Opinión
La hija acomplejada de Bolivia
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17 de noviembre de 2024, 9:06 AM
Liliana Colanzi, escritora
“De cruceños a cambas. Regionalismo y nacionalismo revolucionario en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia (1935-1959)”
Hernan Pruden nos entrega a quienes llegamos, vivimos, crecimos, trabajamos, estudiamos y transitamos nuestras vidas en Santa Cruz, una narrativa histórica que nos permite entender con más claridad las reivindicaciones regionalistas y darles un contexto crítico en el marco de la historia nacional.
Sostenida por una élite intelectual que nunca pudo articular las demandas regionales en un programa político partidario de impacto nacional por ser uno de sus postulados el origen hispanista y blanco de los cruceños, entre otros, Santa Cruz sí logró confrontar el poder central e integrarse económicamente al resto del país, como parte de un proceso nacional.
El hito de las luchas se marcó en 1876 cuando Andrés Ibañez siembra en los cruceños el ideal federalista. A partir de ese momento surgen incluso insurrecciones armadas. Un Memorándum redactado en 1904 denuncia el “regionalismo altiplánico” y propone que las regiones se integren para complementarse, en el caso de Santa Cruz, a través de la construcción de un tren hasta Cochabamba.
En el correr del tiempo se demanda, desde el federalismo (por los ejemplos de Brasil y Argentina) la autonomía, la separación, la integración, la descentralización administrativa. Demandas siempre expuestas a ser interpretadas como deseos separatistas.
En esta obra, el autor traza la historia de estas reivindicaciones a partir de tres momentos históricos que confrontan el Estado central con las demandas cruceñas, rescatando imaginarios culturales y sociales, que funcionan como conectores con los imaginarios autonómicos actuales.
El primer momento empieza con la derrota de la Guerra del Chaco, que lleva al gobierno a replantearse la necesidad de cohesionar a los bolivianos, fortaleciendo el sentimiento nacionalista para resguardar la soberanía territorial. Paraguay estuvo muy cerca de tomar Santa Cruz y eso expuso la debilidad de no contar con el control territorial del oriente.
Con este objetivo, con German Busch como presidente de la Junta Militar de Gobierno se realizó la Convención de 1938, para revisar la Constitución Política del Estado y adecuarla a la nueva realidad del país. A partir de la revisión de la Carta Magna de 1880 se determinó que el modelo federativo constituía una amenaza para la unidad nacional. Se tomó en cuenta la reforma aprobada en un Referéndum realizado el año 1931 que contemplaba la descentralización administrativa, pero con varias limitaciones.
Este espacio permitió generar un debate nacional con respecto al modelo centralista del Estado. Se planteó la preocupación por los departamentos más pobres y el peligro de que las élites locales consolidaran una hegemonía peligrosa para la unión nacional con el riesgo de una desmembración nacional. Los que apoyaban la descentralización arguyeron, entre otras ideas, que la administración del Estado debía responder a las diversidad geográfica, cultural y étnica efectivizando así el alcance de la democracia.
Para Santa Cruz fue un antecedente histórico que sirvió en el futuro para consolidar la demanda del 11 % de regalías, habiendo ganado esta moción por votación en el marco de la Convención, aunque la Ley no se llegó a promulgar. Finalmente se votó por la continuidad del modelo centralista.
Posterior a este proceso, como respuesta al descontento de los resultados de la Convención, el año 1939 surge en Santa Cruz el Partido Oriental Socialista, declarando la “intangibilidad del territorio oriental”, establecieron su “identidad racial” y sostuvieron la “defensa de nuestra raza”. La animadversión fue inminente, pues no era viable una propuesta política basada en la diferencia racial. A pesar de que el POS intentó menguar el carácter racista de sus declaraciones, se desarticularon por orden del presidente de la República.
El segundo momento llega en la década del ´40. La Segunda Guerra Mundial obliga a Estados Unidos a abastecerse de recursos naturales estratégicos, algunos de los cuales tiene Bolivia. Como contraparte, ofrecen elaborar un plan para apoyar a desarrollar nacional. Cabos sueltos por resolver previamente, se tuvo que indemnizar a la familia Rockefeller por la reciente nacionalización de la Stándard Oil.
Es así, que los americanos ofrecen financiar la implementación del plan elaborado por Merwin Bohan, que tiene dos etapas: equilibrar la balanza comercial, sustituyendo la importación de alimentos a través de “un sistema económico de transportes entre el Altiplano y el Oriente”. Y una segunda etapa de construcción de diversas obras para el desarrollo social del país. Es así que el Plan Bohan, se convierte en una oportunidad concreta para Santa Cruz, que se vio interrumpida por el final de la guerra.
