Ayer fue entregado el Premio Nobel de Economía a tres estudiosos de las desigualdades de desarrollo entre países. Observaron que una de las causas fundamentales es la institucionalidad. Fracasan las naciones con instituciones débiles, con estructuras que acumulan el poder e impiden el desarrollo libre de sus ciudadanos. Avanzan las que tienen instituciones sólidas y que además se abren a nuevas iniciativas, participación en economía y en política. La investigación define dos tipos de instituciones: las inclusivas, que fomentan la libertad, y las extractivas, que hacen todo lo contrario.

 En el caso de Bolivia prevalecen las segundas, bajo estas características: 1) Empresas privadas se quejan por la falta de seguridad jurídica en el país. Las reglas del juego no son equitativas y hubo momentos en los que más se benefició a la ilegalidad/informalidad que a lo que estaba regulado. 2) La participación política ha sido reiteradamente vulnerada por quienes ostentan el poder. 3) No hay igualdad de oportunidades. El Gobierno privilegia a determinados sectores en desmedro de otros. 4) No hay reglas claras; por ejemplo, está prohibido deforestar, pero se legaliza la deforestación mediante acciones del INRA. 5) La sociedad no percibe que la justicia sea transparente ni ecuánime. 6) La educación sigue siendo deficiente y las oportunidades para la innovación son limitadas. 

Bolivia puede ser un ejemplo, de cómo la falta de instituciones transparentes e inclusivas nos mantienen en un círculo de pobreza: ahora pobres y mañana con más recursos, pero con falta de visión para invertirlos, como pasó con la bonanza económica del gas.