Hoy se celebran en Estados Unidos unas de las elecciones más trascendentales de las últimas décadas. Con un panorama incierto, las encuestas muestran un empate técnico entre los dos candidatos presidenciales: Donald Trump, por el Partido Republicano, y Kamala Harris, por el Partido Demócrata.

Aunque existe la posibilidad de declarar un ganador al cierre de la jornada, lo más probable es que el resultado permanezca indefinido por varios días, debido a un escrutinio exhaustivo en los siete estados clave: Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Carolina del Norte, Georgia, Arizona y Nevada, donde el resultado puede inclinarse hacia cualquier candidato. En los demás estados, las preferencias son claras, aunque no se descarta que las tendencias giren a último momento en algunos de ellos.

Estas elecciones tienen implicaciones profundas, tanto para el ámbito interno de Estados Unidos como para el resto del mundo.

En el plano interno, Estados Unidos enfrenta un desafío crítico para su democracia. En las elecciones de 2020, Trump se negó a reconocer la victoria de su contrincante, Joe Biden, alegando fraude sin pruebas. Hoy, tanto él como sus seguidores continúan desconfiando del sistema electoral, lo que podría desencadenar nuevamente episodios de violencia si los resultados no les son favorables.

Además, el desenlace de las elecciones en el Senado y la Cámara de Representantes será fundamental. Los republicanos tienen una leve ventaja para controlar el Senado, mientras que la Cámara de Representantes sigue en disputa. Si el partido que gane la Presidencia también obtiene la mayoría en el Congreso, se debilitaría el sistema de pesos y contrapesos que caracteriza al gobierno estadounidense. Esto resulta especialmente preocupante en un país polarizado, con visiones de gobierno marcadamente opuestas.

En el ámbito internacional, el mundo observa con expectativa, anticipando cambios drásticos en la política exterior de Estados Unidos si Trump regresa al poder. Durante su campaña, el candidato republicano ha reafirmado su postura proteccionista. Su mensaje es claro: impondrá barreras comerciales que afectarían fuertemente las exportaciones de países como China, India, México, la Unión Europea y varias naciones de América Latina.

El tema migratorio también es central en la agenda de Trump, quien ha prometido llevar a cabo la mayor deportación de inmigrantes ilegales en la historia de Estados Unidos, refiriéndose a ellos como criminales. Esta política impactaría significativamente a América Latina, ya que reduciría las remesas enviadas por inmigrantes, una fuente crucial de ingresos para países como Bolivia, que cuenta con una creciente comunidad de compatriotas en suelo norteamericano.

Por otro lado, de ganar Kamala Harris, sería la primera mujer presidenta de Estados Unidos y traería consigo una serie de reformas progresistas que incluyen la defensa de los derechos reproductivos y las políticas de género, en contraste con muchas de las medidas impulsadas por Trump. Aunque su enfoque genera escepticismo en los sectores más conservadores, Harris representa una alternativa más estable y menos divisiva.

Independientemente del resultado, esta elección marcará un hito en Estados Unidos y tendrá repercusiones globales. La economía mundial, las políticas ambientales y de cambio climático, el curso de los conflictos armados en marcha, y las relaciones internacionales, especialmente con Latinoamérica, se verán influenciadas por el rumbo que tome la próxima administración.

Por ello, toda la atención mundial estará pendiente de lo que suceda hoy en el país del norte.