El tercer momento llega con la Revolución del ´52 liderada por el Movimiento Nacionalista Revolucionario. Santa Cruz busca conectarse con el resto del país por su potencial agroindustrial y la capacidad de proveer de alimentos al país dando una solución a la importación de los mismos. Por eso, la élite cruceña se preocupa por la consigna de “la tierra es para quien la trabaja”, además de la alianza de clases y el apoyo indígena de este proceso, que no se alinean con sus demandas, más bien todo lo contrario. Sin embargo, con la tarea de solucionar la crisis económica que atraviesa el país, el MNR se acerca una vez más a Estados Unidos, que necesita tener control geopolítico sobre América Latina para enfrentar el riesgo del comunismo. El gobierno garantiza a los americanos que no se articularán movimientos comunistas en Bolivia y se logra consolidar el apoyo con recursos para proyectos de desarrollo y se consolida la construcción de la carretera Santa Cruz – Cochabamba.
El año 1955 una consultora americana redacta el “Código del Petróleo” en cuyo artículo 104 indica que el Estado se quedaría con el 11 % de las regalías. Es en este momento, que uno de los mayores hitos de las luchas cruceñas se inicia. En la Convención del 38 se había aprobado que el 11 % correspondería al departamento donde se producía el hidrocarburo, pero no se había llegado a promulgar. El Comité Pro Santa Cruz, que había perdido fuerza en la última década, se logra rearticular por iniciativa de la Federación Universitaria Local y el debate se instala, reivindicando nuevamente las necesidades y el olvido del estado central con respecto a Santa Cruz. Las organizaciones de la sociedad civil se articulan y vuelven a resonar las demandas federativas.
Se desatan enfrentamientos, incluso se determina estado de sitio por el riesgo de que las consignas “separatistas” pongan en riesgo el orden constitucional. El MNR instauró comandos zonales de control. El resultado que tenemos todos quienes vivimos en Santa Cruz instaurado en la memoria colectiva, es la conquista del 11% de regalías liderada por Melchor Pinto.
Después de este hito y para contrarrestar el poder central, surge en Santa Cruz la Falange Socialista Boliviana, quienes fracasan en su intento de concretar un golpe de estado. Se sostiene una presencia militar para controlar las posibles insurgencias que da como resultado el asesinato de jóvenes en Terebinto y una tensión de confrontación y violencia que lleva al establecimiento del control del gobierno central de Santa Cruz. El Comité Pro Santa Cruz, se termina consolidando como el gobierno moral del pueblo y articulador “apolítico” de las demandas cruceñas, con una participación limitada a la élite cruceña, pero con impacto masivo, como hasta hoy.
Pero existe un hilo conductor en esta narración que me parece vital remarcar, y es la posición de la elite intelectual cruceña reivindicadora de su origen hispano y español. Desde ese lugar se plantearon argumentos para justificar las demandas regionalistas en cada uno de los tres momentos históricos planteados.
Imprescindible es este sentido, la identificación de las narrativas separatistas e integracionistas reflejadas en textos recopilados por Pruden para exponer estás diferencias de carácter ideológico racial. Los primeros autores, sostuvieron como una cuestión de índole natural la posibilidad de anexar el oriente al Paraguay por las similitudes geográficas, étnicas y culturales o constituir una República independiente. Por su parte los integracionistas plantearon la necesidad de vincular el oriente con el resto del país, pensando en una lógica capitalista de contar con el mercado del altiplano para la venta de su producción. Esto último suena coherente hasta que se explica que la integración debe ser respetuosa del origen hispánico de los cruceños, aceptaban las diferencias, pero en absoluto tener orígenes indígenas.
Durante la Revolución del ´52, la construcción de la carretera destapa el miedo a la “colonización” colla que se marca como diferente a la inmigración de otros lados. Incluso, la inminente posibilidad de que llegue mano de obra desde “altiplano” hace que se plantee la necesidad de reformular la normativa laboral de acuerdo a las características de las regiones.
Otro de los planteamientos surgidos desde el oriente, refiere que los indios “collas” son una raza difícil de “blanquear”. En cambio, los indígenas de los llanos son parte de un “mestizaje privilegiado” permitiendo el “blanqueamiento” de la raza después de tres generaciones. Cuando se cuestionaba el racismo cruceño desde plataformas nacionales, el discurso se flexibilizaba y se asumía la presencia indígena en el oriente, pero en estado “salvaje” por lo tanto el rol de la élite intelectual se transformaba en “civilizatorio” y “salvador”.
Por eso el título del libro marca un camino que da la impresión de ser inverso, de cruceños a cambas, porque la élite cruceña fue adaptando la versión de sus orígenes hispánicos, étnicos y raciales de acuerdo a la coyuntura social y política del momento. Hernan Pruden relata en una línea de tiempo clara y muy bien documentada cómo de reivindicar sus orígenes hispánicos, la élite tuvo que ceder y buscar en la historia un significado “digno” para el ser “camba”, así poder trasvestirse y hacerse carne en él sin perder, en su deseo interior, su “blanquitud”.
La obra presenta a una Santa Cruz, que le costó aceptar que ser parte de una patria grande y diversa implicaba ser con los “otros” y no a pesar de los “otros” o a costa de los “otros”, encarnando el rol de la hija acomplejada de Bolivia, que al día de hoy, a pesar de haber abierto sus brazos para crecer como tanto ansiaba, no se logra ver a sí misma nítidamente en el espejo.