La foto, que no falte. Parece un despropósito, pero es una rutina que no falla. Mientras en una quincena de municipios cruceños bomberos y comunarios sufre en una desigual batalla contra el fuego, en Santa Cruz de la Sierra se toman de otra manera las emergencias. Aquí, prima la calma para acomodar las dotaciones de la manera correcta para que el logo correspondiente salga en la imagen. Sin foto, no sale la ayuda. Esa parece ser la máxima que prima en la gestión humanitaria a cargo de la Gobernación y el Gobierno.

Es curioso, pero no todas las imágenes valen. Los mapas satelitales muestran la enorme lengua de fuego que recorre el corazón del continente sudamericano. En Bolivia, los ‘puntos rojos’ que marcan fuegos y focos de calor se multiplican por la región amazónica (Chiquitania, Beni, Pando, Norte de La Paz) en una estremecedora imagen del país. Cuesta creer que las autoridades nacionales rebusquen argumentos insólitos para negar las evidencias de estos mapas y mostrar cifras “asumibles” de una tragedia ambiental sin precedentes en el país.

La voz de los bomberos conmueve. Duele el alma hablar con ellos y sentir que la voz se entrecorta en un intento de ocultar las lágrimas. Muchos llevan 20, 30 o más días en las zonas afectadas. Han visto en primera persona el voraz fuego. No hay cómo engañarles. A su lado, con una valentía que solo la desesperación otorga, los comunarios hacen los indecible por salvar sus casas, sus cultivos, sus tierras. Lejos de las cámaras y sin tiempo para los videos, ellos son el relato veraz de una Bolivia que arde.