No hay discusión más absurda en el país que la que se da entre los sostenedores de la biotecnología o dicho más modestamente, el uso de semillas genéticamente modificadas y los contarios, que la rechazan, en muchos casos ignorando las razones para ello.Pero, ¿por qué surge el problema? La discrepancia es sobre todo ideológica.Por un lado, el uso de la biotecnología se asocia a la agricultura intensiva de monocultivo en grandes extensiones, y básicamente para la exportación. Es pues el símbolo de la agricultura capitalista en manos de grandes empresas que hacen una agricultura extractivista y de exportación.  El desarrollo de esta agricultura implica el uso de la tecnología que venden las grandes empresas productoras de semillas transgénicas para combatir por ejemplo la sequía y del glifosato como herbicida cancerígeno prohibido ya en muchos países.Esta agricultura mecanizada es además la fuerza que presiona por la ampliación permanente de la frontera agrícola y por tanto en nuestro caso por la masiva deforestación.Entonces la biotecnología, concretamente el uso de la semilla transgénica y el glifosato conforman una economía agraria fuertemente capitalista y globalizada. Son sin duda un componente del nuevo modelo cruceño de desarrollo, su componente económico más escondido pero poderoso.Por el lado de quienes rechazan esta tecnología pero también este sistema productivo destacan que estos monocultivos capitalistas con semillas genéticamente modificadas transforman profundamente el territorio y las condiciones de producción de la población local.Como resultado del monocultivo hay un fuerte impacto ambiental, se sostiene. Se pierde biodiversidad, el suelo agota sus nutrientes en un esquema no sostenible. Las semillas locales, patrimonio de los pueblos, así como los suelos se degradan y la estructura territorial conformada por pequeños productores y asentamientos tradicionales que hacen una agricultura diversificada y ecológicamente equilibrada, desaparecen bajo la presión del capital. Por lo menos eso es lo que sostienen que es lo sucedido en la pampa argentina donde han desaparecido pueblos y biodiversidad junto a incrementos dramáticos del cáncer por efecto del glifosato.  También se debe recordar que el trigo genéticamente modificado para la llamada “revolución verde” de los años ´60 es el que con tres veces más de gluten está enfermando a media humanidad.  Es por todo lo dicho y bajo influencia de ONG ambientalistas que el gobierno del MAS, de visión básicamente andina y de producción familiar con las semillas tradicionales de siglos, descarta el uso de la biotecnología en realidad como gesto ideológico, entendiéndose que lo que descarta es una economía agrícola en manos de la tecnología y el capital del “imperio”, que no dejará espacio para la agricultura tradicional de las comunidades, sobre todos los indígenas.  Lo interesante del caso es que el gobierno que decía prohibir la biotecnología para defender el medio ambiente y la agricultura comunitaria, en realidad en quince años jamás ha demostrado interés ni por el medio ambiente ni por las comunidades indígenas. Los ejemplos sobran, así que su posición es muy poco creíble.Lo curioso es que leyendo la Constitución Política del Estado, me entero que la misma no prohíbe el uso de transgénicos, como pensaba, eso lo dicen algunas leyes posteriores, La CPE dice textualmente:"Arte. 409. La producción, importación y comercialización de transgénicos será regulada por ley”. Entonces ¿en qué quedamos?