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Carolina Rodas es una creadora de contenido, empresaria e influencer que se ha destacado por su autenticidad y transparencia. Conocida por su estilo único y su enfoque en mostrar aspectos reales de la vida cotidiana, ha logrado conectar con una amplia audiencia que valora su honestidad y sentido del humor. Además, Carolina ha sabido transformar su pasión por la comida y su espíritu emprendedor en un exitoso negocio.
Ella afirma que ahora protege su vida privada, no esconde las cirugías y bótox en su rostro, además cuenta de sus metas y sueños.
¿Cómo equilibrás ser auténtica con crear contenido atractivo para tu audiencia?
En realidad, no tengo equilibrada ni mi vida, peor las redes (risas). Pero siempre trato de ser lo más natural, transparente y sincera.
Creo que mi autenticidad, que tanto me destacan, se debe a que en las redes las personas suelen mostrar solo su mejor versión. Sin embargo, yo elijo mostrar aquello de lo que no se habla, pero que todos pensamos y vivimos.
Respecto a mi audiencia, mi contenido está enfocado en alegrarles el día y sacarles una sonrisa. En estos tiempos, la mejor terapia es la risa.
¿Sos tal cual te muestras en las redes en la vida real?
Al inicio, sí. Fui lo más transparente, y la audiencia lo sentía porque lograba traspasar la pantalla del celular. Sin embargo, cuando las redes pasaron de ser mi hobby a mi trabajo, empecé a cuidar lo que mostraba y decía.
Tras muchos problemas y malas experiencias por exponer demasiado mi privacidad, aprendí a cerrarme, proteger mis sentimientos y dedicarme únicamente a crear contenido para marcas, pero con un enfoque diferente. Ahora me considero “la mami de las ventas” y me enfoco en eso, separando mi vida privada de mi trabajo.
¿Te ha causado problemas ser sincera al hablar?
¡Uy, demasiados! Con mi familia, mis amistades y hasta en mis relaciones. Pero el problema no era mi sinceridad, sino la falta de privacidad que fui creando. Todos sabían más de mi vida que yo misma. Afortunadamente, todo ha sido un aprendizaje. Los tropiezos son inevitables cuando uno empieza.
Sos todo terreno a la hora de comer. ¿Qué no comerías y qué te falta por probar?
Creo que la belleza no está en lo superficial, porque eso se va. Está en la sencillez y la humildad, y eso te lleva lejos. Me considero aventurera con la comida y trato de probar de todo. Sin embargo, no es que me lo coma todo, soy malísima. Aún me falta probar sesos, aunque admito que me da curiosidad.
Fuiste criticada en redes por mostrar unos asaditos virales. ¿Cómo sobrellevaste ese momento?
Fui muy criticada, pero sé con qué intención lo hice. Quería mostrar un desayuno típico camba a mi público del exterior. Lo hice con la mejor intención, y me alegra ver cómo, de situaciones negativas, uno puede crecer y mejorar. Me quedo con lo positivo.
¿Tu amor por la comida te llevó a convertirte en empresaria?
Sin duda. Me crie entre ollas, ya que mi mamá es chef. Ella nunca me trató como la hijita, sino que me enseñó a hacer todo desde pequeña. Siempre soñé con tener algo propio y diferente. Aunque veía ese sueño muy lejano, Dios supo cuándo era el momento.
¿Cómo surgió la idea de emprender?
Todo empezó con mi crisis de los 30. No me sentía feliz con lo que hacía, así que me evalué: ¿Dónde me veía en 10 años? Me di cuenta de que no estaba en el camino correcto y decidí cambiar. Anoté mis sueños, definí mis metas y comencé. Siempre supe que no quería ser la mujer de alguien rico. Yo quería ser la rica de mi familia (risas). Así que inicié mi imperio con Dulcinea.
¿Atendés tu negocio o preparás las delicias que ofrecen?
No estoy sola, tengo una socia increíble, Miriam Rodríguez. Ambas compartimos el propósito de brindar productos únicos y de calidad. Nos encargamos de todo: las recetas, los helados, la masa, las cremas, todo es natural y hecho por nuestras manos.
¿Cuáles son tus metas a largo plazo?
Crecer, sanar y mejorar para poder motivar a otras personas. Quiero llevar Dulcinea a todo el país y luego al exterior.
¿Sos muy sincera al hablar de tus cirugías? ¿Cuántas te has hecho y qué te falta por hacerte?
Lo digo sin titubear, ya que, según yo, la que no se opera no prospera, pero eso pensaba antes. Me hice dos: busto y nariz, y ya sinceramente no me haría más, porque antes de operarme no me veía tantos defectos. Cuanto más te haces, más defectuosa te ves. Una cosa lleva a otra, y así dije: es momento de hacer un alto, porque hasta sin pantorrillas me vi, cosas que antes nunca había notado.
Con un cerebro grande, el cuerpo pasa a otro plano. Ahora tengo rollitos y me siento feliz, siento que tengo más que aportar que un cuerpo perfecto.
¿Siempre haces broma sobre el bótox en tu rostro? ¿Estás contenta con el resultado?
Siento que el bótox no es para mí. El problema es que tengo tantas muecas que, al no tener muchas expresiones, me veo rarísima y todo el mundo lo nota. Así que ahora recurro a otros tratamientos faciales, como skin care, plasmas, cosas a largo plazo que serán beneficiosas.
¿Cuándo decidiste probar el bótox y cuál fue tu experiencia inicial?
Ay no, fue un mes antes de irme a Turquía. Me fui, pero más tiesa que muñeca de plástico, sin expresión alguna. No sabías si estaba triste, enojada o feliz.
¿Por qué ya no mostrás tu vida privada en redes?
¡Ay, Cristo!, porque era muy confiada e inocente. Vivía en una burbuja, uno se comporta como actúa y nunca imagina que haya gente tan mala y que la envidia sea tan efectiva. “Dime de lo que hablas y te diré de lo que careces”. Y por ahí, por mis vacíos, yo tenía la necesidad de que se supiera que estaba bien o feliz, etc. Desde que soy feliz verdaderamente, ya no me interesa que lo sepa el resto.
¿Costó tomar la decisión?
Para nada. No soy de esperar a fin de año para nuevos inicios o que se abran portales o lunas llenas. El momento llega, y cuando el viento sopla, actúo. Tardo en darme cuenta, pero cuando lo hago, no hay vuelta atrás.