Israel Huaytari Martínez nació en Potosí hace 39 años. Desde los primeros días de noviembre de 2023 funge como presidente de la Cámara de Diputados. Es del ala ‘arcista’ del MAS. “Vamos a trabajar en el marco del respeto, del consenso y de la unidad”, dijo cuando juró al cargo después de ser elegido por ‘mayoría simple’ en segunda vuelta. Al mismo tiempo, pasó a ocupar el tercer lugar en la línea de la sucesión presidencial. Nada más y nada menos.

La gestión parlamentaria de Huaytari lleva la marca de los escándalos. En 2022 se vio envuelto en una polémica tras ser acusado de regalar un vehículo ‘chuto’ a dirigentes de una pequeña comunidad potosina. Él negó el cargo y lo calificó de ‘difamación’. También levantó polvo su reparto de celulares a diputados, aclarando luego que fue en ‘comodato’ y tenían que ser devueltos luego de utilizarlos. En julio pasado, el jefe de compras de la Cámara fue pillado en flagrancia cobrando un soborno. El abogado de la víctima reveló que el funcionario atribuyó el cobro irregular a una supuesta instrucción de Huaytari. En los últimos días, un hermano suyo le pidió públicamente devolver un préstamo que él había solicitado para la campaña electoral a su anciana madre, junto al pedido de búsqueda de un garaje para guardar cuatro camiones de propiedad desconocida.

Tal parece que la figura y el legado del presidente de Diputados pasarán ensombrecidos al registro histórico del principal poder del Estado boliviano. Por una simple pero fuerte razón: El cargo le quedó grande. Por su inexperiencia, ineptitud y opacidad.