Surgen cuestionamientos sobre la creciente cercanía entre Bolivia y Rusia, tras confirmarse el suministro de combustibles desde el país euroasiático y la reciente firma de un contrato entre la estatal YLB y la empresa rusa Uranium One Group. Un informe reciente de la Fundación Milenio advierte sobre el riesgo de que Bolivia quede atrapada en las tensiones geopolíticas de las grandes potencias, destacando la creciente influencia política y económica de Rusia en la región, especialmente bajo el liderazgo de Vladimir Putin. Esta relación podría comprometer la independencia del Estado boliviano en el contexto internacional.
Este fenómeno ha sido destacado en un informe titulado El Alcance Global de Rusia: Manual del Kremlin en América Latina y el Caribe, elaborado por el Centro para el Estudio de la Democracia (CSD) y divulgado esta semana.
Según el informe, desde la invasión de Ucrania en 2022, Rusia ha intensificado sus esfuerzos por expandir su presencia en América Latina, centrándose en países como Venezuela, Brasil, Panamá y Bolivia.
En el caso de Bolivia, la influencia rusa se manifiesta en el alineamiento de la política exterior del gobierno de Luis Arce con los intereses estratégicos del Kremlin en varios foros internacionales, como señaló Henry Oporto, director de la Fundación Milenio.
“El voto boliviano en la ONU, por ejemplo, ha reflejado los intereses rusos desde el inicio de la guerra en el este de Europa", afirmó Oporto.
El informe también subraya que la energía es una herramienta clave en la estrategia geopolítica de Rusia. Actualmente, las exportaciones de petróleo ruso a América Latina alcanzan los 300 mil barriles diarios, lo que representa el 5% del total de sus ventas.
En Bolivia, tras la reciente visita de Arce a Moscú, Rusia ha comenzado a enviar diésel a través de puertos chilenos, ante las dificultades del país para importar combustibles por vías tradicionales.
Este suministro podría continuar, dado que el 67% de las importaciones bolivianas está compuesto por combustibles, lo que convierte a Rusia en un proveedor clave.
Además, la empresa rusa Rosatom ha establecido una planta de investigación nuclear en Bolivia, una inversión que Oporto califica de “sin lógica económica”.
No obstante, este proyecto ayuda a afianzar la presencia rusa en Bolivia, especialmente en sectores estratégicos como los yacimientos de litio, cruciales para la industria tecnológica global.
Otro aspecto que genera inquietud es el contrato firmado entre Bolivia y Uranium One, una compañía rusa vinculada a Rosatom, para la construcción de una planta de carbonato de litio en el salar de Uyuni. Esta decisión se tomó en un clima de hermetismo, lo que ha suscitado críticas sobre la falta de transparencia en la relación bilateral.
Milenio advierte que la influencia política de Rusia podría aumentar aún más a medida que crezca su papel como proveedor de combustibles para Bolivia, lo que podría generar una dependencia peligrosa para el país.
Además, a pesar de que Rusia invierte menos que China en la región, su capacidad para obtener beneficios políticos y diplomáticos es mayor, aprovechando la debilidad institucional de Bolivia y la afinidad del partido gobernante con los intereses del Kremlin.
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