Un anochecer de julio de 2014 caminaba por el Prado de la ciudad de La Paz y recibí una llamada. Me consultaron si estaba interesado en trabajar en Santa Cruz. Eso fue porque un año y medio antes mandé mi hoja de vida a varias instituciones porque quería cambiar el rumbo en mi trayectoria profesional (aunque no necesariamente mi residencia). Aceptar la oportunidad no fue fácil porque involucraba también mudarme con mi familia que ya tenía todo establecido allá, incluidos amigos y parientes.

El 25 de agosto de 2014 comencé a trabajar en CAINCO. Como si nada son 10 años, así que comparto algunas reflexiones personales sobre Santa Cruz y Bolivia.

Primero. Los bolivianos no nos conocemos entre nosotros. En Oriente y Occidente tenemos muchos estereotipos respecto a la otra región. Y eso es porque no hemos tenido una interacción sincera y pensamos que nuestra visión es la única y correcta. Son dos realidades que tienen sus propias características.

Sólo como muestra un detalle lingüístico. Por ejemplo, en Santa Cruz si una persona, no importa si es nativa o extranjera, hace algo peculiar se dice “mirá el camba que…”. Si son varios, obviamente se dice “los cambas”. Es una costumbre normal. Y también se extrapola a “los collas”, pero no de un modo despectivo, como se cree erróneamente.

Segundo. Así como no tenemos el conocimiento cultural, nos cuesta comprender nuestras formas de organización económica y social. Mientras en Occidente prima la visión indígena-campesina y la preminencia estatal, en Oriente predomina la visión agroindustrial y de emprendimiento privado.

Debo señalar que ambas responden a la historia, geografía y política de las dos regiones. No surgieron por casualidad. Cada una tiene sus particularidades y carencias. Creo que el punto de división radica en que cada uno quiere que su visión económica prime en el país y eso es, en mi opinión, imposible. Pienso que cada región se vería favorecida si incorporase algunos aspectos de la visión alternativa en la propia, además de reconocer ciertas coincidencias como el espíritu emprendedor que existe en ambas regiones.

Tercero. He aprendido a conocer a Santa Cruz, su historia, costumbres y personajes y pienso personalmente que necesita repensar algunas partes de su autoconcepción, estrategia y visión. Ya no es el pequeño pueblo apartado del país de hace un siglo, sino una región mayoritariamente urbana con todos los conflictos propios del desarrollo. Algunas de las características e instituciones cruceñas de varias décadas atrás ya no son aplicables a la realidad actual.

Como decía mi coterráneo y destacado profesor de economía en Chile, Rómulo Chumacero, Santa Cruz estaría mejor si cambia su visión de la “liderar la liga profesional del fútbol boliviano” a pensar más bien en los certámenes sudamericanos. Ya son varias décadas de primacía económica y demográfica y su importancia política es cada vez más crucial para el país. Eso es un hecho y ya no un logro.

Santa Cruz es una historia de éxito contemporáneo a nivel nacional, pero debe plantearse en cómo superarse a sí misma. Lo expreso con todo cariño porque me gustaría que lo siga siendo por el bien del país. Estamos en el siglo XXI y el reto para Santa Cruz y para toda Bolivia es cómo ser exitoso en la era del conocimiento y la tecnología.

No son los recursos naturales, renovables y no renovables, la clave del desarrollo en esta época. Es hora de adaptar el norte sin dejar de aprovechar al máximo los recursos que tenemos. La mejor llamada de atención al respecto es que Cochabamba es hoy por hoy el “hub tecnológico” del país. La geografía es cada vez menos relevante a costa del conocimiento.

Por último y no menor, mi agradecimiento a quienes me acogieron como los Rojas Mendieta en lo familiar, CAINCO en lo laboral, la “Gabriel” y la UCB-SCZ en lo académico, “Utopía” en lo fraternal, “El Deber” en la palestra pública y “Cristo Rey” en lo espiritual. Y, obviamente, a Santa Cruz por permitirme ser protagonista de al menos 10 años.