La economía creativa, conocida también como economía naranja, ha demostrado ser un motor de desarrollo económico y social a nivel global. Se estima que el 3% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial proviene de actividades culturales y creativas. Esta cifra reafirma el impacto de esta industria en la generación de empleo, innovación y fortalecimiento de identidades. En este contexto, se ha convertido en una herramienta clave para potenciar la cultura y brindar nuevas oportunidades a los artistas.

Pamela Sotelo, artista de “Las Mentes Ociosas” y gestora cultural boliviana, destaca cómo la tecnología ha transformado el panorama cultural y la forma en la que los artistas interactúan con su público.

“No podemos decir que lo digital o lo tecnológico nos está quitando un espacio, porque lo creativo siempre se va adaptando. Hay muchas creencias donde dicen que las inteligencias artificiales podrían robarnos el trabajo a los artistas. No es así, todo lo contrario. Nosotros podemos utilizar el avance tecnológico a favor nuestro para seguir creando y dar mejores experiencias a la gente”, indica la artista, quien participó en el TEDx Unifranz, organizado por la Universidad Franz Tamayo.

En la misma línea, Felipe Buitrago, exministro de Culturas de Colombia y creador del concepto de economía naranja, asegura que las tecnologías son herramientas y que la clave radica en combinar nuestra identidad con las nuevas tecnologías para generar oportunidades económicas y sociales para los artistas y emprendedores.

“Cuando utilizamos la tecnología para proyectar con mayor confianza, con mayor creatividad, con mayor versatilidad nuestra identidad, creamos un enorme valor”, afirma el CEO de GO Future Hub, quien participó en el segundo Foro Internacional de Economía Creativa, organizado por la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, en Cochabamba.

La tecnología, aliada de la economía creativa

En los últimos años, la tecnología ha permitido que los creadores culturales puedan ofrecer algo más que simples productos o espectáculos: ahora brindan experiencias.

La digitalización, las plataformas de streaming, la realidad virtual y la inteligencia artificial han ampliado las fronteras del arte y la cultura, permitiendo que los públicos puedan interactuar con obras de formas antes impensadas.

“Uno de los cambios, y es una discusión desde los 90 y principios de los 2000, es que nosotros vendíamos espectáculos o conciertos; ahora trabajamos dando experiencias”, explica Sotelo. Estas experiencias se construyen integrando todos los sentidos del público, generando conexiones emocionales y memorables.

La economía creativa, con el apoyo tecnológico, también genera cadenas productivas que benefician a distintos sectores de la sociedad. Desde el diseño de modas, la gastronomía, el cine y las artes escénicas hasta las fiestas y eventos culturales, se crean oportunidades laborales para diversas personas, desde productores hasta pequeños comerciantes.

El impacto de la economía naranja en la sociedad

La economía naranja no solo impulsa el crecimiento económico, sino que también fortalece el tejido social y la identidad cultural. Según Sotelo, la cultura juega un rol esencial en la reconstrucción del diálogo social.

“La cultura nos permite y nos da una capacidad de dinamizar nuestros encuentros sociales e identificarnos, entendernos de mejor manera para crear y reconstruir, por ejemplo, el tejido social, que es algo que lo tenemos muy abandonado”.

La cultura, como agente de cambio, contribuye a la solución pacífica de conflictos y al fortalecimiento de los derechos culturales. A través de la creatividad y la diversidad, las sociedades pueden encontrar puntos de encuentro, promoviendo la paz y la armonía. Sotelo señala: “Nos permite reencontrarnos con nuestras raíces culturales, con nuestro pasado y, por qué no, identificarnos más con nuestro país y con estas culturas que son de protección de los derechos humanos”.

Potencial de la economía creativa

En Bolivia, la economía naranja representa una oportunidad significativa para el desarrollo económico y la proyección cultural a nivel global. Sotelo enfatiza que, aunque el país aún tiene un largo camino por recorrer, las fortalezas locales en cultura y creatividad son evidentes.

“En Bolivia tenemos varias fuentes y varias fortalezas; la economía naranja mueve millones de dólares al año. El tema de la fiesta (entradas folklóricas, prestes, entre otros), el diseño de modas y los eventos culturales nos permiten globalizarnos y engancharnos con el mundo”, acota.

Esta economía genera un impacto en cadena que beneficia a toda la sociedad. Desde los microemprendimientos hasta el impacto macroeconómico, las industrias creativas tienen la capacidad de redistribuir ingresos y dinamizar sectores.

“El desarrollo de las economías en cadena genera, a nivel macro, una redistribución para la sociedad; a nivel micro, te genera posibilidades de ingresos desde la dulcera, hasta una cantidad de empleos que se desarrollan en una producción”, explica Sotelo.

La tecnología, como pilar de este desarrollo, ofrece herramientas para potenciar el talento creativo, facilitando la producción y distribución del arte en espacios locales y globales. A través de plataformas digitales, los artistas pueden llegar a nuevos públicos, monetizar sus obras y colaborar con otros creadores.

Herramienta de transformación

Lejos de ser una amenaza, la tecnología representa una aliada poderosa para los artistas y gestores culturales. Las inteligencias artificiales, por ejemplo, no reemplazan la creatividad humana, sino que la complementan.

Sotelo recalca: “Podemos utilizar el avance tecnológico a favor nuestro para seguir creando y dar mejores experiencias a la gente”.

El uso estratégico de las nuevas tecnologías permite que los artistas ofrezcan propuestas innovadoras y conecten con audiencias globales. Desde la creación de contenidos multimedia hasta la organización de eventos interactivos, la tecnología amplifica las posibilidades creativas y económicas de la cultura.

La economía creativa y la tecnología están intrínsecamente ligadas, creando un ecosistema que impulsa el desarrollo económico, fortalece la identidad cultural y dinamiza las relaciones sociales. Bolivia tiene el reto y la oportunidad de reconocer el potencial de la economía naranja, brindando apoyo a los artistas y gestores culturales para que puedan aprovechar las herramientas tecnológicas y proyectar su trabajo al mundo.

“La cultura hay que verla como un agente de cambio social, de reconocimiento y fortalecimiento de todos nuestros derechos y de nuestras identidades. Es importante que reconstruyamos esta economía porque nos permite crear un desarrollo en cadena”, resume.

A medida que la tecnología continúa avanzando, su rol como facilitadora de la creatividad y la cultura será cada vez más crucial. La economía creativa, impulsada por herramientas digitales, no solo genera ingresos, sino también inspira, conecta y transforma sociedades.

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