Hace pocas horas se vivió un nuevo e infeliz episodio que pone en entredicho los más profundos cimientos del sistema democrático, con una serie de acciones reñidas con la ley, el sentido común y el respeto al pueblo boliviano. 

El deterioro constante se vive hace mucho tiempo. Es inadmisible, por ejemplo, que la Asamblea Legislativa lleve meses sin llevar a cabo una sola sesión, siendo que su funcionamiento es al sistema político como el corazón a la vida de todo ser humano. Aunque existen varios factores para explicar este escenario; sin duda, la historia juzgará la conducta negligente de David Choquehuanca Céspedes, un vicepresidente que nunca entendió la trascendencia del mandato que le legó el electorado boliviano. 

Mención especial para Luis Arce Catacora, un presidente que ha demostrado escasa capacidad de diálogo y concertación, y que en momentos ciertamente complejos para el país optó por viajar a Rusia y difundir fotografías de su encuentro con Vladimir Putin, mientras en la Asamblea Legislativa se libraba una batalla de groseras maniobras. 

Y vamos por los hechos ocurridos en la ALP. Andrónico Rodríguez asumió la presidencia de la Asamblea Legislativa y en tal condición convocó a una sesión que no se daba hace meses. El hemiciclo apareció sin luces ni sistema de amplificación; vergonzosamente se intentó simular una fumigación para erradicar insectos y frenar el trabajo parlamentario, pero no fue suficiente, hubo quórum y, contra viento y marea, inició una maratón legislativa. 

¿Quién fue responsable de ese triste espectáculo? Todo apunta a Israel Huaytari, presidente de la Cámara de Diputados que tiene bajo su responsabilidad administrativa el manejo del hemiciclo parlamentario. Sí, el mismo parlamentario que es investigado por enriquecimiento ilícito gracias a una pesquisa realizada por la Unidad de Investigaciones Financieras. 

Los parlamentarios del ala “arcista” apelaron a un recurso trillado y oscuro: recurrir a salas constitucionales, claramente afines al Gobierno, para que dos o tres vocales pretendan dejar en suspenso las atribuciones de la ALP y ordenen la suspensión de las sesiones. Semejante maniobra ha rebasado todos los límites y sería bueno que Luis Arce y su entorno entiendan que pretender gobernar a fuerza de fallos judiciales convierte a un presidente democrático en un mandatario arbitrario. 

En dos horas y quince minutos se aprobaron cinco leyes que incluyen la suspensión de los magistrados autoprorrogados, créditos para caminos y salud y, por supuesto, la continuidad de los preparativos para la elección judicial. Con lecturas a la velocidad de un relato deportivo y ejercicios de votación rápida y coordinada. Nada de análisis ni discusión de fondo, interesante dinámica que, sin embargo, también daña la democracia.

Es, sin duda, el fracaso de la política y el despertar del desconcierto y violación sistemática de la Constitución por todos, absolutamente todos los actores políticos. 

En estos momentos, Bolivia enfrenta una situación económica extremadamente delicada y un resquebrajamiento total de la institucionalidad. Es sin duda, una crisis más profunda incluso que la de 2019 o la de 2003, entre otras circunstancias. No se puede ni se debe seguir por esta ruta. Es hora de poner un freno. ¿Entenderán los políticos que a este paso perdemos todos, absolutamente todos?