Desde hace alrededor de unos dos meses se puede observar una serie de “movidas” políticas con vistas a las elecciones generales del próximo año.  Ayuda a ello que el actual mandatario ha sobrepasado sus propios récords de incapacidad para administrar el Estado y el ex presidente fugado ha recibido un serio revés en su intento de incendiar el país que, es de prever, no fue el primero ni será el último.

Así, diariamente van apareciendo personas que están dispuestas a “sacrificarse por el país” y postular a la Presidencia del Estado en las elecciones generales de 2025 (dando por hecho que se van a realizar). El estilo es tan similar e impostado que sería divertido si no fuera la gravedad de la crisis por la que estamos atravesando. Veamos:

El ciudadano (hombre o mujer) comienza a aparecer por calles, plazas, medios de comunicación (especialmente TV) y redes sociales: hace declaraciones a diestra y siniestra, se muestra conocedor a fondo de los problemas y hace referencia a su capacidad para solucionarlos (solución que parece mágica); besa guaguas y damas; se entremezcla con jóvenes. En todos los casos, asegura que su interés fundamental es ayudar a que se tenga una candidatura de unidad en las futuras elecciones. Algunos aseguran además que si otra persona tuviera más respaldo (objetivamente documentado), la apoyaría de la misma manera en que demandaría ese apoyo a los otros aspirantes si él fuera el beneficiario del mayor apoyo consultado. Hasta ahora, sólo una ha declarado que actuaría de esa manera, sin pedir nada a cambio, lo que no se ha escuchado ofrecer a los otros aspirantes que dejan abierto el cálculo del costo de ese “desprendimiento”, y otro que anunció que trabajará solo para él.

Adicionalmente, en las redes sus adláteres enumeran todas las virtudes que tiene el candidato (hombre o mujer) y poco o nada dicen de su pasado, salvo que haya vivido una situación de dolor. Un dato adicional: casi en todas las redes el autor o los autores de estos mensajes de adhesión muestran un nivel de ignorancia que espanta.

También circulan encuestas de opinión que provocan más dudas que certezas construyendo un ambiente político que cuesta creer que sea el que existe y que casualmente sirven de apoyo a la dinámica descrita de los postulantes que aparecen día tras día.

En este tema, sugeriría recordar enero de 2020, cuando la rosca creada alrededor de la ex mandataria Jeanine Áñez lanzó la idea de que ésta se postule como candidata, rompiendo el pacto que surgió en octubre de 2019 por el que ella se comprometió a dirigir un proceso electoral transparente.

Esta rosca logró el respaldo del ex presidente de EEUU Ronald Trump, quien envió a un operador cercano (que luego fue presidente del BID, cargo del que fue echado escandalosamente) para respaldar esa idea. Adicionalmente, se difundieron profusamente encuestas que adjudicaban a Áñez una holgada victoria en dichos comicios… Así, en contra del criterio común de la gente y de un deber moral que debía ser honrado, la primera mandataria anunció su candidatura que, a los meses, tuvo que retirar.

Volviendo a lo que está pasando actualmente, estas idas y venidas de candidatos y encuestas a favor de juntuchas se dan en medio del huracán que el país está sufriendo. Bien sería que sin pensar en las futuras elecciones y asumiendo su autopercepción de líderes fueran capaces de entablar una mesa de diálogo sobre lo que está sucediendo (incluso si muchos de ellos pudieron hacerlo pensando en Venezuela, por ejemplo) y sin dejar de velar por sus legítimas aspiraciones animarse a plantear una hoja de ruta hacia el 2025. Pero, esto exige esfuerzo y desprendimiento de veras.

A estas alturas, por lo señalado y por ser testigo de este tipo de movidas políticas desde 1978, me permito recordarles que no por mucho madrugar amanece más temprano, y que las actuales circunstancias exigen sine que non abrir un escenario de diálogo para recuperar un Estado democrático…