Bolivia aguanta, Chile presiona. La desesperación en la última línea no parece tener fin. Ya se cumplieron los 6 minutos de adición, pero el árbitro, en quien se centra la atención, decide que haya una jugada más. Es un tiro de esquina que Chile falla, y mientras los 55 bolivianos en la tribuna visitante enloquecen, viene el pitazo final. Bolivia vence a Chile por 2-1.

Sí, eso dijo ese pitazo que confirmaba que los 31 años de ‘maldición’ sin poder ganar de visitante se echaban por la borda. Tuvieron que pasar 11,378 días desde aquel 1-7 de Bolivia a Venezuela en Puerto Ordaz para que nuevamente la Verde festeje de visitante. Una victoria que tonifica y premia a una selección fuerte, sobre todo mentalmente, ante tanta presión.

En las dos únicas jugadas claras que tuvo, golpeó en el mentón a su rival y, de ahí, sufrió, soportó las embestidas y terminó festejando. A los 13 minutos de iniciado el juego, puso el 0-1 en una contra perfecta iniciada por Carmelo Algarañaz, quien habilitó a Roberto Carlos Fernández. Este se escabulló por la izquierda y, tras un centro al corazón del área, Algarañaz definió (0-1).

El Nacional quedó en silencio mientras esa pequeña tribuna de 55 hinchas bolivianos no paraba de saltar; era como un cántico en medio de un silencio sepulcral. Pero el partido recién comenzaba y había mucho más, sobre todo cuando recibimos el baldazo de agua fría con la lesión de Carlos Lampe, que dejó el balón a disposición de Vargas, quien igualó 1-1.

En ese momento, Haquin, Matheus, Algarañaz y casi todo el equipo nacional se le fueron encima a Vargas porque consideraron que no fue ‘fair play’, ya que el meta estaba tendido. Sin embargo, el chileno se llevó el balón y marcó el empate. Un golpe durísimo, porque no solo Chile ponía las cosas en tabla, sino porque Bolivia perdía al portero y líder de la cancha.

Pero esta Bolivia no estaba dispuesta a quedarse en el piso y, en una tremenda reacción de fortaleza mental y física, en la jugada siguiente marcó el 2-1 (46’) gracias a otra gran arremetida de Fernández que Miguel Terceros, en su mejor partido con la selección, terminó definiendo entre el palo y el brazo del meta Gabriel Arias. En ese momento, hubo explosión.

Premio justo para una Bolivia distinta, que tuvo en Fernández y Algarañaz a dos hombres vitales en ataque, y a Haquin y Suárez, complementándose bien con el sacrificado Medina y el seguro José Sagredo. Así, Bolivia fue construyendo el pilar que después defendió, porque se venía la parte complementaria, que, por cierto, era larga y tediosa por la necesidad local.

Chile presionó desde el inicio con Vargas, Palacios y Dávila, pero no era certero. Además, cuando pasó la última línea, se encontró con un ‘Billy’ Viscarra gigante, que sacó pelotas que parecían tener destino de red. De sus manos se agarró el país futbolero y el meta nacional respondió. Pero había que aguantar, porque el local no se iba a rendir fácilmente.

A un costado, miraba Óscar Villegas, que en cada jugada de riesgo se volcaba hacia atrás y hablaba con sus asistentes. Golpe a golpe fue resistiendo Bolivia, que pasó un sofocón cuando el árbitro le cobró un penal por una supuesta mano de Medina, que el VAR poco después anuló. Bolivia respiró, pero faltaba una larga recta final y había que seguir sufriendo.

Y si la Verde fue certera, tuvo capacidad de reacción y fortaleza mental, ¿cómo no iba a salir airosa de ese momento crítico? Cuando el árbitro decretó el final, vino el festejo, las lágrimas y los abrazos de los hinchas bolivianos que, envueltos en sus banderas, saltaban de alegría. “Increíble… increíble”, se decían unos a otros, pero era real. El triunfo era real.

No es poca cosa lo conseguido en Santiago, porque Bolivia suma ya 9 puntos en la tabla de las eliminatorias y, después de 31 años, encadena dos victorias al hilo. De la mano de Óscar Villegas, nadie le quita el sueño, y el próximo reto es Colombia, el 10 de octubre en El Alto, para luego visitar a Argentina. Hay más desafíos y esta Bolivia se ilusiona.










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