El gobierno de Luis Arce Catacora atraviesa por una coyuntura muy difícil que pone a prueba la capacidad del mandatario. Es simple; un viejo argot de la política, atribuido a Otto von Bismarck, primer ministro del Imperio Alemán del siglo XIX, señala que un estadista piensa en las generaciones futuras y un político en las próximas elecciones.

¿Qué tipo de gobernante tiene Bolivia? ¿Un estadista o un político? Varios hechos ocurridos en el último tiempo apuntan a que Arce es un político común y corriente, de esos que más pronto que tarde terminan en la papelera del olvido o del repudio; pero la historia podría cambiar si el gobernante asume con responsabilidad y valentía las tareas que le competen y que infructuosamente ha querido delegar al soberano mediante un fallido referéndum.

Manipular las normas mediante un Tribunal Constitucional ilegítimamente prorrogado en sus funciones, aislar a la Asamblea Legislativa y culparla de todos los males de su gestión, carecer de un buen equipo de operadores políticos que sepan buscar consensos, saber dialogar y ceder para avanzar, negar sistemáticamente una crisis económica que está afectando a todos los bolivianos, menospreciar a los sectores productivos e insistir cansinamente en las teorías conspirativas de un recorte de mandato, son acciones que dicen poco y mal de su competencia para el cargo.

A ello se suman las acciones emprendidas por Arce para quedarse con la sigla del MAS, sus ácidas críticas contra el régimen de Evo Morales, pese a que fue el ministro de más larga permanencia en el gabinete y su autoproclamación como creador del Modelo Económico Social Productivo y Comunitario.

Actualmente, hay una acumulación de conflictos sociales muy legítimos. ¿Se puede seguir acusando de conspiración a los trabajadores del sector salud que viven en una persistente precariedad laboral? ¿Se puede seguir persiguiendo a dirigentes de sectores como el transporte pesado que perdió a varios de sus afiliados víctimas de la inhumana espera para cargar combustibles en Paraguay?

¿Qué pasará con las alcaldías y gobernaciones que tenían cifradas esperanzas en los resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda para acceder a mayores recursos y así satisfacer de mejor forma las necesidades de la población? ¿Bastará el discurso oficial de que el recuento poblacional está bien hecho y que cuenta con el aval de organismos internacionales? Definitivamente, no.

Lo ocurrido recientemente con los Ponchos Rojos en La Paz es solo una muestra de los conflictos que están por venir si es que Arce y su equipo persisten en la estrategia de fomentar organizaciones paralelas como estrategia para controlar el partido en función de gobierno.  En síntesis, predomina el político y no aparece el estadista.

Hoy, el departamento de Santa Cruz ha vuelto a alzar su voz para rechazar con firmeza los resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda, con un reclamo justo y legítimo: justicia para todos los bolivianos que por alguna extraña razón han quedado fuera de las cifras oficiales. ¿Volverá el Gobierno a perseguir a los líderes políticos y cívicos que defiendan los intereses de su barrio, su municipio, su departamento o su región?

Es hora de que Luis Arce Catacora actúe como estadista y deje de comportarse como un político de mirada miope. La historia se lo demanda. Que gobierne para todos, no solo para quienes votaron por él, que piense en las próximas generaciones y no en las elecciones. Que aprenda el arte de saber gobernar.