Está claro que en Bolivia -al igual que la política y la economía-, también al fútbol se lo lleva a las patadas. De muy mala manera. Por dirigencias ineptas y torneos caseros de bajo nivel competitivo, entre otras causas. Por eso es ilusorio esperar resultados diferentes de los logrados en la Copa América USA 2024, encarnados en el sentimiento de frustración del hincha por la campaña más pobre de la Verde que se recuerde en mucho tiempo. Eliminados en fase de grupos tras enhebrar tres derrotas: 0-2 con EEUU, 0-5 con Uruguay y 1-3 con Panamá a quien, al menos, se le marcó el único gol contra 10 recibidos.

Mientras se prolonga la pantomima del ‘golpe’ o ‘autogolpe’ de Estado para bochorno nacional y conmiseración planetaria, el verde pálido de la camiseta de la FBF con detalles andinos en las mangas, fue el único cambio en el equipo dirigido por el brasileño Zago y que en sus anteriores presentaciones utilizó también un inusual rojo chillón para nada distinto de duros reveses. Sin que mejorara un ápice el rendimiento de una Selección sin identidad de juego definida y con fragilidad extrema en todas sus líneas.

No hay nada nuevo bajo el sol. Los fracasos estrepitosos del fútbol boliviano se repiten. Perder es un hábito. Una mala costumbre. Si la FIFA o la Conmebol lo permitiesen, Bolivia debería solicitar unos años de licencia sin competir internacionalmente. Suena a desatino. Al menos, se evitaría más papelones para empezar a trabajar a fondo y en serio. Para cambiar de una buena vez. No hay otra receta conocida para salir del pozo.