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El compromiso y la desilusión
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2 de agosto de 2024, 7:33 AM
El compromiso es el acto del habla más poderoso en la política How to do things whith words” (Como hacer cosas con palabras) de John L. Austin, es un libro que tuvo mucha influencia en la política anglosajona y se basa en la idea de que el lenguaje no solo sirve para describir el mundo, a partir de los hechos y juicios, sino que con él también podemos hacer que las personas hagan algo, a partir de las ofertas y en especial, los compromisos; este último, uno de los pilares de la comunicación.
En las coyunturas de crisis, las personas se encuentran predispuestas al cambio y, por ende, propensas a evaluar nuevas promesas. Los discursos de contraste, hegemonizan la narrativa. Nuestros cerebros saborean por adelantado ese futuro maravilloso que antagoniza con el triste presente; mi voto por ese candidato, me hace copropietario de ese tren colorido y lúdico que está por partir.
Las elecciones nacionales y regionales en Bolivia, coincidieron con la segunda y tercera ola del Covid-19. El miedo a la muerte y la angustia por la economía fueron los sentimientos reinantes, ninguna autoridad local fue reelecta, todos perecieron. Sobre estas emociones negativas se construyeron narrativas de contraste potentes y compromisos de felicidad, prosperidad; surgieron o renacieron nuevos héroes.
Estabilidad, crecimiento económico, empleo y salud, fueron los principales, compromisos de Luis Arce, al que presentaron como el mejor economista de los economistas. Cuatro años después, nada de eso ocurrió. Un malestar impregna a toda la sociedad, despedaza sus lazos, corroe el capital social y electrifica el ánimo colectivo. La llegada de una nueva crisis económica aún más crítica asfixia a las familias. Al frente estaba un gobierno que pasó de ser la solución, a constituirse en parte del problema. La esperanza se convierte en miedo, los héroes pasan a villanos, la confianza se convierte en resentimiento.
Algunas veces la desilusión rápidamente se convierte en furia, cuando los seres humanos encontramos incongruencias entre lo que escuchamos y lo que perciben otros sentidos; esto genera algo que se llama disonancia cognitiva.
Cuando hace algunos meses el presidente Arce, repetía al cansancio que Bolivia está creciendo y que tenemos un modelo exitoso, los ciudadanos recuerdan las horas de búsqueda de carburantes o la angustia por la devaluación de su dinero. Me cuentan que hay risas, pero yo siento angustia, alguien miente. Hace pocos días, acorralado por el anuncio de bloqueos en el país, el presidente reconoce que existe crisis, pero importada, o sea, por culpa del vecino.
La gran mayoría de gobernantes en Bolivia, dejaron de generar esperanza, por ende, de proyectar futuro. El tren feliz y divertido jamás llego. Algunos alcaldes se salvan de esa consideración, porque la gente encuentra congruencia entre sus compromisos electorales y sus resultados, probablemente esa sea la causa que explica su potencial proyección electoral nacional. La metafísica popular del gran Manuel “Papirri” Monroy Chazarreta diría, “algo funciona en lo descompuesto”.
El comportamiento humano consiste en escapar del dolor e ir detrás del placer, quizás este sea el motivo primitivo que explica por qué gremiales de occidente y empresarios y cívicos del oriente, comenzaron a pedir el adelanto de elecciones nacionales. Mañana lo harán los obreros y los burgueses, los socialistas y capitalistas, demócratas y anarquistas, los collas y cambas; no será una cuestión de clases, credos o inclinaciones políticas.
Arce está ingresando en la recta final de su gobierno. La pregunta que surge, es que sí, ¿el agotamiento de su promesa política, es el inicio del fin del ciclo político del MAS? Por lo visto últimamente, es posible que el epílogo se apresure.