El lunes se recordó el 183 aniversario de la Batalla de Ingavi, un episodio histórico que fue motivo para la creación del Himno Nacional de Bolivia.

Con el poco estudio que se hace del pasado, la manera de conmemorar ese capítulo de la historia es más bien simplista, aunque son varias las voces que señalan que, con esa batalla, se consolidó la independencia de Bolivia.

En Ingavi, las tropas bolivianas comandadas por José Ballivián derrotaron a las peruanas lideradas por Agustín Gamarra, que era presidente del Perú y murió en la contienda.

Los ejércitos chocaron debido a que Gamarra había decidido invadir Bolivia por segunda vez. La primera vez fue en 1828, en un episodio que ha sido prácticamente olvidado por nuestra historia.

Aquella primera invasión había sido acordada entre Gamarra y personajes bolivianos entre los que destacaba Casimiro Olañeta. Un detalle poco conocido es que una de las condiciones de la invasión era la muerte del entonces presidente de Bolivia, Antonio José de Sucre.

La invasión comenzó el 18 de abril de 1828, con la sublevación en Chuquisaca del batallón Granaderos, de Colombia. Un disparo alcanzó al mariscal de Ayacucho, pero no lo mató, sino que le hirió en el brazo, tumbándolo del caballo. Sus leales lo recogieron del suelo y se lo llevaron a domicilios particulares. Luego sería llevado a Ñucchu mientras las tropas de Gamarra invadían Bolivia y el prefecto de Potosí, Francisco López, acudía a Chuquisaca a sofocar el alzamiento.

Por razones desconocidas, los hechos posteriores a Ñucchu fueron prácticamente enterrados, pese a su importancia. Ya no se dice que Sucre fue secuestrado en Ñucchu por un coronel boliviano para ser entregado a Gamarra, que había establecido su cuartel en Siporo, en la hoy provincia Saavedra de Potosí. Gamarra no cumplió su compromiso con Olañeta de asesinar a Sucre porque el jefe de Estado Mayor, León Galindo, llegó con sus tropas hasta aquellos lugares y permanecieron vigilantes, atentos a atacar a los peruanos si tocaban al mariscal. Este triste capítulo terminó en julio de 1828, con la firma del Tratado de Piquiza, que obligó a Sucre a renunciar a la presidencia y a la salida de las tropas colombianas del país.

Son hechos que no se enseñan en escuelas ni universidades, como tampoco se dice que, siglos antes, los incas nos invadieron y nos convirtieron en sus vasallos. Desde entonces, existen corrientes en el Perú que, como no tuvieron problemas en invadirnos en el pasado, ahora se sienten con derecho a robar nuestra cultura, y presentarla como suya.

Son cuestiones de fondo en la apropiación de nuestro patrimonio cultural que podrá parecer reciente, pero, en realidad, tiene su origen en actitudes seglares.