La soledad, aquella emoción que forma parte de la experiencia humana, ha inspirado a lo largo de los siglos, versos de poetas y compositores, pero también la preocupación de filósofos, psicólogos, sociólogos o médicos que tratan de explicarla, desde sus orígenes hasta sus consecuencias.

“Nadie aprende, nadie aspira, nadie enseña a soportar la soledad”, decía el filósofo, poeta y músico alemán, Friedrich Nietzsche, a propósito de este estado emocional en el que una persona se siente aislada, desconectada o sin compañía, incluso si está rodeada de otras personas.

La soledad no es simplemente la ausencia física de otras personas, sino más bien una percepción subjetiva de falta de conexión o de relaciones significativas.

Desde que hace cinco años perdió a su esposa y sus dos hijos en un accidente de tránsito, Javier Roca siente que la soledad carcome su vida y su alma, de forma silenciosa y dolorosa.

“Pueden estar cientos de personas a mi alrededor, yo me siento solo. No quiero que nadie me hable o venga a visitarme a la casa. Es más, trabajo como autómata solo para cubrir mis gastos. Ya no me importa nada. Mi vida se fue en ese bus que manejaba un borracho y que se llevó a mi familia. ¿Será que algún día recupere mi paz?”, dice el joven de 31 años que trabaja en una institución estatal como economista.

Jodi Picoult, una talentosa narradora cuyas cautivadoras obras impactan profundamente a sus lectores, parece tener respuesta a la soledad de Javier. “Déjame decirte esto: si te encuentras con un solitario, no importa lo que te diga, no es porque disfrute de la soledad. Es porque han intentado mezclarse con el mundo anteriormente, y la gente sigue decepcionándole”.

Un tema de preocupación mundial

La soledad ha alcanzado niveles tan alarmantes en la actualidad que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declaró en 2023 como un problema de salud pública mundial.

Esta crisis, que afecta tanto a jóvenes como a adultos, no solo impacta profundamente el bienestar mental y físico de las personas, sino que también plantea un desafío crucial para el campo de la psicología, encargada de comprender y tratar este fenómeno cada vez más prevalente.

Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, afirmó hace poco tiempo que las personas que no poseen relaciones sociales estables tienen más probabilidades de sufrir problemas de salud, como accidentes cerebrovasculares, ansiedad, demencia, depresión y suicidio. 

Además, la OMS estableció una Comisión sobre Conexión Social para abordar este problema a nivel mundial, y hacer frente a la soledad como una amenaza apremiante para la salud, promover las relaciones sociales de manera prioritaria y acelerar la ampliación de soluciones en la materia en los países de cualquier tipo de ingreso.

Una perspectiva psicológica

José Vásquez Jaliri, psicoterapeuta cognitivo conductual y sistémico y docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, señala que, desde una perspectiva subjetiva, la soledad "es una experiencia displacentera, que ocurre cuando la red de relaciones sociales de una persona puede ser deficiente en el sentido de las relaciones interpersonales".

Este tipo de soledad es, especialmente, dañino porque puede generar sentimientos de dolor, miedo y angustia, que pueden derivar en trastornos de depresión, con riesgos severos como ideas suicidas.

Por otro lado, la soledad, vista de manera objetiva, es la ausencia real de una red de apoyo social, lo que puede ser una elección personal o una consecuencia de las circunstancias, añade el profesional.

La soledad no discrimina edad, lugar de origen, tiempo o estatus social, porque el cerebro humano nace como cerebro social.

“Desde que nacemos debemos estar en interacción con las personas. Ni las personas más listas del mundo pueden estar en soledad; somos seres sociales desde que nacemos hasta el momento de fallecer. Necesitamos de la sociedad para nuestra supervivencia”, puntualiza el académico.


¿Es una habilidad estar sola o solo?

Aprender a adaptarse a momentos de soledad es una habilidad social, en especial cuando sea demandante o necesario el hacerlo, como cuando te independizas o te vas al extranjero.

“El resultado de esta habilidad hace incrementar la posibilidad de una experiencia placentera y positiva, generando mejores conocimientos y recursos (redes de contacto laboral, por ejemplo). Finalmente, promueve la toma de decisiones acertadas y la creatividad”, dice Vásquez.

Síntomas de la soledad crónica

             Sentimientos de inutilidad (baja autoestima): puedo sentir que, en la convivencia social, mi aporte o sugerencia no será de ayuda, es por ello que me mantengo aislado esperando que el entorno se encargue de toda actividad de desarrollo. 

             Miedo al rechazo (inseguridad social): no puedo ser capaz de mantenerme en actividad con mi entorno, existe el temor de cometer alguna equivocación que pueda conllevar al rechazo, que es el mayor miedo, por ello la inseguridad puede crecer en diferentes aspectos de la vida.

             Escaso contacto ocular: se evita hacer poco o nulo contacto visual, ya que se genera timidez e inseguridad de uno mismo, los ojos representan muchas veces tu emoción personal y por ello no buscan mostrarlo.

             Hipoactividad: ante la escasa interacción social, se puede presentar inactividad corporal (actitud hacia el ocio) y poco ánimo a participar en actividades sociales.

             Fracaso en la interacción social: siento que mi forma de interactuar no es la correcta, por ello al ver y sentir que no me adapto a mi entorno social, puedo sentir un fracaso, lo cual puede llevar a la persona a aislarse del grupo de pares.

Riesgos para la salud

Aunque es difícil medir el aislamiento social y la soledad de manera precisa, según el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, estudios recientes hallaron lo siguiente:

             El aislamiento social aumenta significativamente el riesgo de una persona de morir prematuramente por todas las causas, un riesgo que podría rivalizar con el del tabaquismo, la obesidad y la inactividad física.

             El aislamiento social se asoció a un aumento de casi el 50% del riesgo de demencia.

             Las relaciones sociales escasas se asociaron a un aumento del 29% del riesgo de enfermedad cardiaca y a un aumento del 32% del riesgo de accidente cerebrovascular.

             La soledad se asoció a mayores tasas de depresión, ansiedad y suicidio.

             La soledad en los pacientes con insuficiencia cardíaca se asoció a un riesgo de muerte casi cuatro veces mayor, a un aumento del 68 % del riesgo de hospitalización y a un aumento del 57 % del riesgo de visitas a la sala de emergencias.

Consejos para combatir la soledad

Es esencial diferenciar entre la soledad y una situación de quietud o de independencia sana. Reconocer si lo que se está experimentando es una situación de tranquilidad o de aislamiento social es el primer paso para abordar el problema.

Vásquez da algunos consejos para ser resilientes ante la soledad:

             Realizar más actividades que generen nuevos contactos sociales, como unirse a grupos musicales, de canto, deportes, lectura o viajes.

             Comprender y abrazar la soledad como un momento para reflexionar y mejorar los vínculos personales.

             Tener paciencia, ya que nadie está solo para siempre. Somos seres sociales destinados a convivir.

             Generar actividades personales que aporten bienestar mental y físico.

             Contar con ayuda de familiares, amigos o, en su defecto, de un profesional de la salud psicológica.

La lucha contra la soledad es un esfuerzo conjunto que requiere tanto la intervención de políticas públicas como la toma de conciencia y acción individual. Reconocer y abordar este problema es crucial para construir una sociedad más conectada y saludable.


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