier López


En el Zoológico Municipal de Santa Cruz de la Sierra, todos los días la rutina continúa con la dedicación de quienes trabajan en ese lugar. Entre ellos se encuentra Javier López, un hombre de 43 años, quien es parte del equipo de conservación del zoológico.

Él forma parte del equipo de cuidadores desde hace dos años. Este equipo está en pie desde las 7:00 hasta las 15:00. Los cuidadores se encargan de todos los animales del zoo: aves rapaces, felinos, animales de granja, réptiles, peces, entre otros. Para garantizar una atención óptima, los cuidadores están divididos por sectores, cada uno enfocado en el cuidado y bienestar de las especies asignadas.

Al momento de la entrevista, Javier le daba de comer a los cóndores. Contó que su día comienza temprano, levantándose a las 5:15 de la mañana para llegar a su trabajo a las 7:00. Desde entonces, su jornada está marcada por la atención y el cuidado de los diversos animales que habitan en el recinto.

Como parte del equipo de conservación, Javier tiene la importante tarea de garantizar la limpieza, desinfección y alimentación de los animales a su cargo. Desde distintos tipos de loros hasta cóndores, cada especie requiere una dieta específica, un cuidado especial y una hora de alimentación según el animal. A pesar de que la mayoría de aves come cereales y semillas, a los rapaces se les tiene que mezclar con carne o alimentos que sí son para su especie. “Los cóndores comen en la tarde, ellos no comen en la mañana. En la cocina (del zoo) les hacen una dieta especial con carne”, ejemplificó.

Javier comentó que los animales son bastante tranquilos cuando él les da de comer o les limpia sus lugares, no se escapan o se ponen agresivos. Aseguró que los trabajadores del zoológico cruceño hacen lo ‘mejor’ para que estos animales tengan buenas condiciones de vida.

Su labor no se limita solo a los días laborales regulares; también trabaja en turno los fines de semana y días feriados, ya que el bienestar de los animales es una prioridad constante. “(Los cuidadores) seguimos un turno. Aquí trabajamos 24/7. No puede haber un día que no demos de comer a los animales”, explica López, enfatizando que no existe un ‘feriado’ respecto a la alimentación de estos seres vivos.  

Para él, el mayor desafío es mejorar continuamente la calidad de su trabajo y satisfacer las necesidades de los animales que cuida, quienes, a pesar de estar en cautiverio, merecen una vida lo más cercana posible a la que tendrían en la naturaleza. “Antes de irnos, damos una vuelta por todo el lugar. Para ver cómo están los animales, si necesitan algo. Aparte de nosotros, hay otros veterinarios que también están encargados”, señaló.  

Javier encuentra satisfacción en su labor diaria, especialmente en el contacto directo con los animales, que le brinda tranquilidad y paz. Aunque su formación profesional no está relacionada con el cuidado de animales, ha encontrado en esta labor una verdadera pasión y una forma de desestresarse del ajetreo de la vida cotidiana.

En este Día del Trabajo, mientras muchos descansan, los cuidadores del zoológico continúan trabajando incansablemente para asegurar el bienestar de estos seres vivos y para transmitir el mensaje de conservación y respeto hacia todas las formas de vida en nuestro planeta.