Hoy celebramos el Día de la Mujer Boliviana en honor a la escritora Adela Zamudio, quien hace más de un siglo alzó su voz contra las injusticias sociales y las limitaciones impuestas a las mujeres. Si viviera hoy, Zamudio probablemente expresaría una profunda decepción ante la falta de avances reales. Criticaría la persistencia de la violencia de género, la desigualdad salarial y la marginación de las mujeres en las esferas de poder, a pesar de los discursos progresistas que intentan proyectar una falsa sensación de inclusión.​

Estos discursos no han dejado de remarcar el género femenino para ganar simpatías políticas. El poder que nos gobierna desde hace casi dos décadas incluso intentó imponer la idea de “despatriarcalizar” Bolivia, con el supuesto objetivo de corregir las inequidades históricas. Sin embargo, todo esto ha sido una fachada. En la práctica, las mujeres han sido utilizadas solo para copar espacios de poder, muchas veces a costa de su dignidad.

El ejemplo más lamentable de esta instrumentalización es el caso de las denuncias de estupro y trata de personas contra el expresidente Evo Morales. Que una figura tan poderosa haya mantenido relaciones con menores de edad, tanto durante su presidencia como después de ella, sin haber sido llevado ante la justicia, es un hecho indignante que atenta contra las causas feministas. Aún más grave es que, a cambio de estos “favores sexuales”, se hayan otorgado cargos públicos a los padres de las menores y otros beneficios.

En el juego sucio de la política, las mujeres continúan siendo exhibidas como trofeos sexuales de la élite gobernante. El reciente escándalo en el que un diputado evista intentó contrarrestar las denuncias contra su líder implicando al presidente Arce en una supuesta aventura amorosa con uso indebido de bienes del Estado, no es más que otra muestra de esta deplorable situación.

Sin duda, estos no son los escenarios que Adela Zamudio imaginaba al luchar por los derechos de las mujeres. Ella habría deseado ver a mujeres ocupando cargos públicos con capacidad para influir en la agenda política, generando cambios reales. Mujeres con estas capacidades abundan en nuestra sociedad, pero es evidente que no han tenido las oportunidades de ascender por sus méritos.

A nivel social, las adversidades para las mujeres siguen siendo evidentes. La violencia de género, en particular, es una de las más devastadoras. A pesar de la existencia de leyes que prometen garantizar a las mujeres una vida libre de violencia, los feminicidios y las agresiones no han disminuido significativamente.

La justicia ha fallado de manera estrepitosa en proteger a las mujeres. Incluso en las más altas esferas del poder, abundan los casos de violencia doméstica y acoso sexual, sin que los culpables enfrenten consecuencias.

Persisten, además, otras desigualdades, como la brecha salarial y las barreras que enfrentan las mujeres para acceder a puestos de liderazgo en el sector privado. En áreas rurales, el acceso a servicios de salud y educación sigue siendo limitado, afectando gravemente el bienestar y desarrollo de muchas mujeres.

Sin embargo, y pese a estas adversidades, muchas mujeres bolivianas han logrado sobresalir, no por las políticas de inclusión, sino por su propio esfuerzo y talento. Algunas de ellas ocupan cargos de liderazgo en empresas exitosas y son consideradas entre las personas más influyentes de Latinoamérica.

En este día especial, celebremos esos logros. Pero, más allá de la celebración, hagamos votos por avanzar realmente en la dirección correcta. La mujer, núcleo de la familia y de la sociedad, merece mucho más que promesas vacías: merece acciones concretas y cambios verdaderos.