El día a día de la gente ha cambiado innegablemente y eso se ha percibido estrepitosamente en el lapso del último año. Mientras los primeros síntomas de la crisis asomaban a la realidad boliviana, y el Gobierno y sus autoridades se aferraban a negarlo, primero con vehemencia, y luego fueron cediendo en sus posiciones ante la irrebatible realidad, hemos pasado de un ministro de Economía (Marcelo Montenegro), que se animó a decir que no había crisis porque los restaurantes estaban abarrotados de gente, a las declaraciones del presidente de la Cámara Gastronómica (Fabrizio Leigue) que este miércoles ha reportado un 30% de caída en las ventas.

Los que comemos a diario en pensiones lo podemos afirmar, si el plato del día no subió de precio, la porción de la comida se redujo. La pérdida del poder adquisitivo es evidente, y con menos comensales dispuestos a pagar lo que se pide, sobreviene el cierre de sucursales, la reducción de la oferta y del personal de atención. Así lo confirmó Leigue, que reconoció el cambio en los hábitos de consumo, pidiendo a nuestros gobernantes lo que todos gritan: soluciones a la crisis del país.

Y como no todo son malas noticias. La invención de cuatro estudiantes del Instituto Tecnológico Santa Cruz, que crearon una cocina a hidrógeno y que piden volcar la mirada hacia este tipo de energía limpia, nos llena de esperanza. Que la juventud sueñe y siga creando en tiempos difíciles nos hace ver que puede faltar todo, pero carencia de ideas nunca habrá.