A veces los protagonistas de los momentos trascendentales de la historia pasan desapercibidos porque no buscan luces, solo van tejiendo sus vidas y se convierten en símbolo de instantes que terminan siendo puntos de inflexión. Eso es lo que ha pasado con la familia Allen. Eugene, su esposa Helene y su hijo Charles. En este hogar convivieron dos generaciones, la primera habituada a coexistir con el racismo de blancos hacia negros (durante poco más de la primera mitad del siglo XX) y la segunda, rebelde y dispuesta a cambiar esa realidad.

Eugene Allen es el protagonista de una de las películas más icónicas de los últimos tiempos El mayordomo de la Casa Blanca. Fue estrenada en 2013 y se inspira en un libro sobre la vida de este hombre que trabajó en el centro de poder durante 34 años, sirviendo a ocho presidentes de Estados Unidos. 

Fue tan discreto que al periodista del Washington Post, Wil Haywood, que sacó a la luz su vida en 2008, le costó mucho encontrarlo. Lo rastreó, primero con una funcionaria de la residencia presidencial estadounidense y después haciendo una llamada tras otra, hasta que en la número 55, una voz le contestó: “Sí, está usted hablando con él”.

¿Por qué alguien que había sido anónimo y de poco interés periodístico de pronto se convertía en la razón de ser de un periodista del diario más importante de Washington? Pues porque, por primera vez en la historia de Estados Unidos, una persona de color –de abuelo keniano, padre hawaiano y madre estadounidense- estaba punteando en las encuestas, Barack Obama se perfilaba como futuro presidente del país más poderoso del mundo. Entonces, buscar a un mayordomo de la Casa Blanca se volvía una misión importante para un reportero que buscaba mostrar la trascendencia del momento.

El reportaje fue publicado días antes de la elección que ganó Barack Obama y Eugene Allen, el mayordomo, se convirtió en uno de los personajes más buscados del momento en Estados Unidos. Lo entrevistaron las cadenas de televisión más relevantes y fue la razón de una película en la que participó una constelación de estrellas de cine, como Forest Withaker (que lo representó); Oprah Winfrey (que fue su esposa en el filme), Robin Williams, Jane Fonda, John Cusack y otros.

1. 34 años de servicio. En la Casa Blanca, con el presidente Gerald Ford y su familia

Historia de EEUU en los Allen
La de los Allen es una vida como la de millones de afroamericanos en Estados Unidos y, por eso mismo, es representativa. En ese hogar lucharon el statu quo y el cambio; convivieron el pasado y el futuro sin que sus integrantes se dieran cuenta de la magnitud de este proceso. Eugene, que nació y creció presenciando el sometimiento de sus padres a la voluntad de ‘patrones’ blancos, y su hijo Charles que fue rebelde y planteó que otra realidad era posible, es más, luchó por ella.

Esa tensión es reflejada en la película El mayordomo de la Casa Blanca, aunque el guión tiene muchas escenas que no son de la vida real, sino que recrean lo que se vivía en Estados Unidos entre los años 50 y 60 del siglo pasado. 

Eugene nació en Virginia el 14 de julio de 1919, sus padres trabajaban en una plantación agrícola y allí se crio, siendo testigo de la explotación de los afroamericanos por parte de los hacendados, que eran de raza blanca prácticamente en su totalidad. Desde niño trabajó junto a sus padres y también fue aprendiendo a valerse por sí mismo, lavando platos y atendiendo la mesa de los ‘patrones’, lo que hizo cuando decidió marcharse en la adolescencia. 

Ni él ni nadie de su entorno se imaginarían que terminaría como empleado de los gobernantes de ese país. Al marcharse, trabajó primero en un club y después le contaron de una vacancia en un prestigioso hotel de Washington. Él mandó una solicitud y obtuvo el puesto. Eugene era un buen alumno y aprendía con mucha disciplina todas las artes de brindar un buen servicio a los huéspedes. 

Tras algún tiempo, una mujer le contó que había un puesto disponible en la Casa Blanca y entonces tampoco dudó en presentarse. Se entrevistó con un mayordomo y obtuvo un empleo por el que le pagaban 2.500 dólares anuales. Era poco, pero no fue un límite. A partir de ese momento, no faltó ni un solo día a su trabajo y fue testigo de las decisiones más importantes de los presidentes de Estados Unidos durante 34 años, hasta que se jubiló. 

Es más, no solo se hizo imprescindible por su trabajo, sino también por su discreción y su calidad humana. Varias primeras damas lo recordaron con mucho aprecio. Para una de ellas, Jackeline Kennedy, fue fundamental porque la ayudó a consolar a sus pequeños niños John John y Caroline, cuando su padre (JF Kennedy) fue asesinado en Texas, el 22 de noviembre de 1963.

Empero, en el contexto que lo rodeaba, la vida no era fácil para los afroamericanos. En la década de los 50 (cuando él tenía algo más de 30 años), las personas de color no podían viajar en los mismos buses que los blancos, ni usar los mismos baños, ni siquiera sentarse cerca de ellos en los restaurantes. El segregacionismo era la norma y, junto a él, el desprecio y la humillación.

Así, en ese contexto, conoció a su esposa Helene durante una celebración de cumpleaños y se casaron un año después. En 1946 nació Charles, su único hijo, que recientemente estuvo en Bolivia y dialogó con EL DEBER. 

Un hombre sencillo de más de 70 años, que aún se resiste a aceptar la fama que dejó su padre por haber sido la inspiración de un libro y de una película. Sereno, de buen humor. Lo primero que hace al conocer a los periodistas que lo entrevistaron es presentar con mucho respeto a la enfermera que atendió a su padre durante su último año de vida, se trata de Marisela Álvarez, una cruceña que vive hace 19 años en Estados Unidos y que recuerda a Eugene como un hombre muy amable, capaz de sonreír y agradecer aún en los momentos de mayor dolor, cuando estaba viviendo sus últimas horas. 

Charles puso énfasis en expresarle su agradecimiento por rodear de amor a su padre.