Carlos Guevara Rodríguez

“Por favor señor presidente, por favorcito” le dijo al presidente de Chile la contraparte boliviana, “por favor ordene que se descargue el diésel en la terminal del puerto de Arica” a pesar del mal tiempo o del incumplimiento de YPFB con el mantenimiento de su terminal.

El gobierno alegó que el clima hacía la descarga del combustible imposible, pero ¿cómo creerle? Medios de prensa chilenos negaron esa aseveración según un medio de prensa boliviano; estamos acostumbrados a que el gobierno de Bolivia, especialmente cuando hace las cosas mal, busque excusas de todo tipo y haga declaraciones falsas.

¿Qué fue lo que realmente pasó para que no se pueda descargar el vital cargamento? Que la Capitanía del Puerto de Arica ordenó la suspensión inmediata de las operaciones del Terminal Marítimo Sica Sica, propiedad de YPFB, por “incumplimientos …en las operaciones del terminal, los cuales representan un riesgo para la seguridad marítima y ambiental".

¿Cuál fue la gravedad de estos incumplimientos? ¿Fueron triviales, de mediana gravedad o realmente muy graves? ¿Sera que el gobierno chileno le haya querido mandar un mensaje al gobierno de Bolivia? Lo único cierto es que la autoridad local chilena prohibió el desembarco y sólo la súplica boliviana al más alto nivel logró que se la realice, por más “incumplimientos” que hayan existido por parte de Bolivia, demostrando que no era imposible hacerlo si solamente hubiera la voluntad.

Sin embargo, por más importante que sea poder contar con carburantes suficientes, la falta de los mismos no es lo verdaderamente transcendental de este episodio. El problema de fondo tampoco es la inoperancia, irresponsabilidad y desidia del gobierno, a pesar de que su accionar, o más bien falta del mismo respecto de la terminal de YPFB en Arica, haya causado grandes perjuicios al país al dar lugar a la escasez del vital energético.

El problema de fondo es otro. El problema de fondo es nuestro enclaustramiento marítimo, un enclaustramiento que nos fue impuesto dado que nacimos con costa sobre el mar.

Chile sigue sacando réditos geopolíticos de la Guerra del Pacifico siglo y medio más tarde de haber arrebatado el mar a Bolivia. Ahora resulta que estamos en deuda con Chile, que nos hace un favor sin que le cueste nada, por no poder contar con una salida soberana al mar, siendo que ese mismísimo país nos arrebató nuestra salida soberana al mar.

Enfrentemos la brutal realidad. Por cualquier razón que sea, el Capitán del Puerto de Arica, un funcionario de cuarto o quinto nivel del estado chileno, nos puede ahorcar. El acceso al mar es una cuestión existencial para un país. En este caso estamos sujetos a la voluntad de Chile. Tranquilamente, como ahora, adrede o no, por razones triviales o de estado, Chile puede cortar ese acceso.

Supuestamente, entre el gobierno de Chile y el de Bolivia hay una sintonía ideológica, pero ésta no impidió que se prohíba el descargue de diésel en el momento en el que se lo necesitaba urgentemente. Sin embargo, es posible que esa afinidad ideológica haya tenido que ver con el beneplácito del gobierno de Chile, de una forma muy rápida hay que admitir una vez hecha la súplica, para que se descarguen dichos carburantes. Pero podría ser que, en el futuro, dependiendo de las circunstancias, por más que supliquemos y nos humillemos, esas suplicas no surtan efecto.

¿Qué hubiera sucedido si una carga de hidrocarburos, que son imprescindibles para el funcionamiento del país, se daba cuando Evo Morales y Piñera ejercían simultáneamente la presidencia en medio del juicio ante La Haya y ese cargamento se hubiera encontrado en territorio chileno? ¿Qué pasaría si hubiera una emergencia nacional de proporciones aún mayores, en la que necesitáramos recibir algún tipo de producto o materia prima, y las relaciones con Chile fueran particularmente malas? ¿O que por alguna razón de interés nacional chileno éste país simplemente decidiera parar alguna carga vital para Bolivia? Esta realidad trasciende ideologías y gobiernos pasajeros. Antecedentes históricos existen aparte de éste más reciente. Durante la Guerra del Chaco un armamento que le era vital a Bolivia para la prosecución de la misma se hacía esperar porque se daban accidentes y demoras inesperadas en su tránsito por territorio chileno.

La lección es clara. Mientras no contemos con una salida soberana al mar estaremos sujetos a la voluntad de otro país, precisamente del país que nos arrebató nuestro litoral, el cual puede, al ser mucho más poderoso militarmente que Bolivia, impedir que tengamos la libertad absoluta de obtener lo que soberanamente queramos obtener. Mientras Bolivia y Chile existan como países esa será la realidad si es que esta realidad geopolítica no cambia. Es ese el precio que pagamos, y que seguiremos pagando, si no intentamos obtener una salida soberana al mar.