El presidente Luis Arce Catacora anunció un mensaje al país para las 20 horas del 8 de septiembre. Normalmente, todo mensaje presidencial despierta ciertas expectativas, mucho más en una coyuntura de crisis económica como la que se vive, pero equivocados estuvieron todos los que esperaban alguna decisión significativa de quien tiene la responsabilidad de conducir los destinos del país.

Arce volvió a culpar de todos los males al gobierno de Evo Morales, en el que trabajó como ministro de Economía. Insistió en que no hubo la exploración petrolera necesaria para garantizar la producción sostenida de hidrocarburos y admitió la dramática declinación de la producción de los principales pozos de gas. Nada que no hayan advertido oportunamente decenas de expertos en economía e hidrocarburos; alertas que fueron sistemáticamente negadas e ignoradas con el discurso fácil y superfluo de que los especialistas eran “neoliberales”.

El gobernante también admitió que el mejor momento de la economía llegó en 2014 y que desde entonces, una década, todo fue cayendo hasta llegar al momento presente en el que se esfumaron las reservas internacionales, no hay dólares en la economía y está subiendo el costo de vida. La única salida de corto plazo es contraer nuevos créditos, deuda que no tiene la luz verde de la Asamblea Legislativa Plurinacional, lo que Arce llama “sabotaje”.

Explicó todo, pero no dijo nada que dé certezas al país sobre el rumbo de la economía. Ratificó su tesis de que la solución pasa por la sustitución de importaciones, con la instalación de plantas productoras de diésel, por ejemplo; aunque los mismos expertos a los que despreció en su momento, adelantaron que las inversiones estatales están lejos de satisfacer las crecientes necesidades del sector productivo.

Con seguridad que los miembros de su equipo político y sus admiradores aplaudieron frenéticamente la exposición de la autoridad; pero después de tan detallada descripción de la década de debacle, queda abierta una gran interrogante: ¿Por qué cuando fue candidato a la presidencia, bajo el padrinazgo de Evo Morales, no habló de los peligros que acechaban a la economía? ¿Por qué desde el 8 de noviembre de 2020, cuando asumió su cargo, no aplicó medidas de austeridad en el Estado o abrió un debate urgente y necesario sobre la subvención a los hidrocarburos? Queda claro que él tenía toda la información del caso, pero prefirió hacer política en lugar de hacer gestión.

Lo que Arce omitió en su disertación es mencionar que, como ministro de Economía, administró los cuantiosos recursos de la época dorada de la exportación de gas y que, por ejemplo, se despilfarraron en los millonarios desfalcos del Fondioc, en la constitución de empresas estatales deficitarias e inútiles como la ensambladora de computadoras y teléfonos o la compra de un lujoso avión y un helicóptero para que su jefe y ahora rival político, Evo Morales, se desplace diariamente de un acto a otro, de evento a otro, de una cancha a otra. Más allá de insistir en que “no se cuidó la nacionalización”, Arce no dijo nada del festín económico que se vivió desde 2006 hasta 2019.

Explicar todo y no decidir nada, esa parece ser la estrategia del gobierno. Un plan del que poco y nada bueno se puede esperar.