En un mundo en constante cambio, la educación se enfrenta a desafíos y oportunidades sin precedentes. La tecnología, unificadora en su impacto y reconocida globalmente como un agente de cambio fundamental, se despliega de manera desigual en diferentes contextos, influyendo en la educación de formas variadas y complejas.

Su potencial para mejorar los sistemas educativos es indiscutible porque proporciona nuevas herramientas de enseñanza, acceso a información y formas innovadoras de aprendizaje, señala Guy Haug, experto internacional en políticas universitarias. Haug participó en el “V Foro Internacional de Innovación Educativa: El Futuro de la Educación, reflexiones desde Bolivia para Latinoamérica” (FIIE 2024), organizado por la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Sin embargo, este potencial viene acompañado de riesgos y desafíos significativos. La disparidad en el acceso a la tecnología, la falta de preparación y equipamiento adecuado, y las brechas en la comprensión y uso de estas herramientas, son barreras que impiden una adopción equitativa.

“La tecnología es un factor de mejora que viene con riesgos. Es un factor fundamental de cambio en la educación y en la educación superior, pero creo que no es el único. Su impacto es diferente en cada uno de los países”, dice el experto.

Haug agrega que es impensable e irresponsable pensar la educación superior de hoy y la de mañana sin tener en cuenta el impacto de la tecnología en la educación que, de por sí, no es uniforme y más bien es muy variable, según países, tipos de instituciones, categorías de población, disciplinas y profesiones.

Una universidad tradicional de investigación no dará la misma respuesta que otra universidad enfocada en la docencia o en la aplicación de los aprendizajes.

“Las universidades de investigación, por ejemplo, pueden integrar la tecnología de manera distinta a las instituciones enfocadas en la docencia o la formación profesional. Esta diversidad en la aplicación tecnológica refleja las diferentes necesidades, recursos y objetivos de cada entidad educativa”, indica.

Inclusión y exclusión tecnológica

A pesar de sus ventajas, la tecnología no ha facilitado la inclusión educativa de manera uniforme, como se piensa en muchos círculos académicos.

Los factores de exclusión, como la falta de acceso a dispositivos y conectividad, la insuficiente preparación tecnológica de estudiantes y docentes, y las limitaciones económicas, son aún predominantes, no sólo en los países en vías de desarrollo, sino también en Europa y Estados Unidos.

En muchos casos, estos factores limitan el acceso y el éxito educativo, evidenciando que, aunque la tecnología tiene el potencial de transformar la educación, su implementación actual resalta más las brechas que las oportunidades.

“Mi experiencia, basada en mis contactos con sistemas universitarios, gobiernos y organizaciones internacionales en todas las partes del mundo, es que no facilita la inclusión. Se notan más los factores de exclusión o de limitación de acceso y de éxito por falta de equipamiento, de preparación. Tiene el potencial de mejorar la educación, pero de momento se notan más los factores limitativos”, reflexiona Haug.

Necesidad de alianzas y estrategias diferenciadas

Para avanzar en la integración de la tecnología en la educación, es fundamental establecer alianzas entre gobiernos, instituciones educativas y organizaciones internacionales. Estas colaboraciones deben abordar las desigualdades en el acceso y uso de la tecnología, promoviendo políticas públicas y estrategias que fomenten una inclusión efectiva.

No obstante, las respuestas y enfoques deben ser diferenciados y adaptados a las características y necesidades específicas de cada contexto educativo. Una solución homogénea a nivel mundial sería ineficaz y contraproducente.

“Van a tener que cambiar los sistemas de evaluación de la calidad. De momento, miran solo una parte de los procesos y se enfocan más en los inputs que en lo que los estudiantes efectivamente aprendan”, dice Haug.

Empleabilidad

¿Las universidades están a la par de los requerimientos del sector empleador en cuanto a competencias y habilidades? De momento, según Haug, “vamos con retrasos más o menos grandes”.

La empleabilidad se ha enfatizado muchísimo más en los últimos 30 años. De ahí que la visión y misión de las universidades haya cambiado porque, además de fomentar el conocimiento, tienen un papel social más asumido.

Para Haug, las universidades de hoy son herramientas de desarrollo económico, social o cultural, que “fomentan el bienestar de la población”, donde la empleabilidad es un factor importante, pero no es el único.

Mejora de la calidad educativa

Los sistemas de aseguramiento y mejora de la calidad en la educación superior también están evolucionando, según el experto europeo.

Hoy en día, los factores de inclusión tienen un protagonismo mayor en los modelos de evaluación de la calidad educativa que hace una década. Sin embargo, no existe un modelo único. Los factores considerados varían según el país y el tipo de institución.

Esta diversidad refleja la necesidad de adaptarse a los contextos específicos y resalta la importancia de un enfoque flexible y contextualizado en la mejora de la calidad educativa.

La educación en contextos disruptivos, impulsada por la tecnología, enfrenta un panorama complejo y cambiante. Mientras que la tecnología ofrece oportunidades significativas para la mejora educativa, también plantea desafíos considerables.

Para aprovechar plenamente su potencial, es esencial adoptar enfoques diferenciados y colaborativos que aborden las desigualdades y promuevan la inclusión. Solo así se podrá avanzar hacia un sistema educativo más equitativo y de calidad, capaz de adaptarse y prosperar en un mundo en constante transformación.

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