La crisis climática deja huellas profundas en la producción de carne de res y pollo en Bolivia, lo que desencadena un aumento significativo de los precios. Las condiciones extremas, como la sequía prolongada y las lluvias fuera de temporada, han perturbado el ciclo agrícola y ganadero, afectando tanto la oferta de alimento como la capacidad de los agropecuarios para mantener una producción estable. Este fenómeno no solo ha reducido la oferta de carne, sino que también ha disparado los costos.

En el oriente boliviano, donde se concentra gran parte de la producción ganadera, las lluvias de este año fueron insuficientes y llegaron en momentos inadecuados, complicando el crecimiento de los pastos que alimentan al ganado. Como resultado, los ganaderos se enfrentan al reto de engordar a sus reses, lo que encarece todo el proceso productivo. En consecuencia, el precio del kilo gancho de carne ha aumentado.

Frente a esta crisis, muchos productores se ven obligados a tomar decisiones drásticas. Debido a la falta de alimento para el ganado, están rematando sus animales a mitad de precio para evitar pérdidas mayores. Esta situación no solo refleja la desesperación de los ganaderos, sino también la falta de opciones viables para mantener sus operaciones en un contexto de costos crecientes y disminución de ingresos. Esta venta apresurada no solo afecta la rentabilidad de los productores, sino que también puede tener un impacto a largo plazo en la calidad del ganado y en la capacidad de los productores para reponerse.

Por otro lado, la producción avícola también ha sido duramente golpeada por la crisis climática. La ola de calor y la humareda generada por los incendios forestales han provocado la muerte de más de 2,3 millones de pollos, que ha generado un desabastecimiento de carne de pollo.

A medida que el clima se vuelve más impredecible, las consecuencias para la producción de alimentos en Bolivia se multiplican.

En respuesta a esta situación, el Gobierno ha implementado medidas orientadas a mitigar los efectos de la crisis climática. El plan de acción inmediata contra la sequía, que cuenta con un presupuesto inicial de Bs 180 millones, incluye la distribución de insumos como geomembranas, tanques de agua potable y pastillas potabilizadoras. También se han puesto en marcha proyectos a mediano plazo, como la construcción de sistemas de riego y represas.

Sin embargo, aunque estas medidas buscan aliviar las presiones inmediatas sobre la producción alimentaria, no abordan las causas subyacentes del problema: el cambio climático y la necesidad de adaptar los sistemas productivos. El fenómeno climático La Niña, que se espera que empeore la sequía en los próximos meses, representa una amenaza persistente para la producción alimentaria.

Es crucial que se refuercen las políticas de conservación de recursos hídricos y se trabaje en soluciones sostenibles a largo plazo. Preservar las fuentes de agua y mejorar la infraestructura de riego son pasos fundamentales para garantizar que el país pueda enfrentar los efectos.

 Solo a través de un enfoque integral que incluya tanto medidas de mitigación como de adaptación será posible asegurar la estabilidad de la producción alimentaria y proteger el acceso a productos básicos como la carne. La combinación de políticas públicas adecuadas, tecnología y apoyo a los productores será clave para superar estos desafíos y evitar una escalada mayor en los precios.