En Argentina hay un debate de proporciones mayores. Involucra al expresidente Alberto Fernández y a su esposa (de la que ahora está separado) Fabiola Yáñez. Ella lo acusa de haberla golpeado hasta dejarle marcas en el cuerpo. Él se proclama inocente. Y los medios de este país están en un ida y vuelta de declaraciones.

Lo peor es lo que ocurre en el contorno de la relación, entre los que opinan a favor y en contra de los involucrados. Están los que defienden a Fabiola Yáñez y condenan las agresiones. Pero también están los que hablan de motivos que ella habría dado para ser sometida de esa manera. Lo peor es que se buscan argumentos para justificar lo injustificable. Si ella era buena o mala esposa, si lo presionaba o no, etc. Nada da pie a que se ejerza la violencia sicológica o física contra una persona, sea quien sea. Por supuesto que el asunto cobra mayor relieve al tratarse de un exmandatario y una exprimera dama.

El ejercicio de la violencia es una constante en muchos hogares y hay quienes se alinean en ese lado incorrecto, ya sea con justificaciones o con comentarios burlescos, que lo único que hacen es enraizar más el problema. El hecho de que no se vea el problema a fondo da lugar a la suma de feminicidios e infanticidios. Por eso es urgente tomar conciencia en cada familia, en cada niño que se va educando, en cada madre y en cada padre. No podemos seguir siendo observadores pasivos de una realidad que es truculenta.