Desde la aparición de la consciencia, los humanos hemos tenido una obsesión permanente con viajar en el tiempo. Por ejemplo, el novelista del siglo XIX H. G. Wells publicó en 1895 una novela llamada “La máquina del tiempo”. En los ochenta del siglo XX la saga de “Volver al futuro” con Michael J. Fox nos fascinó. Y hay cientos de libros, películas y series al respecto. Yo les invito a hacerlo de dos formas sin que se necesite una máquina del tiempo.

La primera forma, aunque convencional y a menudo subestimada, es mirar al pasado para entender el futuro. De hecho, la crisis actual que tenemos en el país es una muestra de ello. Sólo basta con leer los textos académicos publicados en las últimas tres décadas del siglo XX para ver qué está pasando en la crisis actual y también qué pasará con la economía boliviana.

Parafraseando al gran filósofo Santayana, aquellos que no conocen el pasado están condenados a repetirlo. Y les diré que nos gusta en el país y en la región repetir experiencias del pasado sin mejorarlas y, peor aún, cometiendo los errores una y otra vez.

Sin embargo, además de mirar al pasado para entender el futuro, existe otra herramienta más proactiva: la prospectiva. Es una disciplina que analiza señales y tendencias para anticipar posibles futuros y tomar mejores decisiones en el presente, especialmente en lo político, económico, social, tecnológico, ecológico y legal (PESTEL por sus iniciales en inglés).

En nuestro caso, estamos lidiando con el agotamiento de la forma actual de hacer las cosas. En las políticas públicas han prevalecido los intereses políticos y corporativo spor encima de enfoques técnicos útiles.

En lo productivo, es casi inminente un cambio cada vez más radical en nuestros patrones de producción. La situación ambiental reciente, tanto en Bolivia como en el resto del mundo, está impulsando a los países a tomar medidas. En conversaciones informales con expertos europeos les expliqué que las quemas son principalmente ilegales. Ellos me dijeron que no les interesaba la responsabilidad interna; y que si no solucionábamos se podrían cerrar esos mercados.

Estamos en un momento distinto y necesitamos ver el futuro y adoptarlo lo antes posible. ¿Cómo se hace eso? Permítanme darles dos ejemplos que los viví de forma directa.

Entre el 21 y el 23 de agosto pasado en se desarrolló CAINCO el VCILAT o en español el Encuentro latinoamericano de capital de riesgo e inversión. Fue una iniciativa de varias entidades donde las nuevas ideas estuvieron en busca de financiadores y viceversa.

Fue también un espacio para intercambiar criterios sobre mejores prácticas internacionales que fortalezcan las capacidades institucionales, fomenten la diversificación económica y potencien el capital humano. En particular, los debates en torno a la transición energética y la sostenibilidad tienen un gran eco en este foro.

Participar es mágico. La crisis desaparece. La desesperanza da paso a emprendedores con visión de futuro. Es la Bolivia que queremos, la que añoramos alcanzar.

Lo propio pasó el pasado 14 de noviembre cuando se lanzó el Centro de Emprendimiento (CoE por sus iniciales en inglés) que es impulsado por la Cámara de Comercio Internacional (ICC) por medio de CAINCO. Este centro opera en más de 100 países, ofreciendo herramientas, capacitación y acceso a redes globales que potencian tanto a emprendedores emergentes como a PyMEs.

Inspira a futuros emprendedores, promueve la digitalización de las PyMEs, refuerza los ecosistemas locales de startups, y, fomenta el emprendimiento inclusivo, eliminando barreras para mujeres, jóvenes y comunidades históricamente marginadas.

En su lanzamiento pude ver de nuevo el futuro. Su creación me da esperanza porque, mientras en las calles veo filas para combustible y alimentos, en estos foros pude ver cómo salir de la crisis y cómo desarrollarnos.

Es posible viajar en el tiempo, pero requiere compromiso y visión. ¿Qué pasos podemos dar hoy para construir el futuro que deseamos?"